Una apasionante historia de amor no correspondido ¿O tal vez no?
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Capítulo 9
***Narra Jared***.
Nunca antes me he arrepentido de nada.
Creí saber lo que era la soledad. Estaba equivocado. No lo supe hasta que ella se fue.
Se marchó dejando atrás tres años de matrimonio, un par de pantuflas horrendas con cabeza de conejo y el olor a coco de su acondicionador prendido en cada almohada, sabana, cojín o sillón de la casa.
Se marchó dejándome a mí.
Y yo soy el único culpable.
Dejo que el agua caliente corra por mi espalda mientras observo detenidamente el botecito rosa de crema depiladora junto a mi espuma de afeitar, otra pequeña cosa que olvido llevar.
Estoy tentado a llamarla y preguntar si necesita que se la lleve a donde sea que esté justo ahora.
Maldigo por milésima vez desde que me entregó esos estúpidos documentos que creí haber desechado luego de que mi madre los llevara a esa maldita cena diciendo que tras la muerte de mi abuelo y el regreso de Lilianne nada me mantenía atado a esa mujer que decía ser mi esposa.
Como siempre, los errores se pagan caro, fue mi error no haberlos tirado en el mismo instante que llegaron a mis manos, fue mi error no haberle dejado claro a mi madre que creo firmemente en el matrimonio como algo para toda la vida y que esta mujer de la que ella dice y piensa horribles cosas, tiene un corazón de oro y es la mujer más bondadosa que he conocido en mi vida.
Cierro el grifo y me estiro para alcanzar mi toalla, recordando como Irina solía envolverse en ella alegando que era más suave y cálida que la suya, la llevo a mi rostro y cuando percibo su aroma en ella admito que estoy realmente mal, porque esta toalla está limpia, las encargadas de la limpieza las lavan a diario.
No quiero hacer nada, no quiero salir de casa, solo quiero quedarme esperando por si ella regresa a buscar algo importante, por si llama, pero me fuerzo a vestirme y me arreglo para un día más en la oficina. Ojeo el periódico que reposa en el comedor, pero no me siento a comer, no cuando veo que la criada ha puesto el plato de su señora, como de costumbre, lleno de todo tipo de comida pintoresca, panqueques con fruta y crema batida, café con leche tibia al lado, un botecito de sirope de caramelo y una edición semanal del diario de su ciudad natal, donde ella alega que aparecen los mejores crucigramas.
Tomo el diario y lo guardo en mi portafolios.
- Por favor retira el plato de la señora.
- ¿La señora esta indispuesta? ¿le subimos el desayuno? ¿llamamos al médico? –pregunta y niego- Ella se ha sentido un poco mal últimamente.
- ¿Por qué nadie me había dicho que estaba sintiéndose mal? –estoy aturdido, suelto un suspiro- Solo retira esto, la señora se ha ido –se me quiebra un poco la voz al decirlo en voz alta, no digo nada más, la criada solo baja la cabeza tratando de ocultar su rostro apesadumbrado y murmura un suave *lo siento, señ*or que pretendo no escuchar antes de marcharme como alma que lleva el diablo.
Cuando llego a la compañía veo el auto de Irina estacionado en el lugar habitual, me estaciono y casi debo obligarme a no echarme a correr.
Entro al ascensor y cuando sube que estoy a punto de bajar de él, Irina está esperando para entrar, así que como un estúpido no me bajo.
- Hola, este es tu piso –dice dándome un pequeño saludo con la mano.
- Olvidé algo –digo haciendo espacio para ella en la cabina, ella entra y las puertas se cierran.
- Oh claro, pues, yo subo, imagino que querrás bajar primero –dice presionando el botón de planta baja y yo presiono el botón de parada, cubriendo su mano en el proceso, haciendo que el ascensor tiemble un poco y se detenga.
- ¿Por qué? –pregunto mientras ella se queda mirando mi mano, se asusta un poco con mi movimiento repentino, puedo verlo, está un poco agitada.
- Solo creí que querías bajar tu primero…
- ¿Por qué te fuiste? –repito acercando mi cuerpo a ella, su rostro se sonroja y se muerde un poco el labio inferior, está nerviosa, conozco cada reacción de su cuerpo hacia el mío- Me dejaste solo…
- Era lo que querías, Jared –dice y frunzo el ceño.
- No tienes una puta idea de lo que quiero –digo apretando los dientes hasta que me duele la mandíbula.
- Es cierto, pero se lo que no quieres –aparta mi mano de un movimiento y presiona el botón de seguir, la beso, ella no se lo espera, así que la sorprendo, sujeto su cintura envuelta en un bonito vestido formal blanco, subo su falda hasta que mi mano está sujetando su trasero parcialmente descubierto y vuelvo a detener el ascensor mientras la presiono contra la pared lateral de la cabina.
- Jared, acabamos de divorciarnos –dice entre jadeos, con la voz un poco rota.
- Fuiste tú quien tomó esa decisión.
La sigo besando, esta vez más suave, con más ternura, ella me corresponde, así que aumento la velocidad, la deseo, estoy loco por ella, deja caer una carpeta y yo mi portafolios antes de subir por completo su falda y desabrochar mis pantalones, retiro hacia un lado lo que ahora sé que es una bonita tanga de encaje, ella es fuego en mis brazos, susurro en su oído.
- ¿No vas a arrepentirte de esto? –pregunto, pidiendo por segunda vez a la misma mujer, permiso para poseerla, ella clava sus uñas en mi espalda.
- Voy a arrepentirme tanto –dice casi llorando- Pero aún más si no terminamos esto.
- Eres preciosa, tan perfecta –le doy una nalgada y la levanto con fuerza para que envuelva sus piernas a mi alrededor.
Entro en ella pensando que habrá un cambio trascendental en comparación a cómo me sentí la última vez, pero no hay ningún cambio, sonrío, no tiene por qué haber ningún cambio, porque siempre la he amado con locura y solo ahora cuando la estoy perdiendo soy consiente de mi amor por ella, la he adorado con pasión, la he hecho mía, muchas veces y aun así nunca tengo suficiente de ella.
Soy un mal hombre, un hombre egoísta, centrado en la idea de no poder amar, tan metido en mi mismo que no le dije nunca como me sentía a su lado, ni lo que pensaba, no le dije cada día lo perfecta que se ve durmiendo junto o sobre mi, lo delicioso que huele su cabello recién lavado, no le dije que estaba profundamente encantado de cada pequeño detalle de ella, por el contrario, le di cada vez más espacio, creyendo que no merecía su cabello desordenado cuando íbamos caminando por la calle, creyendo que jamás me iba a perdonar haberle dicho en el pasado que solo la quería para una aventura. Creyendo que no podía amarla porque era demasiado buena para mi.
Fue obligada a casarse conmigo y yo simplemente le hice creer que lo hacía también por obligación, no solo la hice creerlo, la hice sentirlo, solo le decía cosas dulces en la cama, porque allí ambos nos dejábamos llevar.
Debí dedicarme a demostrarle lo importante que es para mí, para mi alma.
- Eres perfecta para mí, eres tan dulce.
- Jared –suelta un suspiro mientras su cuerpo se relaja entre mis brazos- Jared.
- Estoy aquí preciosa –tras mi última estocada me recargo sobre ella, ambos con la respiración agitada.
- Esto estuvo mal, no debe pasar de nuevo –la dejo sobre sus pies.
- Para mi fue perfecto -digo recomponiendo mi ropa mientras ella hace lo mismo.
Puedo notar su cabello desordenado y su cara sonrojada, hay una ligera marca roja de mi mano en su muslo izquierdo que se nota un poco a través de la abertura lateral de su falda y su labio está ligeramente hinchado.
Presiona el botón para que el ascensor continúe mientras yo recojo su carpeta y mi portafolio, el ascensor se detiene dos plantas más abajo, hay varios empleados apiñados esperando y se sorprenden un poco cuando nos ven a ambos allí, algunas chicas sonríen y algunos hombres miran de más a Irina y la jalo hacia mí, ella se sonroja aún más bajo las miradas curiosas.
Claramente nadie se atreve a decir nada.
Cuando llegamos a la planta baja, ella sale conmigo y es mi momento de avergonzarme cuando me toca admitir que realmente no he olvidado nada, ella trata de ocultar una sonrisa y ambos esperamos de nuevo el ascensor, esta vez le entrego en silencio su edición para resolver crucigramas y ella parece asombrada de que lo haya traído para ella.
Si supiera que pagaba un dineral para que lo dejaran en nuestra puerta cada mañana.
- Jared, enserio, lo que paso hoy, no puede repetirse, ya no soy tu esposa, nada nos une.
Quiero gritar que yo no he firmado nada, pero siento que eso no hará una gran diferencia, así que solo bajo del ascensor en mi piso y me voy a mi oficina pensando en cómo demonios resolver esto.
Al menos no se ha ido por completo de mi vida.
Tengo la esperanza de recuperarla.