El Vaivén De La Vida

En la mañana siguiente, estaban fuera en media mañana, abriendo unas chauchas. Maxi había ido en su caballo a visitar un niño que no se sentía muy bien, pero ya estaba de regreso. Se bajó del equino y corrió a remojarse el cuerpo, hacía mucho calor, así que se quitó la camisa, y con un jarrito se ayudaba a arrojarse agua. Katrina estaba muy entretenida con la visual, siempre era un espectáculo ver a ese hombre con su torso descubierto.

En un momento se acercó Juanito para hablarle.

-¿Desensillo a relámpago, doc.?- pregunto el joven refiriéndose al caballo, que no era Tobi.

-No, déjalo en la sombra para que descanse y dale agua que tiene que hacer otra cosa ahora.- respondió Maxi y miro a katri, acto seguido se dirigió hacía ella.

¡Demonios! ¿Se habría dado cuenta de que lo estaba viendo? Se puso algo nerviosa, quiso disimular mirando a su prima.

-Buenos días.- saludo y ambas respondieron con lo mismo -¿Alguna vez monto?- le pregunto.

-¿Que? ¿Caballo pregunta usted?- pregunto ella sorprendida.

-Si...- asintió él con un aire cómico.

-Esta bromeando ¿Verdad?- volvió a preguntar katri y Maxi negó con una sonrisa -¡Solo bicicleta! Ni siquiera moto sé usar.-

-Bueno, es un buen día para que aprenda...- dijo y tomo la silla para acercarla al caballo.

-¡¿Que?! ¡Usted está loco!- exclamaba ella.

-Me lo han dicho un par de veces, si.- respondió el doctor mientras trababa la silla para que no se mueva y la preparaba para subirla al caballo.

-¿Necesitas ayuda, Max?- pregunto Tadeo, quien los había seguido, junto a Romy.

-No lo sé, creo que puedo.- respondió él y la tomo en los brazos -Juanito, sostené al caballo para que no se mueva.-

-¿Ustedes lo van a dejar hacer esto?- pregunto katri.

-Es grande y fuerte.- respondió Tadeo.

-La equino terapia es buenísima.- agrego Romy.

Y cuando quiso acordar ya estaba sobre el caballo. Quedó dura y firme.

-Ay... ¿Y ahora?- pregunto ella aterrada.

-Relájese, si no relámpago lo siente.- dijo Maxi.

-Para usted es fácil decirlo... ¡Se movió!- exclamó ella.

-Y tiene que hacerlo.- agrego él riendo -La idea es que tome fuerza en las piernas, tiene que manejarlo con ellas.-

-¿Cómo? ¿Que?- pregunto.

-Para que se mueva tiene que dar unos golpecitos con los pies, pero no tan fuerte como para que se asuste y corra...- ella lo miro asustada -Pero no se preocupe, que por hoy yo lo guio, lo llevo de tiro.-

Y se comenzaron a mover.

-Ay, se mueve...- repitió ella.

-Quédese tranquila que no la voy a dejar caer... relájese, relámpago es el más manso.-

Así fue como anduvieron caminado tranquilo, debajo de los árboles, para que no les dé el sol, que sus rayos estaban muy fuerte por esos días. Cada vez se sentía más a gusto sobre el animal. Tanto que cuando llegó la hora de bajar, le dio pena hacerlo, pero ya era la hora de comer.

Luego de comer, mucho después, como las nenas estaban durmiendo siesta, Romy y katri comenzaron a lavar los utensilios de comer, sentadas afuera. Romy lavaba en un fuentón y katri enjuagaba en un balde, mientras Carmela secaba.

-Ahora sí, hago más rápido, no quiero que se vayan...- comento la mujer mayor, muy simpática.

-A mí también me gusta acá...- comento katri y su prima la miro con una sonrisa pícara -Es un lugar que me genera paz...- aclaro.

-De igual manera, de aquí a que arreglen el auto...- tercio Romy riendo.

En ese momento, llegó una camioneta grande, pero de las nuevas. Carmela miró y cambio su gesto amable y endureció la mirada.

-¡Juanito! ¡corre a decirle al doctor!- exclamó al muchacho y Juanito salió rápido a buscar a Maxi, quien estaba en la huerta con Tadeo.

Ellas se miraron desconcertadas.

Se bajó un hombre de unos 45 años. La mujer se acercó, entre cambio unas palabras con él y luego se acercaron.

-Ellas son las visitantes...- informo Carmela -katrina y Romy, el esposo de Romy está con Maxi.-

-Un gusto, ¿Que tal? Soy Alfredo Acevedo, el intendente de la ciudad y me encargo de los partidos.- Explico dándoles la mano a cada una.

-Hola, un gusto.- dijo Romy estrechando la mano.

-Un gusto.- continuo katri, pero el hombre prolongo un momento el saludo.

Al ver esto Carmela interrumpió el momento, claramente disgustada.

-Él viene a traer mercadería para las familias humildes, quee viven alejadas o en pueblitos escondidos...- explico la mujer.

-Oh, que bien eso.- dijo Romy.

-Todo lo que sea por la comunidad.- respondió Acevedo y Carmela lo miro -¿y ustedes? Que justo que cayeron acá, pero ¿de dónde vienen?-

-Somos de la provincia de Buenos Aires, estábamos por acá recorriendo y conociendo.- explico Romy, katri permanecía callada.

-Pero no parecen gente como para esperar en un pueblito como este. Puedo ofrecerles llevarlos a la ciudad, está lejos, pero...- estaba diciendo.

-Acá son bien recibidos, Acevedo.- lo interrumpió Carmela.

-Además, nosotros también somos de un pueblo, un poco más grande, pero es pueblo en fin...- agrego katri.

-Yo decía para que estén más cómodos...- respondió el hombre con amabilidad.

-¿Y quién te dijo a vos que no están cómodos?- tercio Maxi a sus espaldas y Acevedo volteó para mirarlo de frente.

-Quise ser amable... Nada más.- respondió de forma más hostil.

-Sería la primera vez en tu vida.- desafío el doc.

-No me hagas responder...- dijo el hombre con una sonrisa frívola, entre ellos tres se lanzaron miradas sin entender -Te traje comida para toda tu gente, la de acá y... La del otro pueblucho.-

-¿Pueblucho? Mejor gente que la que te rodea...-

-¡Maxi!- tercio Carmela y el médico la miro calmandose -Juanito, ayuda al doctor a bajar todas las bolsas.-

-Si, sí.- dijo el muchacho yendo hacia la camioneta con el doctor.

-Yo también ayudo.- dijo Tadeo y también fue.

-Disculpen por este momento.- dijo Acevedo cuando quedó solo con ellas -Espero que no se hayan llevado una mala impresión por este suceso.-

-Oh no, para nada...- respondieron ambas.

-Yo de él no tengo nada que decir, pero su madre no es... Buena persona.- agrego el hombre

Carmela, quien estaba cerca oyó lo que dijo y levanto la mirada, evidentemente, con desagrado. Katri se percató de esto.

-Igual, no sabemos nada, con nosotros han sido muy amables.- dijo ella.

-De eso no me cabe duda, son gente humilde y muy amable, señora...- respondió él y miro sus manos sin anillos -¿O debería decir señorita?-

-Señorita...- respondió ella con una sonrisa apenada.

Cuando terminaron de bajar todos los bolsones, el hombre se despidió y se marchó, pero sus cabezas se llenaron de interrogantes ¿Que demonios fue eso que pasó?