Una interposición a los conformistas del odio, con dirección a los aprietos de su agobio. Noam soltó un respiro de alivio, sus manos me tocaron como aquella noche, con frialdad… como el arisco viento nocturno palmeando la piel expuesta a su tacto, sosteniendo un apretón que regalaba indicios de su enojo y cansancio.
—Eres otro de ellos… —Murmuré al tenerlo cerca —Otro de tantos.
De un tirón me arrastró hasta la salida del aeropuerto, el resto de los militares dieron luz verde a la apertura de los demás vuelos, en cuento yo me devolvía a la esquina de mi infierno, abrió la puerta de una camioneta oscura obligándome a entrar en ella.
Su mano no se desprendía de mí hombro derecho y un conductor de traje azul daba un saludo discreto al sargento Kim Noam Ho que en cuestión de tiempo arrancó el monstruo de gasolina.
—Cuando el venga por usted, no habrá un alma en todo el mundo que lo salve.
Como una flecha ardiente, mis palabras lo atrajeron para verme directamente —¿Y quién vendrá por mí?
Yo sonreí sombríamente con el deseo de extasiarme en su posible preocupación, casi mi corazón llamaba de manera desprendida a mi amado Nour, si el tuviera conocimiento de esto… Sería otro cuento.
—No piensas responder, tal vez me equivoque contigo… —Contestó pacíficamente tocando con sus dedos claros algunos rizos de mi cabello oscuro —¿La altanería también preside tu raza?
—Maldito —Escupí con la rabia de sus asquerosas palabras, se está refiriendo a las brujas como otra raza en frente de mi cara, ¿Y qué ahí de las que nacieron así? ¿Son ratas o cucarachas?
—Qué valiente… Cuánto te torture no dudará mucho tu resistencia, apuesto a qué harás cualquier cosa con tal de que el dolor se desprenda.
Apenas freno la camioneta, un guardia abrió la puerta y de un solo empujón me tiro a la acera de un gris centro penitenciario con un lema estúpido en contra de las brujas, pero lo más aterrador era observar como la gran cantidad de personas que se hallaban afuera estaban reclamando por matar a todos los hechiceros, en cuanto me vieron me tiraron piedras, escapularios y cruces de madera…
—¡Maten a esas brujas! ¡Salven a nuestros hijos! ¡Son corrompedoras absolutas!
Al otro lado del disturbio, camarógrafos y periodistas se volvían parte del tumulto, suplicando a los burgueses que capturen a todas y detonen las bombas después de su Santa misa claustral.
Mi dolor era tan grande por la escoria de los ricos cambiantes en las mentes de todos los demás, una tiranía con cucharas de oro y corazones blindados sin paz.
—¡Bien hecho hijo mío! —Alcance a escuchar de otro hombre con los mismos rasgos asiáticos del sargento y algunos cabellos canosos peinados hacia atrás, venía orgulloso caminando en un saludo coloso por la multitud que escupía sacrilegios.
—¿Hijo? —Pregunto con recelo después de ver mis rasguños por los objetos, sin embargo, daba igual, solo intentaba levantarme sin que otra piedra me conformara al suelo.
Los dos rieron con mi pregunta y me llevaron hasta dentro, pasillos interminables comprendían mi encierro, la humedad se regocijaba entre los muros y el techo.
—¿Cuál es su poder? —Corresponde el hombre mayor vestido elegantemente en un traje blanco y corbata de color —¿Qué tipo de magia usa?
El hijo se contrae nervioso mientras me lanza a una silla de cuero en un cuarto vacío con ventanas falsas de espejos —No he podido reconocerlo, su don lo niega incesantemente.
Aquel hombre pasa su rostro sonriente a contraído de repente, yo me contenía por no decir cualquier cosa para librarme de esta gente, cerré mis ojos deseando mis iris café oscuros de vuelta, cuando de la nada un sonido fuerte me alerta, nerviosa abro uno de mis ojos deteniendo la escena frente a mis narices, el padre le había golpeado a su hijo hasta dejar su mejilla pálida en rubor carmín.
—Sigues siendo igual de débil que tu madre… —Réplica aquel hombre bajo el silencio de Noam —Ya lárgate, yo me encargo de que esta mustia cante.
—Padre… —Mencionó más su tono de voz era bajo y frágil, como si sus ojos se clavaran de miedo cuando pasaron por mi cuerpo, mas se limitó a irse dejándome encerrada con ese tipejo.
—¿Cuál es tu nombre bruja?
—No soy ninguna bruja.
—Haber… De alguna forma lo vamos averiguar juntos Clío Dubois.
—Si ya conocía mi nombre, este intento de acercamiento se vuelve inútil ¿Cómo cree probarme?
El hombre saca una navaja plateada de su muy seguramente costoso pantalón, la desenvuelve con una maestría hipnótica que me revuelve el estómago. A pesar de su apariencia conoce de la guerra y temo que conozca también de la tortura.
—¿Conoces algún demonio desde tu nacimiento o apareció en algún año específico?
—No lo sé —Contesté hastiada y con la garganta seca sintiendo el aire frío tocando mi lengua —¿Qué podría catalogar un hombre como usted lo que es un demonio? Ya que, si me lo pregunta de esa manera, he conocido varios… Genocidas, violadores, maltratadores, estafadores, ladrones que asesinan, ricos opresores… Es una lista diaria para una periodista cotidiana.
Y lo que temía me antecedió, apenas termine de contestar la navaja corrió por mi brazo con la forma de una K sangrienta y dolorosa al desprendimiento de mi piel, grite enseguida… su punto específico era agonizante.
—Si al pasar de mi interrogatorio no responde adecuadamente, terminará muerta con la última letra de mi nombre escrita al costado de su corazón —Este contestó al son que oraba tan irónicamente suplicando perdón por la muerte de hoy —¿Qué tipo de magia emplea?
—Vestirse de marfil, matando mujeres envenenadas por su sed de sangre —Titube un momento después de responder y la sangre de mi cuerpo volvió a correr en forma de I.
—¿Nombre del demonio a quien vendió su alma?
—Le dicen la bestia con sacos de dinero en su manga —Derroche en mi vestigio de rabia, que solo fue un impulso para el explosivo hombre que remarca una M profunda en mi hombro izquierdo, el sufrimiento era avasallador, me quemaba los huesos —¡Nour!
—¿Quién es Nour? ¿Su novio que grita en las rejas hace veinte minutos?
—¿De qué habla? —Pregunté y el viejo arisco extiende su teléfono permitiéndome presenciar a Ryan que a gritos y palos se interponía con los guardias, uno de sus ojos estaba morado como otras partes de sus brazos.
Me dolía tanto… que caí al suelo disipando parte de la sangre que enrollaba mi cuerpo —Por favor…
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Comments
Irma Rocha Cruz
ohhhh por dios... malnacido hdspm.....
2024-05-25
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