Sentía que me costaría mucho aprender, todo parecía ser demasiado. Pobre Alfonso, imagina tener que enseñarle a una chica de 15 años todo lo que se supone que se aprende en la primaria.
Llegó aquel primer día de aprendizaje y yo me encontraba frente a Alfonso, uno de los mejores profesores de Madrid, quien se debía convertir en mi guía para aprender a leer, escribir y otras cosas. Para su edad, se veía bastante atractivo, yo sabía que Alfonso estaba bajo la presión de la mafia italiana, específicamente de Gabriella Lombardi, quien deseaba que yo adquiriera conocimientos para convertirme en una mujer poderosa e inquebrantable.
“Si pusiera a tu disposición un arsenal de armas para enfrentarte a 3 asesinos desarmados, ellos te ganarían. Porque tú no tienes el más mínimo conocimiento de esas armas. Las mujeres podemos tener belleza, elegancia y mucho más, pero si también tenemos el conocimiento para darle buen uso a nuestros atributos, entonces tendremos el control de nuestras vidas en lugar de ser controladas por otros. Me dijo Gabriella antes de venir aquí, asegurándome que el conocimiento sería mi mayor arma.
Con mi rostro cubierto por cicatrices, yo como siempre intentaba ocultarlas detrás de mi cabello. Sin embargo, Alfonso me recordaba constantemente que no debía preocuparme por mi apariencia y que estar cubriendo mi rostro con mi cabello no me ayudaba en el aprendizaje.
— Tu cabello no te permite ver quién eres realmente y tampoco te deja aprender - me decía con sinceridad - necesito poder conectar con mis alumnos para transmitirles lo mejor que tengo como maestro.
A pesar de que yo me consideraba una chica algo valiente, yo enfrentaba desafíos debido a comportamientos no pida entender. Las cosas que parecían sencillas para los demás resultaban confusas para mí. Alfonso comprendía esto, ya sabía del ambiente en el que crecí y se esforzaba por adaptar sus métodos de enseñanza a mis necesidades. Bueno, debemos recordar que su vida dependía de ello, digo, la de ambos.
Un día, mientras yo estaba aprendiendo, Gabriella Lombardi se acercó a mí, esto con la intención de ver como yo estaba avanzando. Ella en realidad me ponía muy nerviosa, de hecho, todo mundo parecía hacerse más torpe y estúpido con su presencia, excepto una persona.
Alfonso ya había botada que el tener a Gabriella Lombardi cerca hacía que fuera más difícil para mí aprender las cosas. Así que esté día le pidió que se retirara para no distraerme.
— Señora Gabriella, sé que quiere que esto sucede rápido, pero si usted está aquí no será así.
Gabriella levantó una ceja, percibiendo esto como una orden. Pensé que se enojara pero no, se puso de pie y empezó a alejarse caminando hacia atrás sin quitarnos su mirada asesina de encima
— Siempre y cuando cumplas con tu trabajo - respondió con un tono amenazante antes de marcharse.
Una vez a solas, Alfonso me suplicó que pusiera todo de mi parte para superar los obstáculos. Sus palabras eran tan tiernas y resonaban dentro de mí, cada gesto que él tenía me hacía feliz, me hacía sentir que podía hacer todo lo que me propusiera.
Los diálogos entre él y yo eran una mezcla de paciencia, aliento y comprensión.
— No te preocupes por las dificultades, Esperanza. Estoy aquí para ayudarte a descubrir el maravilloso mundo de las letras - decía Alfonso con una sonrisa cálida.
Él parecía ser una persona que le encantaban los libros, al parecer había leído muchos, él tenía conocimiento sobre muchos temas diferentes.
Yo, con determinación en mis ojos, respondí: "Haré mi mejor esfuerzo, Alfonso. Quiero aprender y superar mis miedos".
Y así, entre letras y emociones, yo me adentraba en un viaje de aprendizaje que transformaría mi vida para siempre. De diferentes maneras.
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