Cecil Moreau estaba destinada a una vida de privilegios. Criada en una familia acomodada, con una belleza que giraba cabezas y un carácter tan afilado como su inteligencia, siempre obtuvo lo que quería. Pero la perfección era una máscara que ocultaba un corazón vulnerable y sediento de amor. Su vida dio un vuelco la noche en que descubrió que el hombre al que había entregado su alma, no solo la había traicionado, sino que lo había hecho con la mujer que ella consideraba su amiga.
NovelToon tiene autorización de CINTHIA VANESSA BARROS para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO 7
Capítulo 7.
Adrien, a veces pienso que, si pudiera retroceder el tiempo, no habría tropezado con él aquel día. Todo empezó en el segundo año de mi carrera universitaria. Tenía la vida perfecta hasta que lo conocí: Edwards Harper. Era el estudiante de Medicina más brillante de su facultad, y también uno de los hombres más guapos de la universidad. Todas las chicas suspiraban por él, y yo nunca imaginé que pudiera fijarse en mí.
Por casualidad, una tarde nos encontramos en el campo de la universidad. Tropecé con él, literalmente, y desde ese momento comenzamos a conversar. Fue tan fácil... me sentía conectada a él desde el primer instante. Nos hicimos amigos, y para mi sorpresa, pronto fui aceptada en su círculo exclusivo.
A pesar de venir de una familia adinerada, nunca me gustó ostentar. Mi padre me enseñó a ser humilde y tratar a todos por igual. Pero en la universidad, el dinero siempre marcaba una diferencia. Edwards y sus amigos no eran la excepción; les encantaba hablar de sus carros, mansiones y viajes. Yo trataba de mantenerme al margen, pero poco a poco me dejé envolver.
Al cabo de unos meses, él me confesó que estaba enamorado de mí. "No puedo ocultarlo más", me dijo. Yo estaba encantada, Adrien. ¡Tan ilusa! No veía lo que estaba frente a mí. Pasó el tiempo, y al cumplir un año juntos, ya estaba completamente entregada. Tan enamorada que visite a mi tía para hablar de matrimonio. Quería vender la empresa de mis padres y seguir a Edwards en su sueño de ir a África a ayudar a niños necesitados.
Mi tía trató de abrirme los ojos. "Es una locura", me decía. "Apenas lo conoces. No puedes desprenderte del legado de tus padres por una pasión momentánea". Pero yo no la escuché. Estaba decidida. Tras mi graduación, vendería la todo y me marcharía con Edwards. Nunca sospeché de él, Adrien. A pesar de estar juntos un año, nunca me llevó a conocer a sus padres. Decía que eran millonarios y vivían en Florida. En vacaciones, él siempre regresaba allá, mientras yo me quedaba sola. Todo se derrumbó unos días antes de mi graduación. Lo cité en una cafetería para contarle mis planes. Le habría dado todo, Adrien. Todo.
Cuando le revelé que vendería la empresa para apoyarlo, su reacción me heló. No se alegró. Se enfureció. Me gritó que si le hubiera dicho antes que era heredera, tal vez habría tomado decisiones diferentes. Entre gritos, confesó que estaba comprometido con la hija de los socios de sus padres. Luego se marchó sin mirar atrás, dejándome sola y rota.
No podía aceptarlo. Lo busqué días después, pero descubrí que había regresado a Florida para terminar sus estudios. Movida por el dolor y el rechazo, viajé hasta allá para enfrentarlo. Conseguí la dirección de su casa, pero su madre me echó con palabras que aún me duelen. Me llamó una aventura sin importancia y me dijo que Edwards se casaría con su novia de toda la vida, quien además estaba embarazada.
Mi amor por él se transformó en odio, Adrien. Me encerré en la mansion, consumida por el dolor. Pero el odio tiene una manera extraña de tomar el control. Supe por una amiga en común la fecha y el lugar de la boda, y cegada por los celos, volé a Florida. Mi tía me suplicó que no hiciera una locura, pero yo no la escuché. Ya no podía.
Dos días antes de la boda, contraté a unos hombres para secuestrar a Edwards y a su prometida. Los interceptaron en un centro comercial. Los llevaron a una bodega que había rentado. Frente a su prometida, ordené que lo golpearan. Ella suplicaba clemencia, pero yo estaba ciega de rabia. Luego, todo se descontroló. Ella colapsó y comenzó a sangrar. Recordé que estaba embarazada, pero ya era tarde. Perdieron al bebé o eso pensé, pues hoy los vi con un niño que los llamaba padres.
Después de pensar en que hacer los dejamos frente a un hospital para que recibieran atención médica. Pero yo, Adrien, perdí algo más profundo. Perdí mi alma en ese momento. Creí que la venganza me daría paz, pero solo trajo un vacío que me sigue consumiendo. Ahora, frente a ti, me pregunto si alguna vez podré redimirme. Pague una condena de 10 años por secuestro he intento de homicidio, pero aun así no logro desprenderme de este sentimiento de culpa que me carcome por dentro.
Adrien escuchó cada palabra con atención, asimilando el peso de la confesión de Cecil. Era imposible no conmoverse ante su dolor, ante las decisiones que había tomado llevada por el amor y la desesperación. “No puedo juzgarte, Cecil”, le dijo finalmente, con una mirada llena de comprensión. “El amor nos lleva a hacer cosas que nunca imaginaríamos. Lo importante es que reconoces tus errores y que has pagado por ellos. Todos merecemos una segunda oportunidad.”
Cecil lo miró, intentando encontrar en sus palabras un consuelo que tanto necesitaba. “Tal vez tienes razón, Adrien. He cargado con este peso durante años, pero a veces siento que no importa cuánto intente dejarlo atrás, el pasado siempre vuelve para perseguirme.”
Adrien sonrió con suavidad, tratando de animarla. “Has cumplido con creces por ese error, Cecil. No fue un acto correcto, pero tampoco fue tan fatal como podría haber sido. Debes dejar de castigarte y enfocarte en ser la mejor versión de ti misma. Quizá, si te permites mirar más allá del dolor, descubras que nada es lo que parece.”
Las palabras de Adrien resonaron en el corazón de Cecil. Había pasado tanto tiempo consumida por el odio y la culpa que no había considerado la posibilidad de encontrar algo bueno más adelante.
“Sabes, mi tía hizo todo lo posible por ayudarme”, continuó Cecil después de un momento de silencio. “Pagó una suma considerable para que redujeran mi pena. Los padres de Edwards exigieron una indemnización alta por lo que ocurrió. Pero siempre pensé que el bebé había muerto. Fue devastador enterarme que no fue así.”
Adrien frunció el ceño. “¿Qué quieres decir? ¿El bebé no murió?”
Cecil asintió con un nudo en la garganta. “Lo descubrí hoy al verlos. No fue fácil. Durante años viví creyendo que mi rabia y mis acciones habían causado la muerte de esa criatura inocente. Saber que el bebé sobrevivió... Es un alivio, pero también una carga diferente.”
Adrien le colocó una mano en el hombro, un gesto cálido que logró tranquilizarla. “Lo que sea que ocurrió con ese niño, ya no está en tus manos. Lo que sí está en tu control es el presente, Cecil. Si realmente quieres dejar atrás todo esto, necesitas hacer las paces contigo misma.” Cecil suspiró profundamente. “Tienes razón. No puedo seguir derrumbándome cada vez que los vea. Esta ciudad es demasiado pequeña como para evitar a alguien para siempre. Pero me pregunto, ¿qué hacen aquí? Pensé que seguían viviendo en Florida.”
Adrien se encogió de hombros, pensativo. “Quizás sea una coincidencia, pero también podría ser algo más. ¿Crees que tienen un motivo para estar aquí?”
Cecil negó con la cabeza, aunque su expresión mostraba duda. “No lo sé, Adrien. La verdad no me importa lo que haya sido de sus vidas. Pero su repentina aparición no me gusta. Me pone nerviosa, como si algo estuviera a punto de suceder.”
Adrien inclinó la cabeza, observándola con seriedad. “Si algo te incomoda, no lo ignores. Quizá sea el momento de enfrentar esos fantasmas del pasado, Cecil. Tal vez descubrir qué quieren realmente sea la única manera de cerrar este capítulo de una vez por todas.”
Cecil lo miró fijamente, procesando sus palabras. Era verdad. Había pasado demasiado tiempo huyendo de su propia historia, evitando enfrentar las heridas abiertas que seguían sangrando en su interior. Quizá, enfrentarse a Edwards y a su familia no era algo que pudiera seguir posponiendo.
“No estoy segura de estar lista para eso”, admitió con sinceridad. “Pero tienes razón, Adrien. No puedo seguir viviendo con este miedo constante. Si han vuelto, deben tener una razón, y voy a averiguar cuál es.” Adrien asintió, una chispa de determinación brillando en sus ojos. “Estaré aquí para apoyarte, pase lo que pase. No tienes que hacerlo sola, Cecil.”
Las palabras de Adrien llenaron el corazón de Cecil de algo que había olvidado sentir: esperanza. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que tal vez podía enfrentar su pasado y salir victoriosa. Quizá el futuro aún tenía algo bueno reservado para ella. Con esa resolución, Cecil decidió que era momento de prepararse para lo que viniera. Sin importar cuáles fueran las intenciones de Edwards y su familia al regresar, ella no iba a permitir que su presencia desestabilizara su vida nuevamente. Esta vez, sería diferente.