¿CUÑADA O ENEMIGA?

... En el hotel, Betsabé le pide a Fernando que la lleve a casa. Esté no comprende, pero acepta llevarla. Gil los ve salir juntos, el quiere detenerlos, sin embargo su novia no lo deja.

Durante el viaje de regreso, Fernando le pregunta a Betsabé que está mal, el la conoce lo suficientemente bien para saber que algo le pasa, ella no puede explicarle lo que pasó con Gil en el pasado, así que le pide no darle importancia a su rostro desganado, lo que ella tiene es cansancio.

Fernando la deja en casa de su madre y le pide que se vean el fin de semana. Betsabé acepta y se mete a dormir. A la mañana siguiente, su celular no deja de recibir mensajes de Gil.

"Así no quieras tienes que venir a trabajar."

"Si leíste el contrato seguro sabes que no puedes renunciar a menos que yo acepte."

"Aumentaré tu salario, ven a trabajar."

"No te dejaré libre hasta recibir una explicación, deja de perder el tiempo huyendo."

Betsabé bloquea el número y continúa durmiendo, unas horas después, su madre llama a su puerta.

— Hija, tienes visitas.

— ¿Quién es? — Betsabé sale en pijama, Gil suelta una risa burlona y ella se avergüenza. — Señor, ¿qué hace usted aquí? — Ella mira a todos lados. — ¿Dónde está mi madre?

— Dijo que haría las compras. — Él la mira de pies a cabeza y de nuevo se ríe. — ¿Siempre te levantas tan hermosa en las mañanas?

— No se burlé de mi.

— No lo hago.

— ¿Qué quiere? ¿Por qué vino?

— Vine a darte tu contrato. Se que lo leíste, pero sin querer te hice firmar algo que no debías. Ese día estabas tan cansada que no te tomaste el tiempo de analizar las letras pequeñas. — Gil le pasa su contrato, ella lo toma y empieza a leer cosas que no vio la primera vez, incluido el hecho de que si renuncia sin conseguir la aprobación del jefe, debería pagar un millón de pesos.

— ¿Qué es esto?

— Fue sin querer. No te enojes conmigo.

— ¿Cuándo te volviste tan despreciable?

— No lo tomes así. Vuelve al trabajo y todo estará bien.

— No quiero volver a trabajar usted.

— ¿De qué tienes miedo?

— No tengo miedo.

— Entonces no tienes motivo para no regresar.

— Si vuelvo seguirá molestando con saber una verdad que no existe.

— Tu vuelve. Te esperó mañana, si no vas pensaré que estás dispuesta a pagar el millón. Nos vemos. — Gil se da la vuelta, antes de irse, observa a Betsabé. — No me detendré hasta saber esa verdad que si existe. Todo terminará más rápido si me dices lo que sucedió en ese tiempo.

— Ya te he dicho que nada paso. — Gil sonríe decepcionado.

— Te esperó mañana. Llega puntual, me pongo ansioso cuándo no te veo. — Betsabé desvía su mirada y el se va.

— ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo voy a soportar sus cuestionarios? Dios dame fuerza para soportar esta situación. — Ella camina de un lado al otro. — Si es verdad que le das las batallas más difíciles a tus soldados más fuertes, conmigo te equivocaste, soy un soldado débil. No quiero está batalla. Ésto no me puede estar pasando a mi. ¿Por qué tuvo que regresar? Debió quedarse en Inglaterra para siempre.

Betsabé no sabe que hacer. ¿Cómo va salir de esa situación? Si tan sólo tuviera el dinero. Ella lo piensa detenidamente, quizás Siomara si tenga esa cantidad, podría pedirle prestado. Betsabé odia ser el problema de otras personas, pero ésto es de vida o muerte.

A la mañana siguiente, ella visita a su amiga, Fernando es quién abre la puerta, y se alegra mucho al verla.

— Betsi. ¿Qué haces aquí tan temprano?

— Hola Fer. ¿Siomara está aquí?

— Si. Pero está dormida.

— ¿Puedo pasar a verla?

— Adelante pasa. — Betsabé entra a la habitación. Ve a su amiga durmiendo plácidamente y se siente muy mal por tener que despertarla. Recordando su situación actual, se siente más mal por ella. Por lo que procede a despertarla.

— Siomi. Siomi.

— ¿Betsabé? ¿Qué haces aquí a está hora? — Ella se levanta desganada.

— Tengo que hablar contigo. Necesito un favor.

— ¿Un favor? — Betsabé no es la clase de persona que pide favores, a Siomara le parece extraño. — Empiezas a preocuparme. Dime qué pasa.

— Necesito un millón.

— ¿Pará que necesitas tanto dinero?

— Es complicado.

— ¿Te metiste en apuestas? ¿es eso?

— No. Por favor no me pidas explicaciones, en verdad necesito el dinero. ¿Puedes prestarme?

— Betsi lo siento. Pero no tengo tanto dinero, sabes que la enfermedad de mi madre me hace gastar mucho, podría prestarte medio millón, nada más. — Medio millón, más mis ahorros, apenas juntaría los 800 mil pesos. Me faltarían 200 mil. ¿De dónde voy a sacar eso? El banco, claro, esa es la solución.

— Te llamaré más tarde.

— Está bien. Cuídate. — Betsabé va al banco dónde tiene sus ahorros, ven su historia y todo parece perfecto, exepto por los intereses, aunque está dispuesta a pagarlos, sin embargo, de la nada ellos le niegan el préstamo, usan argumentos que le parecen absurdos. Así que regresa al principio. Su segunda esperanza se ha ido. Ahora lo único que le queda es ir a trabajar.