Catalina

Catalina siguió bebiendo sin control, ella no quería recordar lo difícil que había sido su vida y lo poco que realmente la había disfrutado, cuando era pequeña solo vivía para hacer que sus padres se sintieran orgullosos de ella, después solo quería encajar en la sociedad y ahora debe seguir a este idiota a todas partes, el cual piensa además que ella es una insípida, lo único bueno en su vida había sido su hija, por esa pequeña ella salió adelante, aunque los métodos que uso no eran los más apropiados, quien podría juzgarla, si todo lo que hizo fue gracias a las circunstancias.

Catalina estaba bastante alegre y cuando Ignacio la quiso invitar a bailar Enzo se opuso, él no dejaría que ella bailará con nadie en el estado en el que se encontraba.

— No te metas si yo quiero bailar, bailo con él y punto. — regaño Catalina tambaleándose.

— Dije que no, mejor vamos te llevo a casa. — dijo Enzo poniéndose de pie.

— Yo no me quiero ir, mejor vamos a bailar, como te llames. — insistió Catalina.

— Dije que no, tú te vienes ahora mismo conmigo. — ordeno Enzo perdiendo la paciencia.

— Hablo en macho alfa al que nadie le dice que no, pues mira como te rechazo. — continuo, Catalina sacando de sus casillas a Enzo.

Cuando Catalina quiso irse con Ignacio a la pista de baile, Enzo la agarró de la mano y él mismo la llevo a bailar.

— Quieres bailar!, entonces lo harás conmigo. — su voz dominante hizo que una corriente eléctrica recorriera toda la columna vertebral de Catalina quien quedó hipnotizada ante la fuerte voz de Enzo.

Los dos caminaron hasta la pista de baile y Enzo empezó a seducir a Catalina con una serie de movimientos, dejándola a ella ahí parada en medio de la pista sin saber cómo reaccionar a este hombre.

— No veo que te muevas. — comento Enzo al oído de Catalina.

Fue entonces que ella empezó a moverse de manera sensual, ambos se empezaron a mover con movimientos muy atrevidos, sus cuerpos se invitaban mutuamente a sentirse, a explorar cada parte del otro, pero Enzo no se atrevería a ir más allá, ya que Catalina estaba muy ebria y él no sería capaz de aprovecharse de su estado.

— Es hora de llevarte a tu casa. — susurro Enzo al oído de Catalina.

— Sí, es lo mejor. — Catalina estuvo de acuerdo con su jefe.

Enzo fue por la cartera de Catalina y luego la saco de aquel lugar, ella se quedó dormida en el auto, estaban algo alejados de la sus casas así que el viaje tardaría al menos una hora, en el trayecto Catalina empezó a tener pesadillas, era la misma pesadilla de siempre, era la del día en el que ese desconocido abuso de ella.

— No déjame, no me haga daño, por favor, por favor. — murmuraba Catalina dormida.

Enzo la miró extrañado, aunque no entendía lo que la chica decía, el sí entendía que ella estaba pasándola mal en sus sueños, aprovecho una luz roja para intentar despertar a su acompañante, pero era inútil, ella tenía el sueño muy pesado y no despertaba.

Después de un largo intento, al fin Enzo logro despertarla.

— No me toques!. — grito Catalina asustada.

— Tranquila no pensaba hacerte nada, simplemente quería despertarte. — argumento Enzo levantando las manos en señal de paz.

— Lo siento, estaba soñando. — dijo Catalina desorientada.

— Sería una pesadilla. — comento Enzo sarcástico.

— No tiene importancia, y respecto a esta noche, mejor es olvidarla, no sé qué me pasó. — sugirió Catalina sin expresión.

— Y qué fue lo que pasó?. — pregunto Enzo con una sonrisa.

Catalina le devolvió la sonrisa sin pensarlo, por primera vez bajo la guardia frente a Enzo y esto la hizo sentir cómoda, ella no sabía por qué sentía que podía confiar en él, pero su instinto de sobrevivencia era más fuerte y este prefería estar lejos de todo el mundo.

— Espérame aquí. — dijo Enzo estacionando el auto en frente de una farmacia.

— Qué va a hacer?. — pregunto Catalina preocupada.

— Voy por unas cosas, no tardó. — Enzo bajo del auto y entro a la farmacia.

Catalina lo veía desde el auto, ella vio como la mayoría de las empleadas del local coqueteaban con él, definitivamente Enzo era un hombre del cual ella no se podía confiar, él es un mujeriego que solo busca llevar a la cama a cualquiera que se le atravesará, pero, por otro lado, Catalina se sentía tranquila, ya que para Enzo ella no era más que una insípida, así que seguramente no buscaba nada de eso con ella, después de un par de minutos Enzo volvió al auto con una bolsa en las manos.

— Aquí tienes, tomate esto para que no amanezcas con malestar mañana. — explico Enzo entregándole la bolsa a Catalina.

— Qué es todo esto?. — pregunto ella asombrada.

— Bueno, es que bebiste demasiado y cuando se te pase tu cuerpo pasará factura. — explico Enzo poniendo en marcha el vehículo.

Catalina se tomó lo que Enzo le había entregado, ella sabía muy bien lo que era una cruda y aunque no era de beber mucho esa noche se pasó de tragos.

— Hemos llegado, ya estás en tu casa sana y salva. — comento Enzo con una sonrisa.

— Gracias señor March, quería pedirle disculpas por mi comportamiento de esta noche. — dijo Catalina sinceramente.

— Seguramente tienes un jefe gruñón que te hizo la vida imposible toda la semana y solo querías sacar un poco el estrés. — el comentario de Enzo hizo que Catalina se riera muy fuerte y es que en parte esa era la razón para ella ponerse en ese estado.

Después de reírse Catalina se despidió de su jefe intentando quitarse el cinturón de seguridad, pero por alguna extraña razón el cinturón no se desabrochaba, Enzo sonrió al ver cómo ella luchaba para liberarse, así que decidió ayudarla.

— Deja yo te ayudo. — dijo Enzo acercándose a Catalina.

Sus miradas se cruzaron por unos instantes, Catalina pensó que Enzo la podía besar en ese momento y su cuerpo deseaba ese contacto físico, ella no entendía que le estaba pasando, anteriormente cuando alguien se acercaba demasiado su instinto la hacía alejarse de ese hombre, pero con Enzo era diferente, ella no le tenía miedo.