BL.
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Alfred es un hombre que se dedica a desmentir leyendas junto con su hermano. Toda su vida ha sido relativamente tranquila o así lo cree él, en realidad no tiene casi ningún recuerdo. Estos parecen estar tapados con una espesa niebla blanca.
Jamás sintió demasiada intriga sobre el por qué sus recuerdos habían desaparecido, hasta que una extraña leyenda llega a sus manos, de hecho, fue muy conveniente para poder solucionar también el desastre en el cual su hermano se había metido.
Esta leyenda trataba sobre un Ángel y ofrecía una muy buena recompensa, junto con su hermano se embarca en su nueva aventura, que sin que Alfred lo supiera, se convertirá en el camino para desenvolver su pasado y encontrar a alguien que lo ha estado esperando en secreto.
Pd: La imagen de la portada NO me pertenece.
Newt y Thomas son solo una representación.
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Capítulo 9: ...ni el Loco es tan Loco.
Un constante picoteo en su mejilla lo hizo abrir sus ojos con algo de fastidio, la luz estaba encendida, por lo cual inmediatamente los cerró eh intento cubrirse con la manta, pero una mano tomo su muñeca y lo detuvo con suavidad.
—La comida—. La voz del infante lo despertó por completo y se sentó en la pequeña cama, todo el rastro de molestia que tenía al ser despertado de tal manera se desvaneció. Miro al niño que parecía de alrededor de ocho años, estaba vestido con un chistoso marinerito color amarillo.
—Oh, hola—. Saludo con suavidad, el niño le sonrió y movió su regordeta mano.
—Mamá me dijo que te despertara—. El niño tomo su mano y la jalo intentando ponerlo de pie. —No hay que desobedecer a las madres.
Alfred se puso de pie y no pudo evitar mirar nuevamente al pequeño, ¿qué hacia un niño en un barco de contrabando?, ¿era hijo de alguna tripulante?
— ¿Quién es tú madre?
—Mamá Mairy y Mami Sonia—. Dedujo que Sonia era la esposa de Mairy. El niño lo saco del camarote, el viento frío y salado se precipito a su rostro llevándose cualquier rastro de cansancio, ya estando más despierto que antes alzo la mirada al cielo nocturno. Era una noche sin luna y las estrellas titilaban en lo alto. Cómo luciérnagas de plata.
Fue llevado hasta la cabina que estaba iluminada tenuemente, al entrar las risas y charlas animadas llegaron hasta sus oídos. El niño se aparo de él y fue corriendo hasta la mujer de cabello naranja, el cual estaba resplandeciendo gracias a la luz. Alfred podía jurar que parecían llamas.
—Lo traje.
—¡Alfred!—. Miro a su hermano el cual le sonreía señalándole un asiento vacío con su mano, fue hasta allí bajo algunas miradas risueñas de los tripulantes.
—No sabía que la hora de comer era tan animada.
—En altamar todo es una experiencia—. Hablo Mairy, Hugo estaba sentado a su lado y Alfred estaba cerca de ella. La mujer tomo una cuchara con puré de papas y se la dio a su pequeño hijo. —La comida sabe mejor cuando uno está en familia, ¿no lo crees?
Alfred asintió encontrando sus palabras muy razonables, a él siempre le agrado comer junto con Hugo, después de todo era su hermano. Siempre charlaban de cosas triviales en la mesa, pero esta vez estaba callado mientras comía, aún estaba algo enojado con este hermano imprudente que tenía por no avisarle de ante mano lo que cargaba este barco.
Cargo la cuchara con puré y se la llevo a la boca, no sabía mal, estaba condimentado con algunas especias picantes, por lo cual rápidamente desapareció de su plato. Sus oídos se agudizaron escuchando las conversaciones de la mesa, Hugo y Mairy hablaban sobre cortinas y cual color sería ideal para la casa que compartía con su esposa, otros marineros hablaban sobre lo que harían al llegar a casa después del viaje y otros eran más picarones al mencionar a las mujeres de Moet, Alfred instintivamente comenzó a sentirse aburrido y continuo concentrándose en la comida que aún le quedaba.
— ¿Quiere oír la historia?— Una voz bastante carrasposa lo hizo levantar la cabeza al recordar a Ara, solo que esta voz provenía de un hombre. La mirada de Alfred se encontró con la de un anciano, tenía un ojo blanco y el otro de un indescriptible azul.
—Holgón empieza otra vez.
—Cállate, viejo loco.
— ¿Aún sigue vivo?, es increíble. ¿No me habían dicho que había muerto la semana pasada?
Las carcajadas estallaron sobre la mesa y este tal Holgón no parecía nada molesto ante sus comentarios, ya era demasiado viejo para preocuparse por los jóvenes y al parecer nadie lo había notado en la mesa hasta que hablo. Alf no pudo evitar fruncir el ceño y mirar a los otros tripulantes.
— ¿Qué historia?— No planeaba ignorar a una persona y menos si era un abuelo.
—Amigo, ¿en verdad lo dejaras hablar?, me temo que no se callara jamás—. La persona sentada frente a Alfred le pregunto, su tono era algo tosco. Los orbes color miel lo observaron sin decir nada y gradualmente se sintió un poco inquieto, así que agarrando su plato cambio de lugar con el viejo a modo de que él ahora estaba sentado frente a Alfred.
— ¿Cómo te llamas?— Pregunto con calma mientras su ojo azul destellaba y una sonrisa suave se extendía por su cara sobre las arrugas de la edad.
—Alfred.
—Oh, me resultas familiar. ¿Ya nos hemos visto?
—Me temo que no—. Negó y el hombre mayor suspiro con algo de melancolía.
—Holgón cuenta las mejores historias en este barco—. Comento Mairy mientras los miraba. —Aunque no lo creas, es muy respetado por la tripulación.
¿Respetado?, pareciera como si en verdad desearan su muerte.
Alfred solo asintió en reconocimiento para hacerle saber que la había escuchado.
— ¿Alguna vez has oído hablar del capitán Lenarold?
—No.
—Ey, viejo. ¿Quiere algo de vino?— El ojo ciego y el ojo azul se dirigieron hacia Hugo mientras expresaba una negativa. Alfred pudo ver que su hermano forzaba una sonrisa. —¿Por qué mejor no le cuenta otra historia?, como una verdadera que no trate sobre un capitán fantasioso.
Alfred le dio un codazo a Hugo, ¿Por qué de repente se comportaba así?
—Quiero oírlo.
El anciano ignoro a Hugo y volvió su atención a Alfred, en cuanto comenzó a hablar las voces de la mesa se fueron sofocando poco apoco. Todos le estaban prestando atención.
—Dicen que hace muchos años, demasiados para contarlos con los dedos de las manos y los pies. Un ataúd de cristal fue pescado en alta mar—. Comenzó. —Los marineros de Ler, así se llamaba el barco en ese entonces, no pudieron evitar soltar vítores y cantar de alegría al haber encontrado el tesoro que les había sido encomendado.
En ese entonces la tarde era muy lluviosa, el océano parecía enojado por haber perdido un tesoro tan valioso, el barco se zarandeaba de un lado a otro debido a las violentas olas. Muchos de los marineros se sujetaron de las espigas para evitar caer al mar ante tanto movimiento.
Lenarold, el capitán, se acomodó su capucha mientras su cabello mojado filtraba el agua hasta sus ropas secas dentro de la gabardina, se llevó un catalejo a su ojo mientras buscaba algo de tierra en donde pudieran parar hasta que la tormenta terminara. Desgraciadamente solo podía ver el mar gris, de repente, mientras se quitaba el catalejo, su mirada capto algo brillante que cayó al mar. Los gritos se sorpresa se escucharon. Su rostro se puso aún más pálido. Tomando una cuerda del mástil bajo apresuradamente ignorando el dolor que producía el roce de su piel sobre el material áspero de la soga, cayó en la línea de crujía con gracia y corrió hasta la amura de babor, en donde aprecio como el ataúd se hundía en las aguas, para después ser escupido por estas.
— ¡No podemos perderlo!— Grito por sobre el viento, ¡no permitiría que todos los esfuerzos de sus camaradas fueran en vano! — ¡Traigan las redes de malla!
Su tripulación no tardo en traer las redes, pero maldición. ¡Su objetivo estaba muy lejos!
Lenarold no estaba dispuesto a rendirse tan fácil, con pasos agiles y rápidos se posiciono detrás del timón y comenzó a girarlo hacia el lado babor. Las venas se abultaron en su mano mientras ejercía fuerza, el mar hoy no lo detendría. ¡Y en realidad pudo llevar el barco aún más cerca!
— ¡Ahora!—. Bramo y las redes volaron hacia el mar, ¡enredándose en el objeto de gran tamaño con éxito!
Un marinero que se había unido a la tripulación hace dos años miro a su capitán con orgullo mientras jalaban las redes al unísono con sus otros camaradas.
Meeks.
Lenarold no pudo evitar devolverle la sonrisa a su segundo al mando, ese muchacho de piel oscura y ojos cafés se había ganado rápidamente su confianza.
Fue solo un segundo en el que el chico se distrajo, el barco se zarandeó aun con más fuerza, el objeto se hundió en las aguas de manera repentina, haciendo más fuerza por su lado, algunas de las redes abandonaron las manos de varios marineros y Meeks cayó al agua.
—Meeks—. Su grito resonó y extendió la mano como si pudiera atraparlo a esa distancia, desgraciadamente eso no ocurrió y el cuerpo esbelto del muchacho desapareció frente a sus ojos. El salvaje viento aullaba y su burlaba a su alrededor, sus ojos se volvieron rojos.
— ¡Rápido, sáquenlo del agua!
Obedeciendo, trajeron con rapidez gruesas cuerdas, las cuales arrojaron al agua, el ataúd volvió a aparecer, el mar lo había vuelto a escupir y para sobrepasa de Lenarold, Meeks seguía aferrado a él con la red.
— ¡Suelta esa cosa!—. Le ordeno, ya no le importaba si podían conseguir el ataúd o no, él mismo se encargaría de las consecuencias por no cumplir una orden.
Jamás pondría una vida humano por sobre un objeto.
El muchacho pareció escucharlo sobre el ruido del viento y el fuerte oleaje, lo miro significativamente y el capitán entendió de inmediato.
¡Maldita sea, ese hombre!
Meeks no planeaba soltar ese objeto, estaba desobedeciendo directamente una orden del capitán, no le temía al castigo. Sabía que Lenarold era de corazón blando con él y está reprimiendo que se ganaría sería algo suave como cocinar por un mes o lavar la ropa de todos por medio año. No estaba preocupado en lo absoluto.
Extendió una de sus morenas manos y sostuvo una cuerda con fuerza, mientras la otra se aferraba a la red que envolvía el cristal del objeto.
— ¡Tirad!
Mientras los tripulantes se centraban en salvar a su camarada y conseguir el preciado ataúd de cristal, no saben el porqué, pero de un momento a otro se escuchó un fuerte sonido, después la espiga se partió, una gran ola golpeo el barco, astillando el palo mayor, el cual se balanceo inestablemente por el viento antes de partirse del todo y caer hacia atrás, hacia donde estaba el timón y Lenarold.
El fuerte palo de madera robusta golpeo, todo el barco se sacudió.
— ¡Capitán!— Gritaron al unísono y al momento siguiente el barco se inclinó, nadie esperaba este giro en los acontecimientos y la mitad de los tripulantes cayeron al agua. Meeks se soltó de la cuerda cuando ya no pudo sostenerse de ella, el ataúd se hundió en el agua y volvió a salir, escupió una gran bocanada de agua salada, sus ojos oscuros apreciaron con terror como el barco se volteaba de costado por completo.
Muchos de sus hermanos marineros trataron de agarrarse a la madera rota que flotaba a sus alrededores, otros no tuvieron tanta suerte y fueron tragados por las furiosas aguas.
— ¡Mi capitán!— Grito con desesperación. — ¡Capitán!. ¡Lenarold!—Miro a su alrededor con frenesí, ¿dónde estaba ese hombre?, ¿no había tenido tiempo a reaccionar cuando el palo mayor cayó sobre él?
Intento tumbarse sobre el ataúd, como si estuviera sobre una tabla de madera eh impulsarse con sus brazos hasta el barco caído, pero el peso no estaba a su favor. El objeto de cristal era pesado y a cada segundo se hundía en las aguas y volvía a salir. Así que se vio más arrastrado que cerca de llegar a donde quería.
De repente algo golpeo su cabeza y sujeto esa cosa, notando que era una cuerda, rápidamente fue jalado hasta un gran trozo de madera.
— ¡Aquí está el Capitán!— Le grito Will, el cocinero tenía un fuerte brazo alrededor del inconsciente Lenarold mientras trataba de mantener el equilibro sobre el pedazo de madera.
El corazón de Meeks se encogió al ver la sangre que brotaba de alguna herida en la cabeza de su Capitán, esta recorría sus sienes y mejillas hasta su gabardina.
— ¿Cómo esta él?— Pregunto cuando ya estaban lo suficientemente cerca, miro el cielo, los rayos del sol comenzaban a hacerse paso a través de las nubes grises.
—No lo sé— El cocinero parecía inquieto. —Lo llame muchas veces, pero no despierta.
Rápidamente los demás sobrevivientes lucharon contra las olas, que comenzaban a amainar un poco dándoles un respiro... Era como si el mar o algo más no quisiera que obtuviera el ataúd de cristal.
Los demás marineros se acercaron hasta el gran tablón de madera. Observaron a su capitán con los ojos aguados y rojos, ajados y flojos...
— ¿Estará bien?
—Lo estará.
—Sin el Capitán estamos perdidos.
Todos guardaron silencio y bajaron sus miradas.
Lenarold les había dado una segunda oportunidad en la vida cuando nadie más lo hizo, todos juntos formaron una familia. Sin él todo estaba acabado.
Estaban empapados hasta no dar más y con heridas, tenían que encontrar tierra lo más rápido posible y dejar que ahora este mar desquiciado los llevara a algún lado, rezando para que ese lado sea un sitio seguro.
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Las horas pasaron al igual que la tormenta, el sol se asomó finalmente, tímidamente, bañándolos con sus cálidos rayos del atardecer, dándoles un poco de calor ante la frialdad de sus corazones. Lenarold seguía dormido, sus ojos fuertemente cerrados, sus pestañas proyectaban sombras dejaba de ellos, su tez estaba muy pálida. Will le había quitado la gabardina al darse cuenta que finalmente sus ropas estaban tan mojadas por haberse sumergido en el mar que ese pedazo de nilón no cubriría a su Capitán, es más, lo molestaba.
— ¿Qué es eso?
Meeks estaba sumergido en sus pensamientos mientras miraba el cristal resplandeciente, Lenarold aún no había despertado. ¿Qué tal si no volvía a despertar?, y sus compañeros de vida..., solo quedaban unos pocos vivíos ahora.
Sintió sus ojos calentarse cuando las emociones dentro suyo comenzaron a fluir desesperadamente.
Giro su rostro al oír la pregunta, estaba de espaldas a Will sobre el gran tablón de madera mientras que una de sus manos sujetaba la red que tenía el ataúd. Muchos de sus compañeros habían muerto debido a esta pequeña expedición, no se atrevería a dejar ir el objeto ahora que estaba en sus manos.
Sus ojos se abrieron con sorpresa y felicidad, también con algo de alivio.
—Luz.
— ¡Un muelle!— Exclamo alguien más.
—Realmente es un muelle—. El cocinero suspiro aliviado mientras bajaba la mirada a su Capitán. —Estamos a salvo.
Unos cinco minutos después lograron arrimarse hasta el muelle, el ataúd era un impedimento constante para moverse. Will trato de convencer a Meeks de que lo soltara, pero este se negó reiteradas veces y no volvió a hablar con nadie más hasta que todos estaban ya sobre el muelle.
Desvió su mirada, Lenarold estaba tendido sobre la madera, su cuerpo húmedo no tardo en mojarla, la amargura nuevamente lo asedio y se acercó a su inocente Capitán para asegurarse de que aun respiraba.
—Recibió un fuerte golpe—. Declaro Shal luego de que Meeks se asegurara la respiración lenta y constante de su capitán.
Él moreno miro al muchacho de piel amarillenta y suspiro, Will le dio un apretón en el hombro.
—Tenemos que movernos, no podemos quedarnos aquí—. Hablo una de las chicas de la tripulación mientras se acercaba a ellos, su expresión era peor que la de las demás personas vivas, un gran corte en su brazo había rasgado la manga de su camisa negra.
Al escucharla todos estuvieron de acuerdo, entre cinco cargaron el ataúd y Will se encargó de llevar a Lenarold en su espalda, así comenzaron a aventurarse en un lugar que les parecía completamente desconocido. Su única compañía eran ellos mismos y las estrellas que cubrían el cielo.
Meeks alzo la mirada y comenzó a mirar las lejanas luces en ese manto de negrura.
Una estrella para Erla.
Otra para Lino.
Hiks.
Ximena.
Lion.
Harem.
Oscar.
Amanda.
Paildo.
Nora.
Ñilo.
Bioy.
Jul.
Y otra para todos nosotros, los vivos desamparados.
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Unas horas después llegaron a un pueblo, la calle estaba completamente vacía, pero bien iluminada por las farolas exteriores de los hogares que proyectaban su luz hasta la vereda.
—Busquemos un lugar para descansar—. Pidió alguien, Will se ofreció a cambiar su lugar para que esta vez él llevara el ataúd, la otra parte accedió y se unió a los otros. Hace una hora el cocinero le había confiado a Lenarold al segundo al mando, Meeks podía sentir el corazón del Capitán latiendo a través de su pecho mientras golpeaba su espalda, eso lo tenía más tranquilo. Aunque seguía algo inquieto, la respiración del hombre se había hecho algo superficial.
—Aquí—. Biro a la derecha y se adentró en un callejón, los demás lo siguieron y finalmente con un suspiro de alivio dejaron el ataúd en el suelo mientras él mismo dejaba a Lenarold recostado contra una pared. —Me preocupa—. Hablo cuando se acercó a Will, los otros desviaron la mirada hacia su Capitán.
—Jamás le había sucedido algo así.
—Jamás nos había pasado algo así, perder a tantos...en un solo día—. Shal se pasó una mano por su cabello.
—Tenemos que buscar a un médico.
—No—. Hablo la chica. —Si se llaga a saber que estamos aquí será el final por completo para todos.
—Todo por este maldito ataúd, es ridículo.
—El Capitán acato una orden directa de ya sabes quién—. Siempre trataban de evitar nombrar el título del innombrable. —Era imposible para él desobedecer.
Will se pasó una mano por el rostro para después mirar hacia afuera del callejón.
—Nuestro Capitán. Oh...—La voz del gran hombre se quebró después de tanto en este horrible día. —Enfrento a ese solo para no involucrarnos, pero al final todo acabo así. ¿Cómo se sintió cuando se enteró de lo que debía de hacer...?, ¿qué habrá pasado por su mente cuando se dio cuenta que no podía dejarnos de lado?
Los ojos rojos del cocinero finalmente miraron uno por uno el rostro de sus camaradas, de su familia. Todo había terminado tan mal, Lenarold era un hombre tan reservado, siempre intentando animar a todos cuando ni él mismo sabía que le pasaba, el destino que les esperaba.
La vida era tan cruel con los que menos se lo merecían.
Ante la atenta mirada de Will el corazón de Meeks se encogió y se llevó una mano al pecho, sentía un gran nudo en su garganta al tan solo imaginar las respuestas.
—Ha hecho mucho por nosotros—. Su voz salió como un fino hilo. —Nos dio cobijo, no nos juzgó cuando nos conoció y nos tendió la mano—. Cada uno sabía muy bien lo que habían hecho en el pasado, todos eran ex criminales dejados a un lado por la sociedad. Nadie quería ayudar a asesinos o asaltantes, solo Lenarold les dio una segunda oportunidad dándoles un poco de su confianza. —En este momento nuestro Capitán nos necesita, que nos importe una mierda si ese nos mandó a capturar o a matar, ¡lo que sea, no importa! Vayamos a buscar a un maldito médico.
Al final ya nadie se opuso ante su idea, sabían que Meeks tenía razón, así que se prepararon para agarrar nuevamente el ataúd mientras él mismo se acercaba a Lenarold, miro al hombre por unos segundos y su corazón latió con fuerza, sentía que algo no iba muy bien, así que se puso en cuclillas a su lado y puso uno de sus dedos debajo de la nariz del contrario.
Nada.
No sintió nada.
—No, no.
Tomo el cuerpo flácido entre sus brazos y lo recostó en el suelo, pego su oreja al pecho del hombre que ya no subía ni bajaba, no logro oír ningún sonido.
— ¡WILL!— Atino a gritar mientras comenzaba a realizar compresiones, sin que él se diera cuanta las lágrimas se desplazaban por su rostro.
Esto no podía estar pasando, no a Lenarold.
Will hizo que los otros se encargaran de sostener del ataúd mientras se acercaba a Meeks, este estaba desesperado, detuvo las compresiones para darle aire de boca a boca al hombre que ya no mostraba signos de vida.
—Niño—. Susurro Will. —, déjalo descansar.
Por primera vez en su vida miro con odio al hombre amable delante de él.
— ¿Qué?, ¿¡después de todo lo que él hizo por ti lo dejaras morir!?
—El Capitán...sabes que de todas maneras no podría vivir al ver a su tripulación así—Susurro la chica antes de dejar escapar un grito ahogado. Meeks y Will rápidamente miraron lo que se estaba desarrollando frente a ellos, Shal, el más joven de la tripulación se inclinó hacia adelante, sus ojos muy abiertos y desorbitados. Se desplomo sobre el ataúd y la sangre empapo el cristal, tenía una flecha clavada en la espalda.
— ¡Corred!
— ¿¡Qué!?
Sin perder más tiempo soltaron el ataúd y huyeron con pavor, Will sostuvo a Meeks por la cintura, se lo puso sobre el hombro y también se unió a la huida, el muchacho le golpeaba la espalda con los puños mientras gritaba una y otra vez.
— ¡Él todavía está allí!, regresa. ¡Regresa!—. Sus gritos desesperados se convirtieron en sollozos amargos cuando se alejaron lo suficiente de sus perseguidores, del ataúd y de Lenarold.
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—Maldición, nos encontraron—. Chillo uno de los chicos mientras pateaba una roca. Habían logrado correr hasta un gran descampado lleno de árboles.
—No nos perseguirán por ahora, ya tienen lo que querían.
— ¿Meeks?— Will volteo a ver al muchacho que comenzaba a alejarse de ellos. — ¿A dónde vas?
—Lejos, traidores—. Sus palabras cortaron el aire, nadie hablo, tampoco nadie lo detuvo, la culpa florecía en sus corazones. Sabían que Meeks tenía razón.
Eran traidores.
¿Pero qué más podrían hacer?
Ellos querían vivir...
El moreno se alejó más y más, adentrándose en la oscuridad. Finalmente se detuvo y se apoyó en un árbol, su espalda se deslizo a lo largo del tronco hasta que se sentó sobre la tierra. Su vista se alzó hacia el cielo estrellado y rompió en llanto, se sentía como un niño abandonado, perdido.
Lenarold había muerto, muerto...
No pudo salvarlo, no pudo salvar a la persona más importante de su vida, a la persona que más amaba en este mundo.
Y jamás se lo había dicho a su Capitán.
Aun recordaba cuando lo conoció, él estaba en un vertedero buscando que comer y Lenarold le ofreció una comida, no estaba seguro de aceptarla, pero al final tenia demasiada hambre y siguió al hombre hasta una posada en donde había ordenado diversos platos.
—De ahora en adelante serás parte de mi tripulación, jamás te faltara nada.
Esas palabras le había dicho, tan suaves y cálidas, pero ahora parecían desvanecerse con el viento.
Ahora ya no le quedaba nada, había retrocedido hace dos años en donde su única compañía era la basura y su propia miseria.
¿Esto solo logro facilitar o dificultar más las cosas?
¡Te invito a seguir leyendo para descubrirlo! 💗
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