Esta era una extensión estéril de tierra en las afueras de Antares. Aparté algunas malezas crecidas y descubrí una criatura viscosa saltando hacia mí.
Las criaturas viscosas, conocidas por sus propiedades disolventes de la vestimenta, hacían que fuera poco probable que cualquier mujer se embarcara en tales misiones, mientras que los hombres a menudo optaban por misiones menos peligrosas. En esencia, este era un trabajo aparentemente destinado solo para mí.
La criatura viscosa se aferró tenazmente a mi rostro; con un tirón enérgico, la hice caer al suelo. La envolví rápidamente en un paño fino antes de golpearla con mi palo hasta que pude ver el espíritu de la criatura ascender a los cielos.
Las criaturas viscosas, con sus frágiles cuerpos, eran fácilmente destruidas de esta manera. Presioné sobre la criatura envuelta y extraje toda su esencia en un frasco, repitiendo el proceso hasta alcanzar mi objetivo. Con la tarea completa, regresé al gremio para cobrar mis ganancias del día.
Quedaban unas pocas horas antes de las seis, así que compré una bolsa de manzanas para llevar a casa.
"Bienvenida de vuelta, Aksa", saludó lentamente la hechicera desde su tienda. A partir de este día, ella iba a ser mi mentora; supongo que debería empezar a llamarla señorita Heliet.
La señorita Heliet suspiró suavemente mientras giraba su dedo índice, aparentemente desanimada por la falta de productos vendidos, solo mi espada había encontrado un nuevo dueño, mientras que las herramientas mágicas y pociones aún quedaban intactas en sus estantes.
"He traído manzanas, ¿querrías algunas, profesora?"
"Apreciaría unas cuantas, por favor pélalas para mí", respondió con una pequeña sonrisa.
"Deberías hacerlo tú misma".
"Eh".
Le entregué una manzana, guardando el resto para mí.
"Hoy ha sido agotador, creo que me retiraré temprano".
"Por supuesto, buenas noches".
Subí a mi habitación en el segundo piso y aseguré la puerta como precaución. A la señorita Heliet podría resultarle inquietante descubrir mi ausencia de este espacio.
Mientras estaba en mi cama, imaginé el semblante de la Diosa que me había traído a este mundo. Cuando las manecillas del reloj se alinearon a las 06:00, me encontré en la modesta morada de la Diosa.
Se asemejaba a una casa tradicional construida con tablas de madera.
Este reino era conocido como el dominio de la Diosa. Observé a una mujer de pechos generosos cuidando su jardín: su característico cabello azul trenzado y su vestido blanco impecable.
Su nombre era Diosa Nermala, con labios finos, cejas alargadas y ojos azules impactantes.
"Aksa, ¿eres tú... has venido?"
"Si tengo tiempo, siempre deseo venir aquí".
"Me complace oír eso. ¿Me ayudarías en el jardín?"
"Absolutamente".
Comencé a trabajar, cavando un pequeño hoyo con una paleta para acomodar una plántula de tomate. El dominio de la Diosa seguía su propia línea de tiempo única y distinta al mundo humano, por lo que incluso estancias prolongadas aquí apenas equivalían a minutos en mi propio reino.
La Diosa Nermala habló,
"¿Cómo te va la vida en tu mundo?"
"Bien, es un mundo encantador, aunque peligroso. Me he encontrado con almas amables, una de ellas es Vivia Legal".
Estaba algo preocupada cuando Aksa eligió vivir en las afueras, pero parece que todo está bien".
Le ofrecí una sonrisa suave mientras cubría el suelo sobre la plántula.
Para mí, la Diosa Nermala personificaba cualidades que a menudo se buscan en las mujeres maduras: más allá de su pecho generoso, ella poseía una medida profunda de cuidado maternal.
Aún recuerdo nuestro primer encuentro; al enterarse de mi vida anterior en otro mundo, ella lloró por mí, me abrazó y consoló,
"Has luchado duro, Aksa, hueeehhh".
Ella era de hecho una mujer de corazón tierno, aunque en ese momento yo no había perecido realmente.
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