Capítulo 11

Bajo la luz del sol, que no era abrumadoramente dura, una figura se deslizaba sobre las cabezas del trío. Este ser tenía una gran envergadura, adornado con impresionantes escamas azules y una longitud que desafiaba la medida.

Aksa estimó que podría estar a 10 kilómetros de distancia, y eso es lo que reflexionó. Para los otros dos a su lado, la vista ya no despertaba asombro. Después de todo, este dragón, la criatura que contemplaban, era Freya, una entidad adorada por la raza de los dragones desde tiempos inmemoriales.

Volando entre las nubes, el dragón se dirigía hacia la cima de una imponente torre blanca que perforaba los cielos.

Vivia aclaró.

"En esa torre habita la deidad del dragón. La leyenda cuenta que cualquiera que llegue a la cima puede casarse con ella y ella les concederá un deseo."

"¿Cuál es el punto de casarse con un dragón? Lo más probable es que termines como su comida", dijo Heliet, enrojeciendo y hinchando sus mejillas.

Heliet temía que Aksa intentara escalar la torre, dejándola sola. Sin embargo, a Aksa no le importaban esos mitos en lo absoluto.

Su único propósito aquí era vivir despreocupadamente y embarcarse en aventuras. El matrimonio podía esperar, pensó él.

Después de disfrutar del plato de pescado que había preparado, Aksa se levantó de su asiento.

"Me estoy yendo ahora. ¿Y ustedes dos?"

"Todavía tengo cosas que hacer más tarde, ve tú adelante".

"Luego cocinaré la cena".

"Claro, prepara algo de carne sabrosa para mí".

"Necesito patrullar los alrededores primero, nos vemos de vuelta en la ciudad".

Sin mirar atrás, Aksa se alejó. Una vez fuera de la vista, Vivia suspiró profundamente y luego miró a Heliet.

"¿Todavía no le has dicho la verdad?"

"No quiero preocuparlo. Además, disfruto de su compañía".

Una pequeña sonrisa se insinuó en el rostro de Heliet, lo que hizo que Vivia sacudiera la cabeza repetidamente; era la primera vez que Vivia presenciaba tanta sinceridad en esa sonrisa.

"Tarde o temprano, sucederá... La razón por la que me quedo en la ciudad de Antares es también porque tú ya no puedes proteger este lugar".

Vivia se levantó para irse, pero después de unos pasos, Heliet llamó.

"Gracias por aquella vez. Si no hubieras venido, Antares podría no existir ya".

"No hay problema. Considera esto un favor de un amigo. Desafortunadamente, no logré acabar con el dragón de la destrucción; algún día, podría volver aquí".

Después de su breve intercambio, tomaron caminos separados.

La brisa suave jugaba con el cabello de Heliet, mientras que la hierba y las flores silvestres ondeaban a su alrededor.

"Después de vivir novecientos años, supongo que no me quedan arrepentimientos".

***

Al regresar a la guild por mi recompensa de pesca, Lulu me entregó alegremente una bolsa de monedas que parecía excesivamente generosa.

"Cincuenta monedas de plata".

"¿Señorita Lulu?" pregunté con sorpresa en mi voz.

"Tienes un bono... Aksa, has sido diligente en derrotar a los slimes, por eso la guild te ha otorgado un extra".

"Solo he estado venciendo slimes, sin embargo. No es nada extraordinario".

Lulu desestimó la idea con un gesto de su mano.

"La verdad es que los slimes se han estado multiplicando cerca del pueblo, y eso se debe a que ya no hay aventureros que los cacen. Desde que llegaste, Aksa, ya no es un problema y podemos mantener el control sobre su población".

Aun perplejo, elegí aceptarlo con gratitud.

"Gracias".

"Si realmente estás agradecido, ¿tal vez podríamos salir en una cita?" Lulu bromeó, guiñando un ojo traviesamente.

"Lo pensaré", respondí, lo que solo la llevó a hacer pucheros con las mejillas infladas.

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