Me quedé dormido con los niños en mis brazos. Me levanté con mucho cuidado y fui a ducharme. Sentí como el agua corría por mi cuerpo y me relajaba por alguna razón. Sentí paz. Salí con una toalla envuelta dejando al descubierto mi torso. Me puse unas pantuflas y fui a la cocina por café. Cuando volvía, me topé con Alessia. Tragué horrible. No quería que eso pasara. Ella me miró y recorrió mi cuerpo con su mirada.
—Mm, señor Alessandro, hace frío. Vaya a vestirse o le dará un resfriado. Y no creo que usted quiera estar en casa mucho tiempo —dijo Alessia levantando una ceja y ruborizada siguió su camino.
—Lo siento, Alessia. Solo bajé por café. Te espero en mi despacho en diez minutos. Quiero que empieces a trabajar conmigo lo más pronto posible —dije yo y seguí a mi habitación. Sonreí al recordar tan bello rostro ruborizado.
Después de charlar con Elvira, me fui a duchar y comencé a hacer memoria de mi adolescencia y recordé mi noviazgo con Alessandro. Era un chico tímido y fui yo la que lo encaró para ser novios. Sonreí. Mm, al parecer no cambió mucho. Es tan noble, un hombre que merece ser amado como un hombre así. Sigue sin novia. Salí de la ducha, me tomé mi tiempo, sequé mi cabello, me vestí y observé mi rostro. Estoy mucho mejor y todo se lo debo a este hombre. Suspiré y salí de mi habitación. Cuando encaré las escaleras, lo vi. Dios mío, si los ángeles existen, dejaste caer a uno. Trágame tierra. ¿Cómo uno puede tener algo tan perfecto delante de uno sin poder admirar tanta belleza? Mi cara estaba caliente, así que mejor hablar.
—Mm, señor Alessandro, hace frío. Vaya a vestirse o le dará un resfriado. Y no creo que usted quiera estar en casa mucho tiempo —dije levantando una ceja divertida. Él estaba como un tomate. Sus ojos eran resaltados gracias a eso. Pero cuando voy a seguir mi camino, me habla.
—Lo siento, Alessia. Solo bajé por café. Te espero en mi despacho en diez minutos. Quiero que empieces a trabajar conmigo lo más pronto posible —dijo él y siguió a su habitación.
Los nervios me consumieron, fui a ver a mi mamá y luego a mis niños. Preparé dos tazas de café y me dirigí al despacho. Logré notar la molestia de Betiana, pero no me afecta. Es una mujer enamorada de su jefe y no la culpo. Con un dios griego así, yo estaría igual. Entré y dejé el café sobre el escritorio y suspiré.
—Supongo que ese suspiro tiene nombre. Ojalá sea el mío, pensó Alessandro, ¿o me equivoco, Alessia? —dijo él pasando al lado de ella, dejando su aroma varonil. Ella, que lo vio con ropa informal, tragó saliva y en un susurro dijo:
—Mm, sí, así es. ¡Y no sabes cómo me tiene ese nombre! —Ella reaccionó y bajó la mirada— ¿De verdad, Alessandro, no esperabas decirme que era mi novio de la adolescencia? Quiero agradecerte todo lo que haces. Eres muy gentil, sabes. Toda mi vida estaré agradecida contigo. —Finalizó ella.
—Sabes que pensé que nunca me recordarías. ¿Cómo estás? Déjame empezar desde hoy, por favor. Soy Alessandro Rizzo —dijo él con una sonrisa. Ella negó con la cabeza y lo abrazó.
—Tantos años pensé que jamás volvería a verte —ella derramando unas lágrimas, pero no se dio cuenta de que él también estaba con sus ojos empañados. Él se sintió feliz con el abrazo de bella Alessia. Él sabía que ella necesitaba más tiempo, pero él estaba dispuesto a esperar que se recupere. Ella carga con muchos traumas y nada es fácil. Con la voz entrecortada, él habló— No sabes cuánto tiempo llevaba esperando este momento. —Él se separó de ella limpiando las mejillas de Alessia, y ella limpió el rostro de él— Sigues siendo encantador, muy guapo. ¿Cómo es que no te has casado y no tienes novia? —dijo ella ampliando la taza de café.
—Mm, tanta curiosidad mató al gato. Cariño, no es que no la haya tenido, es que nadie puede ocupar tu lugar —dijo Alessandro y tomó el café. Ella se ahogó y comenzó a toser— No pensé ser tan importante para ti —dijo ella y sonrió.
—Mm, más de lo que puedas imaginar —dijo el ruborizado. En su mente, se imaginó besando los hermosos labios de Alessia.
Charlaron de todo, se contaron muchas cosas. No paraban de reír, mientras que Betiana estaba enfurecida. Esa tarde noche cocinaron juntos y no alcanzaban las horas para ponerse al día. Ella fue a darle un baño a los niños. Elvira vio muy animado a Alessandro.
—Mi niño, cómo se nota ese brillo en tus ojos. Me alegro. Solo no lo arruines. Mira que Betiana tiene actitudes feas con Alessia. No dejes que la lastimen —dijo Elvira tomando los utensilios. Fue a poner la mesa y dejó a Alessandro pensativo. Se sentaron a comer. Los niños se vieron felices. Por fin, cambió su vida de un día para el otro. Enzo llegó. Él cubría el resto del horario en la empresa. Alessia lo invitó a comer y Alessandro le debe. Enzo observó la acción de Alessandro. La verdad es que hacía mucho que no lo veía así de feliz y tan gentil. Le guiñó el ojo a Elvira y esta sonrió.
—Bueno, mi niña, te presento a mi hijo Enzo. Él y mi niño Alessandro son como hermanos —dijo Elvira sonriendo. Alessandro le sonrió y agregó— Él es mi mano derecha. Confío plenamente en él y es el único que aguanta mis berrinches —dijo con gracia.
—Mm, vaya. No te preocupes, Enzo. Llegó tu abogada. Te defenderé del ogro cuando lo necesites —dijo Alessia y todos se rieron.
Cenaron y después los niños le pidieron a Alessandro que les leyera un cuento. Él no se negó. Le dijo a Enzo que lo esperara y este fue a darse cuenta de un baño y volvió a esperar a Alessandro. Se puso a charlar con los tres y sonó el timbre. Fue Emily y abrió la puerta. Era Elisa San Marino.
¿Qué va a pasar? ¿Qué quiere esta mujer en casa de Alessandro?
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