Hablando

Han pasado exactamente dos meses desde que Petra se casó; Bryan todavía estaba en coma, y nada había cambiado.

La vida de Petra seguía siendo la misma de antes, aunque un poco más llevadera. Le prohibió a Emma y a su padre ir a su casa, y esa fue una de las mejores decisiones que tomó, porque ahora no tenía a Emma para burlarse de ella ni a su padre para humillarla o decirle lo que debía o no debía hacer. Rebekah, a veces, visitaba a su nuera y, por suerte para Petra, nunca se quedaba mucho tiempo. Sin embargo, cuando la mujer se iba, siempre hacía sentir mal a Petra con sus comentarios desagradables, que no se molestaba en guardarse para sí misma.

Rebekah siempre hablaba mal del cuerpo y la apariencia de Petra, haciendo comentarios como: "Estás gordita, necesitas perder peso" o "Necesitas hacer dieta o engordarás". A veces, Rebekah bromeaba sobre el corte de pelo de Petra o criticaba su ropa. Estos comentarios enloquecían a Petra, pero ella solo respiraba hondo y no decía nada; no quería más problemas, y menos aún con la bruja de su suegra.

Petra estaba estudiando en casa; estaba en su último año, por lo que contrataron un tutor privado para ella. Todo esto fue idea de su suegra, quien decía que no podía ir a la escuela ni salir de casa, excepto para visitar a su esposo. Ahora era una mujer casada con un hombre famoso y no podía aparecer en público; tenía que mantenerse fuera de cámara y evitar chismes o cualquier otra noticia sobre ella o el matrimonio. Petra tampoco debía decir nada sobre su matrimonio o incluso sobre Bryan; Rebekah evitaría cualquier cosa que pudiera dañar la imagen de su hijo.

Así que Petra solo podía ir al hospital a ver a su esposo. Durante esos dos meses, iba al hospital tres veces por semana y se sentaba en la habitación donde estaba Bryan, sin hacer nada.

Hasta hoy...

Petra estaba sentada en uno de los cómodos sillones junto a la cama del hospital, donde su esposo desconocido yacía en coma. Sostuvo su mano mientras las lágrimas rodaban por su rostro.

Necesitaba hablar con alguien y se sentía raro contarle sus secretos a un hombre que nunca había visto antes, pero sentía que necesitaba desahogarse. Entonces, tomó su mano y comenzó a hablar:

—No sé quién eres, pero necesito hablar con alguien. Mi hermana es muy mala conmigo. Me humillaba todo el tiempo, desde que éramos pequeñas, y nunca entendí por qué. Nunca la lastimé. Emma siempre ha sido celosa, siempre ha puesto a nuestro padre en mi contra, desde que éramos niñas, pero ahora que somos adultas, está cada vez peor. Estoy en mi límite; siento que en cualquier momento voy a hacer una locura y acabar con todo esto, todo este sufrimiento.

Petra dejó escapar algunas lágrimas que corrieron por sus mejillas mientras continuaba hablando.

—Y mi papá… también es horrible conmigo. Siempre me compara con mi hermana y me hace sentir que no soy lo suficientemente buena. No importa lo que haga, nunca es suficiente para él. —Suspiro y siguió hablando—. Me culpa por la muerte de mi madre; ella murió durante mi parto, así que, desde entonces, me ha rechazado y solo me ha utilizado para obtener algún beneficio, como este matrimonio…

Suspiró y estrechó la mano del hombre desconocido.

—Yo no quería casarme. Mi padre me obligó a hacerlo, y ahora estoy atrapada en un matrimonio infeliz, en una vida infeliz. Siento que mi vida está completamente fuera de mi control. —Sonrió con tristeza—. De hecho, nunca tuve el control de ella, nunca tuve elección. Solo tenía que aceptar lo que mi padre elegía para mí.

Petra dejó de hablar y se quedó en silencio por un momento, mirando al desconocido que permanecía inmóvil sobre la cama.

—Sé que puedo superar todo esto. Sé que soy lo suficientemente fuerte para manejarlo, pero a veces parece que no tengo la fuerza. No tengo con quién hablar de estas cosas, así que hablo contigo, que eres mi esposo, y, sin embargo, eres un extraño para mí. Espero que puedas oírme.

Petra besó al desconocido en la frente y se levantó para salir de la habitación. Cuando se fue, se sintió un poco más liviana, como si se hubiera quitado algunas de sus preocupaciones del pecho.

. . .

Petra salió del área de servicio y caminó hacia el jardín. En sus manos llevaba un kit de jardinería; estaba cansada de quedarse quieta sin hacer nada. A veces leía un libro, pero necesitaba hacer algo diferente.

Durante una mirada curiosa alrededor de la casa, encontró el kit de jardinería, y como a Petra le encantaban las plantas, decidió cuidar el jardín, plantar algunas rosas y darle vida a esa casa. Le pidió al conductor, Joseph, que comprara semillas para que las plantara, ya que ella no podía salir.

Con la ayuda de un rastrillo, Petra empezó a preparar la tierra, nivelando el terreno y dejándolo todo listo para plantar. Ahora, con la ayuda de una minipala, hacía pequeños agujeros donde colocaba las semillas de rosas, que eran variadas, tanto en especie como en color.

Después de plantar, Petra tomó una regadera y comenzó a regar todo. Ahora solo esperaba a que las plantas nacieran, pero el trabajo no había terminado; tendría que cuidar las plantas para que crecieran hermosas y florecieran aún más bellas.

De lejos, Rebekah, la suegra de Petra, observaba a la joven revolviendo alegremente la tierra. Petra ya estaba completamente cubierta de suciedad y sudor, pero no le importaba; la sensación de cuidar las plantas la relajaba en muchos niveles diferentes, se sentía eufórica. Sin embargo, a Rebekah no le gustaba eso; no quería una nuera sucia, quería una nuera elegante y refinada.

Rebekah necesitaba tomar medidas drásticas para que Petra cambiara su forma de ser y decidió que la moldearía a su gusto, convirtiéndola en una mujer elegante y refinada. Entonces, salió de la casa de Petra sin que ella viera que estaba allí y fue directamente al centro comercial, donde compraría ropa nueva para su nuera.

—A Lady Petra no le gustará eso —dijo Joseph—. Ella es una chica sencilla.

—Los empleados no pueden entrometerse en la vida de sus jefes, así que cállate —dijo Rebekah, haciendo que Joseph se callara y solo siguiera las órdenes que le daban.

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