capitulo 12 ¿Soy patética?

Hoy es mi primer día de clases de espada y estoy un poco nerviosa. Kurenai me pide que espere en la sala de entrenamiento a mi maestro, pero antes me dice que debo cambiarme de ropa.

—Roselight, ve a cambiarte a la vestimenta de entrenamiento —me ordena con su tono habitual, autoritario pero cariñoso.

Suspiro y me dirijo a cambiarme rápidamente. Ahora llevo una falda corta, una blusa blanca de manga y unas botas ligeras. Es la vestimenta adecuada para la práctica, aunque me resulta extraño verme tan grande a mis 6 años. Decido preguntarle a Kurenai por qué soy tan alta para mi edad.

—Kurenai, ¿por qué soy tan alta? —pregunto con curiosidad.

Su rostro refleja confusión y ella se toca la mejilla mientras inclina ligeramente la cabeza hacia la izquierda.

—Somos demonios, Roselight. De hecho, eres demasiado pequeña para tu edad. Los demonios crecemos hasta los 15 años, y luego nuestra apariencia cambia en cuatro etapas a los 30, 60, 80 y 100 años. Nuestra esperanza de vida no supera los 120 años.

Quedo sorprendida por esta revelación, aunque mantengo mi expresión inexpresiva como siempre. Luego, le pregunto a Kurenai cuántos años tiene ella.

—¿Cuántos años tienes tú, Kurenai?

Su respuesta me deja en shock.

—Tengo 21 años, Roselight. Te di a luz cuando tenía 15 años.

Esto significa que soy mayor que ella. Es impresionante cómo ha logrado tanto a tan corta edad. Alcanzar el rango supremo y ser líder de una familia desde hace mucho tiempo. Sin embargo, me mantengo en silencio, sin mostrar ninguna emoción en mi rostro.

—Estás lista para comenzar tu entrenamiento —dice finalmente Kurenai, sacándome de mis pensamientos.

Asiento con cara de póker en señal de acuerdo. Kurenai comienza a enseñarme los conceptos básicos del manejo de la espada.

—Con una espada normal no podrás cortar a nadie. Solo son efectivas contra bestias infernales menores. Incluso una gárgola, aunque no sea buena en el ataque, tiene una defensa formidable. Debes idear tu propio estilo de combate. Yo solo te enseñaré el arte de manejar una espada —me advierte con firmeza.

Durante tres horas, practico las posturas y los movimientos básicos. Me siento exhausta y mis brazos apenas responden. Aunque solo estoy aprendiendo los fundamentos, el dolor es intenso y abrumador.

—Roselight, no te rindas. Este es solo el comienzo —me dice Kurenai cuando me ve en el suelo, sudando y cansada.

Miro hacia arriba y veo a Kurenai frente a mí, sin una sola gota de sudor en su cuerpo. Parece fresca y tranquila. Me observa de manera peculiar, como si quisiera decir algo, pero luego aparta la mirada y me dice:

—Mañana continuaremos a la misma hora.

Se retira y yo me quedo allí, agotada. Al día siguiente, entro a la sala de entrenamiento y Kurenai me pide que realice las posturas que me enseñó el día anterior.

—Hay una gran diferencia entre lo que hacías antes y lo que haces ahora. Aunque todavía no lo haces de manera correcta, debes dejar que tu sangre circule de manera tranquila y decidir cuánta fuerza aplicar en tus brazos —comenta con sorpresa en su voz.

Pasaron tres meses de entrenamiento y Kurenai me dice que casi he dominado los ejercicios básicos para entrenar los brazos y las piernas.

—Roselight, has progresado mucho. Pero aún te cuesta aprender las posturas de entrenamiento —me dice, mirándome con una mezcla de preocupación.

Me siento patética por no progresar más rápidamente, pero mantengo mi rostro inexpresivo, sin dejar que se note mi frustración.

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