Trato de reacomodar mi postura, pero es imposible realmente este hombre es intimidante. Ahora tengo muchos problemas.
- ¿Qué está haciendo con mis hijos?. - esto debe de ser una broma, como un hombre como este puede tener dos hijos tan tiernos. - Que me responda. - aún callada Rodrigo me coge del brazo y me zarandea fuertemente, es tanta la presión que hace que siento como si se me fuera a partir mi brazo.
- Yo... Yo - antes de que pudiera responder más, una señora ya de edad irrumpe en la recepción.
- ¡OH! Pequeños, por fin los encuentro solo espero que nadie se haya dado cuenta. - al parecer no nos ha visto.
- Así que usted descuidó a mis hijos. - su agarre se suaviza y ahora toda su ira está concentrada en la mujer.
- Señor… - su voz tiembla.
- Estos niños están bajo su cuidado Nora, esa es su única responsabilidad, nada más y con que me encuentro, con una maldita extraña durmiendo a mis bebés.
Ganas no me faltaban de gritarle a este hombre, yo solo hice lo que creía que era correcto no más, sin querer quedarme a escuchar sus malditos gritos y humillaciones hacia mí, camino muy silenciosamente hasta la oficina que me hacía falta limpiar.
- Es lo mejor que has podido hacer. - la voz de un hombre me sobresalta y antes de que pueda gritar él me pone la mano en la boca y vuelve a hablar cerca a mi oído. - No lo hagas, él está bastante irritado y si escucha tu grito nadie lo calmara, voy a quitar la mano y vas a seguir tu camino yo te voy a acompañar.
Asiento, apenas me suelta un suspiro profundo se me escapa de mis labios, con la cabeza el extraño me hace un gesto para que siga mi camino hasta la oficina.
Apenas entramos él cierra con mucho cuidado la puerta y el ruido de la discusión se desvanece por completo, algo que me alivia mucho, la verdad no me gustaría estar en los zapatos de aquella mujer.
- Siento mucho haberte asustado, pero cuando mi hermano se pone en ese estado, es muy prudente evitarlo.
- Gracias, siento mucho todo lo que pasó.
- No te disculpes, sé que no hiciste nada malo, pero para ese hombre esos niños son su vida entera.
- No sabía que él...
- Nadie sabe mucho sobre los niños, es un tema delicado para él, bueno para todos en la familia.
Respiró profundamente y me acuerdo de lo que tengo que hacer, no estoy en este trabajo para hacer vida social, se supone que ya debía de haber acabado con las oficinas.
- Que pena, no me he presentado, mi nombre es Javier Santo Domingo.
- Un placer señor, mi nombre es Clara.
Le sonrió y me pongo a trabajar, mientras él se sienta en un sillón y me observa, su mirada me pone tan incómoda y nerviosa que sin darme cuenta boto el vaso que está encima de la mesa, el estruendo me devuelve a la realidad y me hace olvidar la presencia del señor Santo Domingo.
- Mierda.
Digo para mí misma, con mucho cuidado comienzo a recoger, pero por más cuidado que tuve uno de los vidrios se clavó en la palma de mi mano. Enojada por lo que acababa de pasar saco el vidrio de la mano.
Pero no fue una muy buena idea, la sangre comenzó a salir mucho más. Trate de detenerla colocando uno de mis trapos, pero no fue suficiente.
- Mira lo que hiciste. - siento las manos de Javier sobre las mías. - Ven, vamos a lavar la herida y ver qué tan grave es el daño.
Con mucho cuidado me ayuda a ponerme en pie y me lleva al baño que hay en su oficina, como dos hombres que llevan la misma sangre pueden ser tan diferentes. Uno es un monstruo por completo y el otro parece ser un ángel.
- Siento que no he hecho nada bueno el día de hoy, en vez de limpiar su oficina la dejé hecha un desastre.
- Créeme si te digo que mas de una ha dejado está oficina y la de mi hermano en peores condiciones.
Con el mismo cuidado con el que me ayudó a levantar, me quita el trapo de la mano y toma mi mano poniéndola en el chorro de agua, el dolor es insoportable, que sin querer le aprieto el brazo.
Mientras él hace de enfermero, me pierdo en mis pensamientos y en los momentos, quien habrá sido la mujer que se aguantó a ese hombre, dejándole dos hijos.
- Tienes que ir al médico, necesitas puntos.
- Se lo agradezco.
Poco a poco se va alejando y yo me pongo de nuevo en mis labores, Javier intenta disuadirme para que me vaya, pero no soy de las que deja su trabajo a medias.
Mientras las horas pasan mi mano empieza a dolerme más, media hora antes de que termine mi turno hablo con Rebeca para que me deje salir temprano.
Cuando estoy a punto de salir, la secretaria del último piso me llama diciendo que el señor Rodrigo Santo Domingo me necesita.
Dudo un segundo en ir, porque puede ser que me vaya a despedir de la peor manera, pero y si no voy como podría tener una buena recomendación.
Golpeó suavemente la puerta de la oficina del señor Rodrigo y una voz grave da la orden de seguir. Muy lentamente abro la puerta, está oficina no me parecía tan terrorífica a estas horas, pero con la presencia de él es como entrar en un territorio peligroso.
- Siga señorita, no tengo toda la noche para esperarla. - tragó saliva y me paro en frente de su escritorio.
- Señor.
- Mire, no estoy de acuerdo en que una persona como usted se atreviera a tocar a mis hijos, se nota a leguas que no tiene una mínima educación, pero viendo como ellos se quedaron dormidos con su canto. - esa última parte la dice con desprecio. - Le voy a proponer que se vuelva la niñera de mis hijos, la anterior no sirvió para nada así que acá está la dirección.
Pero que le pasa a este tipo, como puede disponer de mí y hacer conmigo lo que se le da la gana.
- Disculpe señor, pero lo que me está diciendo es una orden.
- Por supuesto, ¿que pensó? que tenía alguna opción para decidir.
- Pues la verdad es que si, yo soy muy mayorcita para tomar mis decisiones.
- En esta empresa se hace lo que yo digo, y si lo que quiere es cambiar de trabajo, está bien, pero no espere que mañana tenga su trabajo de sirvienta y aparte de todo su reputación se verá manchada.
Es aceptar o aceptar su oferta de trabajo, pero que otra opción tengo, necesito urgentemente el trabajo, al menos hasta que pueda conseguir algo mejor.
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jose antonio gonzalez
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