Susto

Petra estaba frente al espejo, secándose el cabello con una toalla. Estaba demasiado concentrada en su reflejo, por lo que no escuchó la puerta abrirse. Cuando se dio cuenta, su esposo estaba parado detrás de ella, haciéndola saltar, dejó escapar un pequeño grito de miedo, y la toalla que envolvía su cuerpo se deslizó, dejando al descubierto su desnudez.

Petra se quedó helada, sin saber qué hacer.

Su marido la miró sorprendido. Petra se inclinó para recoger rápidamente la toalla y envolverla alrededor de su cuerpo nuevamente.

— Qué hermosa manera de dar la bienvenida a su esposo. — Bryan dice con diversión en su voz.

— Me asustaste. — dice Petra, con las mejillas sonrojadas. — Pensé que todavía estarías con Adam.

— Si no recuerdo mal, me dijiste que no trabajara, que tenía que descansar. — dice Bryan sonriendo de lado. — Me alegro de haber obedecido.

— Travieso. — dice Petra, saliendo rápidamente del baño y dirigiéndose al armario, donde se encerró dentro a buscar ropa sin correr el riesgo de que su marido la volviera a ver desnuda.

— No tienes por qué avergonzarte. — dice Bryan. — no es como si nunca antes hubiera visto a una mujer desnuda.

— No es nada nuevo para ti. — dice Petra. — Pero para mí lo es, nunca me he visto así delante de nadie.

Petra deja de hablar rápidamente y se siente aún más avergonzada. De repente todo quedó en silencio.

Bryan, que estaba al otro lado de la puerta, se sorprendió por el informe de Petra.

¿Qué quieres decir con que ella nunca había estado desnuda frente a alguien?

Entonces, ¿eso significa que es virgen?

Bryan no sabía que decir, aún estaba procesando lo que acababa de escuchar.

— Bajaré y te esperaré en la mesa de la cena, no tardes. — fue lo único que dijo antes de salir rápidamente de la habitación de su esposa.

Petra, que estaba apoyada contra la puerta, escucha lo que dijo y pronto se aleja para poder buscar ropa rápidamente. No dejaba de pensar en cómo se enfrentaría a Bryan después de estar completamente desnuda frente a él, y más aún después de haberle confesado que nunca había estado así frente a nadie.

— Qué vergüenza. — Dice Petra gimiendo mientras recoge una sudadera blanca, y poco después se pone sus pantuflas de conejito y sale de la habitación.

. . .

Cuando Petra fue servida por una de las criadas, se miró los pies y, al notar sus pantuflas de conejo, se sonrojó de vergüenza. Sabía que las pantuflas eran infantiles y fuera de lugar para su edad. Por otro lado, los encontró lindos y cómodos.

Ella estaba tratando de esconder sus pies debajo de la silla avergonzada. Bryan, por otro lado, trató de ocultar su risa y mantener su expresión seria.

— ¿Qué pasó? — preguntó Petra, notando el intento de Bryan de controlar su risa.

— Nada. — Respondió, tratando de sonar serio.

— ¿Te estás riendo de mis pantuflas de conejo? — dijo Petra, dejando escapar una tímida sonrisa.

Bryan no pudo resistirse y terminó riéndose a carcajadas, haciendo que Petra riera junto con él.

— Oh, sabía que te reirías. — dijo, sonriendo y sacudiendo la cabeza.

— Lo siento, no me pude resistir. Pero ya sabes, te ves lindo en ellos. — dijo Bryan, todavía sonriendo.

Petra se sonrojó un poco, pero no se arrepintió de llevar sus pantuflas de conejo. Siempre ha estado enamorada de los conejos y se sentía cómoda con ellos en sus pies.

— Siempre quise un conejito como mascota. — dice Petra, mirando hacia abajo. — Mi papá nunca me dejó tener uno.

— ¿Siempre te gustaron los conejos? — preguntó Bryan.

— Siempre, desde niña. — dice ella sonriendo.

— Lo siento por ir al baño así. — dice Bryan.

— Está bien, se acabó. — dice tratando de cambiar de tema rápidamente, ya no quería hablar más de esa vergonzosa escena. — ¿cuándo es tu próxima fisioterapia?

— Mañana de tarde. — dice Bryan. — mañana por la mañana cambiaré de silla, usaré una eléctrica para moverme con más facilidad, mis brazos se cansan de moverme.

— Que bien. — dice Petra. —¿El fisioterapeuta será el mismo del hospital?

Petra pregunta con un tono de voz ligeramente diferente al normal, esto no pasó desapercibido para Bryan, quien sonrió para sus adentros.

— No. — él dice. — Contraté a un fisioterapeuta, porque soy grande y pesado, siendo hombre será más fácil que me ayude.

Petra no pudo evitar la pequeña sonrisa que se formó en sus labios, y después de mirar a Bryan, y ver que él la estaba mirando a ella, rápidamente dejó de reír y miró su comida, donde empezó a comer.

— Vi que hay flores nuevas en el jardín. — dice Bryan. — ¿Quién los plantó?

— Yo misma. — dice Petra. — Apenas me mudé, vi que el jardín necesitaba color, así que como no tenía nada que hacer y no podía salir, terminé pasando horas de mi día en el jardín.

— ¿Bloqueado para salir? ¿Cómo así? — él pide.

— Tu madre me prohibió salir, no podía correr el riesgo de que saliera algún chisme, o que dijera algo que te hiciera daño. — dice Petra. — ¡Oh! Mañana, mi profesor vendrá por la mañana.

— ¿Su profesor?

— Sí, estoy en mi último año de secundaria. — dice Petra. — no me dejaban ir a la escuela, así que estoy estudiando en casa.

— Está bien, Adam estará aquí por la mañana, tenemos algunas cosas de trabajo de las que hablar. — él dice. — Mi silla eléctrica también llegará por la mañana y por la tarde tendré fisioterapia. Será un día ajetreado.

— A diferencia de ti, yo tendré un día más tranquilo, solo tendré clase por la mañana y pasaré el resto del día leyendo. — Petra dice, sonriendo.

— Te gustan mucho los libros, ¿no? — pregunta. — al igual que le gustan los conejos.

— Este es mi estilo. — dice Petra y ambos se ríen.

Y así, Petra se dio cuenta de que no tenía que preocuparse por las opiniones de los demás cuando se trataba de sentirse cómoda consigo misma. Y Bryan descubrió que Petra le gustaba aún más por su autenticidad y amor por los conejos.

Los dos eran diferentes, pero parecían complementarse. Algo nuevo amanecía entre ellos, algo bueno y puro.

Así terminaron de cenar mientras conversaban y se conocían aún más, fue tan divertido que Petra hasta se olvidó de la bochornosa escena por la que había pasado hacía unas horas.

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