La noche ya ha llegado, Richard dejó su trabajo a las 12 y llegó a su apartamento a las 12:30.
Mientras llegaba a su puerta, escuchó a los perros de la vecina ladrar como si fuera un ladrón. Rodó los ojos, el cansancio lo ha estado consumiendo desde la mañana, más les vale a esos caniches callarse antes de que se le ocurriera agarrar la escoba de la mujer de limpieza que se encontraba cerca de la puerta. Los deseos de agarrarla y partirla en la cabeza de esos animales lo carcomían, pero debía mantener la calma.
Abre la puerta y pasa a su cuarto luego de cerrar todo con llave, se acuesta en la cama, aún con el traje puesto.
Sus músculos están cansados, ni siquiera sus pulmones quieren seguir respirando u soltando el aire que lo mantenía vivo. Todo su cuerpo estaba tieso como momia.
Sus extremidades se acomodan en la cama, ahora su cuerpo se siente en el cielo. El sueño que sentía era absurdamente enorme, era la primera vez que sentía tanto sueño siendo adulto. Más de una vez se ha desmayado del sueño, pero eso ocurría en su infancia.
Su comodidad no duró mucho, pasaron horas y aún no lograba dormir. Su cuerpo sudaba frío, no entendía lo que ocurría. Se mueve entre las sábanas, si se acobija siente calor, y si deja sus sábanas de lado suda frío. Su cuerpo era un chiste sin gracia.
Tira las sábanas de su cama en el piso, mira el techo de su habitación, entre la madera hay huecos. Se queda admirando el techo por minutos, o tal vez horas. No sabe cuánto tiempo se la ha pasado admirando la madera que, a su vista, se deformada. Las manchas y agujeros se transformaban en figuras extrañas, llamativas.
—Mierda.— Odia su insomnio.
Se levanta de la cama y llega a la cocina, se prepara un vaso deeche fría y la bebé con lentitud. Aprovecha el cómodo silencio y camina hasta el sillón de la sala, se sienta y recuesta su espalda. Enciende la TV y pulsa el canal de caricaturas.
El silencio no es tan común en el apartamento; los lloriqueos de un bebé; los ladridos de pequeñas mascotas, que por desgracia estaban permitidas; y las discusiones de los residentes son cosa de todos los días. Por la noche llegó hasta a escuchar, de vez en cuando, los gemidos de la señora Lilith que engañaba a su marido con diferentes hombres en cada noche. Los gritos de su esposo lo hicieron quitar la almohada de sus oídos, y por primera vez, disfrutó el escándalo de gritos de su apartamento.
Al final, decidieron divorciarse y dejaron de pagar la renta. Desde allí, apareció una nueva mujer anciana que rentó el lugar. Ella es la señora Pop, una anciana respetable pero con caniches insoportables.
Mira el reloj arriba de la televisión, ya eran las 3 de la mañana y todavía no podía dormirse. Los anuncios se estaban alargando mucho, quizás los programas de ese canal ya no estaban al aire a altas horas. Pasa a otros canales, pero no hay nada entretenido. Bufa y apaga la televisión, toma su saco que estaba colgado de la silla y abre la puerta para salir afuera. Bajando las escaleras, se retira del apartamento, una salida nocturna al solitario no le vendría mal.
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