Los Maxwell; los hermanos más codiciados de todo New York, millonarios, acostumbrados a hacer lo que se les da la gana sin medir las consecuencias.
Una simple noche de diversión podría ser el encadenado destino de cinco mujeres.
Ellos las quieren para él, tomandolas a la fuerza para así mantenerlas cautivas.
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Lección.
...BETANIA...
Mi mano reacciona antes de cometer una estupidez y dejo su mejilla marcada de una cachetada. Me encierro en el baño y no tarda en empezar a tocar.
—Tania, ábreme.
—Lárgate de la habitación.
En la habitación reina el silencio, no siento su presencia detrás de la puerta pero tampoco escuché sus pasos salir. Respirando profundo salgo encontrándome totalmente sola. Me siento en el borde de la cama y enlazo mis dedos en mi pelo.
—Tu no puedes sufrir del famoso síndrome de estocolmo, Betania... — susurro—... sería una gran estupidez.
...CHRISTIAN...
▪︎▪︎▪︎
—No sabes como me sorprende tu visita, Evelyn— recibo a mi ex compañera de colegio y amiga en la puerta de mi mansión— pasa.
—No has cambiado para nada, Christian, sigues igual de atractivo que hace siete años. Me quedaré por un tiempo aquí en Los Ángeles y la primera persona que tuve en la cabeza para visitar eras tú.
—¿Quieres algo de tomar?
—No gracias.
Escucho unas risas desde la habitación de Nasya, es la suya y la de mi hermana.
—¿Pasa algo?
—Enseguida vuelvo.
Subo las escaleras deteniendome en la puerta de Nasya. Todos estos días he tratado de mantenerla lejos de la bastarda de Nina pero por lo que veo fué en vano.
—Mmm Nasya...así, así...mmm que rico.
Abro los ojos como platos.
—¿Y así?
—Mm, mientras más dedos mejor—¿qué carajos?— estás en el punto exacto...sigue...sigue.
Abro la puerta de golpe.
—¡Así las quería encontrar par de asquerosas!— las señalo y en vez de ver una escena lésbica veo a Nasya dándole un masaje en los hombros a Nina— oh...—sonrío con las mejillas rojas de la vergüenza.
—¿Te gusta joder, Christian? Podrías largarte, estoy divirtiendome con Nasya y tú estorbas.
—Claro...diviertanse — salgo— mierda.
...NASYA...
"Qué mente tan retorcida cabroncito" Río y después de minutos salgo junto con Nina.
—Me fascina tu compañía, no crees que en cualquier momento podríamos salir a tomarnos un café juntas.
—Tendrías que preguntárselo a tu hermano...— guardo silencio al verlo conversando con una hermosura de mujer.
—Y la putibruja llegó a joder de nuevo— susurra.
—¿No te agrada la señorita?— sonrío.
—Es increíblemente detestable. Su hermana menor fué mi pareja hace un par de años, sin que Christian supiera ella fué la causa por la que mi vida se volvió una mierda, le lavó el cerebro a la hermana y terminó conmigo.
—Cómo es posible que arruine la felicidad de su propia familia.
—Ella era adoptada...—me mira—. Esa zorra es bisexual.
Si no me lo dice no me lo creo, tiene cara de que no mata a ni una mosca.
▪︎▪︎▪︎
Despertar, saber que no puedo salir de una mansión se ha vuelto mi rutina diaria. Estar lejos de mis padres me ha demostrado que son una de las personas que más amo y que las discusiones que he provocado siempre las estoy pagando ahora que estoy lejos.
Paseo por el jardín, ya es de noche pero no puedo dormir. Escucho la voz de Christian al entrar platicando por teléfono.
📲 —Claro linda, en unos minutos nos vemos— con una sonrisa lo guarda y hago mi aparición— ¿Qué haces despierta y por aquí?
—No tengo sueño. ¿Saldrás?
—¿Desde cuando tengo que decirte lo que hago?
—Es solo curiosidad.
—Sí, saldré con mi amiga y no sé a que hora regrese, ve a dormir...
—¿Con la tal Evelyn?
Me cruzo de brazos. Como dice Nina, la putibruja ha venido varias veces a la mansión y siempre llama a Christian de noche.
—¿Hay un problema?
—No.
Asiente y gira.
—Me duele la cabeza, ¿podrías quedarte a cuidarme?
—No soy niñera, mandaré a una de las sirvientas para que te cuide.
Resoplo molesta. ¿Ahora se supone que la que desea para follar es esa putita?
Sujeto el cuello de la camiseta y lo arrincono en la pared con mi pierna entre las suyas.
—¿Qué haces pedazo de loca? sueltame necesito irme...
—¿Tan cachondo estás que te urge salir?
—¿Qué...?
—No te lo permito, porque a la única que puedes desear, y la que te puede comer, soy yo — rodeo sus caderas al besarlo.
...CHRISTIAN...
Parece un chicle que no se despega por más que intento. Me lanza a la cama de mi habitación; ni cuenta me había dado cuando subimos las escaleras. No sé que le pasa a esta bestia solo sé que su mirada pervertida no me agrada, porque el único que puede tener pensamientos impuros y una mente retorcida soy yo.
Cierra la puerta con seguro y sus manos dejan caer su ropa al suelo quedando en una sensual y enloquecedora lencería roja. Sus manos hacen contacto en la cama al gatear sobre mí. "Padre santo que estás en los cielos, santificado sea tu nombre..." Rezo en mi cabeza al sentir su mano por debajo de mi pantalón.
—Muy blanda, ¿qué tal si lo ayudamos un poco?— Mi erecto amigo queda aprisionado en las angostas paredes de su boca.
Su saliva me envuelve y con ella se hace fácil los movimientos rápidos de su mano y boca. Lo pone como una roca en menos de cinco minutos. Para no tener experiencia con hombres lo hace excelente.
Me levanto, tratando de ahora probar lo que está entre sus piernas pero aprieta mi mandíbula con su sonrisa que nunca falta.
—No, Grey.
—Soy Maxwell.
—La única que puede comer soy yo — vuelve a tomar el control en la habitación y de mi cuerpo— Mucha ropa estorba.
Besa mi pecho descubierto, refregandose sobre mí.
—Qué rico... — me gime en el oído— te quiero dentro, más vale que me hagas sentir bien, aprende a usar ese grandulón. Atraviesame — por instinto obedezco, poniéndola en cuatro.
—La que decide esta noche en esta habitación, soy yo, si no me dejas satisfecha me largo de aquí.
No pues muy exigente salió la loca. Tomo sus caderas y antes de hacer lo que me pide presiono a mi amigo en su muslo.
—¡Maldita sea, hazlo ya!
Nunca en mi vida me habían gritado de esa forma y menos en un acto como este, pero si piensa que seré su esclavo sumiso... está muy en lo cierto, no me importaría nada con tal de probarla; mi dignidad la pierdo.
Al nunca haber tenido sexo con un hombre siento como sus angostas paredes no me dejan entrar, es tan apretada y aunque lo niegue sé que le duele un poco, lo noto en sus expresiones, en sus jadeos y en sus uñas que se clavan en las sábanas. Me quedo quieto para que se acostumbre.
—Ya, hazlo.
Mis caderas se mueven despacio, no vaya a ser que se enoje y me deje con las ganas de correrme.
—Pareces virgen, muévete rápido porque me estás aburriendo — no la soporto, pero lo que menos soporto es que me tenga rendido a sus pies.
Humedezco su espalda con mi lengua, moviéndome ágilmente dentro de ella.
—Ahora entiendo porque siempre escuchaba aplausos en la habitación de mis padres... — gime.
Mis piernas tiemblan como gran parte de mi cuerpo en señal del clímax, y no tardó en llegar estando en su interior.
Como si nada se empieza vestir tras mirar la hora del reloj.
—No soy profesora, pero espero y hayas aprendido la lección; la única con la que puedes estar soy yo, cabroncito.
—Y bien profesora del sexo, ¿cuánto me pone?
—En la otra deberías mover más tu lápiz, pero del uno al diez te pongo un mil. Buenas noches— un guiño y sale al vestirse.
Creo que esta mujer me tiene en sus manos, lo podría jurar, nunca había sido sumiso de nadie hasta ahora...