Su cuerpo tiembla como hoja, el frío que hace a esas horas de la tarde lo está matando, y no de la forma que le gustaría. El frío de invierno le era agradable, pero no cuando no tenía uno de sus mejores sacos puestos. Este día se ha acordado a último momento del funeral, su tío ha estado preparando el entierro desde antes de que lo llamara por teléfono y le avisara sobre su muerte. Resulta ser que su madre se murió mucho antes, pero se lo anunciaron unos días tarde porque sabían que se olvidaría de ir al funeral.
Trata de mantenerse recto, pero el temblor de sus músculos y su pésimo equilibrio juegan en su contra. Sus nervios por ser visto de esa forma tan humillante son grandes, no quiere pasar vergüenza en un maldito funeral, menos en el de la infeliz de su madre. No dormir bien es típico para él, pero su cuerpo parece no caer en ello. Su cerebro no está acostumbrado a dormir, y su cuerpo desea descansar, las dos campanas le ruegan cosas diferentes, y lo único que hace es obedecer a la campana de su cerebro que lo mata con paciencia.
Su hombro es tocado con delicadeza, no es agarrado por una mano masculina, eso le queda claro, debe de ser una mujer quien lo ha tocado. Mujer u hombre, si vuelve a tocarle el hombro es muy probable que reciba un puñetazo en la naríz si se mete más en su espacio personal.
—Richard, ¿Estás bien?— pregunta una mujer casi anciana, ella es la hija menor de sus abuelos maternos. Marylin Kowalski era la hermana más unida a su madre que las otras dos mayores. Las tías Morelia y Nelka eran mucho más lejanas, fueron las hermanas mayores de su madre, ‘fueron’, ya que murieron a los 68 y 67 años en un accidente en auto. Ambas iban hacia Camerún, el dinero que ganaban de modelos en Italia era mucho, se habían alejado tanto de Polonia y su familia que cuando se hizo sus funerales nadie asistió, además de sus esposos e hijos. Nadie de la familia Kowalski fueron a verlas, ni siquiera dieron su pésame a sus familiares por separado. Richard nunca conoció a sus tías, pero no le importaba lo que había echo, él también hubiera echo lo mismo, y técnicamente sí lo hizo, a excepción que él fue un poco más “unido”.
Marilyn Kowalski era la tía “rica”, por así decirlo. Tenía mucho dinero porque también hizo la carrera de modelo, ahora tenía 78 años y estaba destrozada, la vejez y su pereza destruyeron sus sueños de modelo. Con el pasar de los años perdió sus contratos a causa de rumores de que operó su cuerpo, lo cual no era cierto, y si lo hubiera sido no tenía nada de malo, pero en aquella época se consideraban que las cirugías plásticas eran para gente falsa. Sufrió una depresión y puso en riesgo su salud a tal punto que, de tanto comer, no podía levantarse de la cama. Pasó años recibiendo apoyo de su esposo, sus hijos y de los médicos pudo bajar kilos, aunque aún estaba rellena, por lo menos no estaba en riesgo de salud.
Cuando él era pequeño, veía a su agradable tía gordita llena de amor y pasión por la actuación y posar para las cámaras, pensaba que salir en fotos sólo era un entretenimiento suyo, jamás pudo creer que era modelo hasta que vio sus fotos en el álbum familiar. En una de las fotos de la primer página estaba ella de joven, tenía unos veinte años en la imagen, su cabello corto rubio, ojos marrones y cuerpo delgado le daban una figura parecida a Marilyn Monroe. Según su madre y la misma tía, su nombre venía de esa actríz que le gustaba a su abuela. Ese nombre le quedaba perfecto en esa época, su gran parecido era realmente fascinante.
Luego de resolver sus problemas, ya con un peso estable, pasaba la mayor parte del tiempo con sus sobrinos y con sus propios hijos. Le encantaba estar con niños, y decidió comenzar a probar el oficio de niñera. Pasó unos años criando a Richard, pero nunca tuvo una conexión tan fuerte con el niño. Tenía ocho años cuando comenzó a cuidarlo, él tenía esa mirada muerta ya en esa edad. Se quedaba mirando hipnotizado la pared, pensando en cosas indescifrables, y Marylin no podía ni siquiera entablar una conversación con él porque terminaban en silencios incómodos.
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