En Arendelle se había corrido el rumor de que existía una bruja que se escondía en lo más profundo del bosque, nadie podía afirmarlo pero el rumor estaba ahí y nadie se atrevía a cuestionarlo.
Pero un buen día el Alfa del pueblo decidió ir al bosque a cazar, sin pensar que una trampa para osos lo atraparía estando transformado en licántropo, habiendo escapado de ella fue atacado en el camino y malherido, cansado y a punto de caer inconsciente, vio a lo lejos a una mujer que estaba corriendo hacia él y sin pensarlo fue hacia ella y luego de ello no supo qué sucedió después pero de algo estaba seguro...
Había encontrado a su compañera...
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Capítulo 20
DAMON
Esperaba a que Adler saliera del calabozo donde estaban torturando a la mujer que trató de matar a mi Reina Luna, lo cual era un delito muy grave e imperdonable. Mientras esperaba vi a Scarlett viniendo y al verla no pude evitar ir hacia ella y decirle:
—¿Qué haces fuera de la cama?–La tomé de los hombros preocupado.
—No puedo estar en cama sin saber por qué la Tribu Luna Sangrienta me quiere muerta, lo voy a averiguar ahora mismo—. Habló decidida pero la detuve.
—No, no te dejaré hacer eso—. La tomé del brazo a la altura del codo, ella miró con desconcierto y a la vez con molestia.
—Su Majestad, debo saberlo porque me es ilógico que la Tribu Luna Sangrienta envíe a alguien a matarme solo porque sí—. Ella tenía un punto, pero no quería que lo supiera tan pronto, primero quería ganarme su confianza antes que nada, antes que su corazón.
—No, no puedes entrar. Ahora mismo mi Beta la está interrogando y no puedo dejar que veas lo que está pasando adentro—. Ella suspiró pesadamente resignada, lo cual me dio a entender que había logrado que no supiera tan pronto la verdad.
Sí llegaba a saber la verdad no sabía sí ella me odiaría u odiaría a la Tribu Luna Sangrienta, o ambos, solo el tiempo lo diría. Aunque posiblemente ese odio estaría sobre todo dirigido a la Tribu Luna Sangrienta.
La llevé conmigo devuelta a la habitación, de la que la atrapé un par de veces saliendo de allí en un intento de ver a la prisionera. Y nuevamente la llevé de vuelta a la habitación. Para evitar que escape decidí dormir en la habitación con ella aunque claro que cada quien en su respectivo lugar. Ella en la cama y yo en el suelo.
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SCARLETT
Al caer la noche me decidí a ir a ver a esa mujer, necesitaba saber qué carajos estaba pasando. Solo me bastó estar un día, solo un día para que mi mundo se volteara de cabeza de una forma muy absurda y tonta.
Las reglas me importaban un carajo, además ya era más de media noche y nadie se daría cuenta de que iba a ver a la prisionera. Pero como medida de seguridad usé un hechizo para hacer que nadie escuchara, ni viera y mucho menos se percatara de lo que iba a hacer; sin embargo, no tuve tiempo de hacer el hechizo porque casi de inmediato Su Majestad se despertó me miró acostado en el suelo con una almohada y saco de dormir negro mirándome sin decir nada, pero su silencio decía más que mil palabras.
No me atreví a decir nada, pero sí tuve esa sensación de escalofrío que me hizo darme cuenta de que lo mejor era no hacer nada. Fingir no saber era más fácil, pero había ocasiones en las que simplemente no podía estar quieta.
Así que volví a la cama y me arrope nuevamente poniendo la manta sobre mi cuerpo. No pasó mucho tiempo para que me quedara dormida y Su Majestad también.
A la mañana siguiente desperté temprano y vi que Su Majestad ya no estaba en la habitación, lo cual me hizo sentir un gran alivio. Sin embargo; no estaba satisfecha con el hecho de que no me dejaran ir a ver a esa mujer, por alguna razón sabía que ella tenía información relacionada con la antigua Mate del Rey Alfa Damon y necesitaba saberlo, porque había algo no estaba bien y, por lo tanto, al ser la bruja de Arendelle era mi deber manejar cualquier asunto que se relacionara con la magia y su uso indebido, además de qué tenía que ver con la Tribu Luna Sangrienta.
Salí de la habitación con discreción, miraba a todos lados cerciorándome de que nadie estuviera cerca, caminaba por el estrecho pasillo alfombrado, que por cierto era muy suave al tacto que era como caminar sobre nubes muy esponjosas.
Por un momento creí que me había salido con la mía, pero al dar vuelta a la izquierda para simplemente bajar las escaleras...
Vi al Beta de Su Majestad hablando por teléfono y entonces me quedé a lado de la pared, esperando y rezando a que no volteara. Podía usar mi magia, pero por alguna extraña razón los licántropos eran expertos en percibir cuando una bruja usa su magia.
Así que no podía correr el riesgo a menos de que el tipo fuera muy estúpido como para no darse cuenta, lo cual era... ilógico.
Por lo tanto, no tenía otra alternativa más que esperar y rezar porque no me descubriera. Respiré profundo y finalmente se fue; sin embargo, no me confié y esperé un poco más. Un poco más. El hecho de que el peligro se hubiese ido, no significaba que estuviera a salvo de ser descubierta de ir al calabozo.
Esperé con paciencia unos minutos más, solo unos minutos más. Era patético el hecho de tener que esperar a no ser descubierta.
Finalmente, salí de mi escondite y me dirigí a las escaleras, las bajé con rapidez y en silencio mirando cada tanto al frente y sobre mi hombro, no supe cómo le hice para no caerme.
Bajé las escaleras y sin saberlo llegué al calabozo sin perderme y sin ser descubierta por los guardias del calabozo o alguien del servicio. Me era tan irreal y a la vez tan extraño que hubo un momento en el que estuve a punto de renunciar a mi objetivo e irme por donde vine, pero fue más mi determinación por saber la verdad que mis miedos y preocupaciones.
Llegué al lugar; las escaleras eran empinadas y desniveladas, además de desiguales. Lo cual hizo que me fuera complicado bajarlas, entonces tuve que hacerlo de a poco, bajé un escalón a la vez mirando todo el tiempo mis pies evitando caerme.
Terminé de bajar las escaleras y al llegar el olor a humedad y sangre golpeó enseguida mi nariz, lo cual fue repugnante a pesar de que estaba acostumbrada al olor de la sangre, pero ese olor a humedad era muy intenso.
Tomé valor y seguí adelante. Caminé un par de metros hasta llegar a la celda en la que se encontraba esa mujer, no fue difícil dar con ella debido a que era la única prisionera.
Al verla de frente, bueno... sinceramente esperaba verla peor, pero pese a que fue torturada y brutalmente golpeada, no se veía tan lastimada.
Tenía moretones en el rostro, en la frente, su labio estaba roto y sangraba un poco, su cabello estaba tan desordenado que por un momento creí que me había equivocado de persona y de celda, al ver sus ojos me di cuenta de que era ella.
Me miró con sorpresa y entonces antes de que ella dijera algo, yo hablé primero.
—Quiero que me digas por qué la Tribu Luna Sangrienta, desea verme muerta porque que yo recuerde no soy de su Tribu y la mía no dado motivo. ¿O acaso... te hice algo?—Ella comenzó a reírse burlonamente.
—¿No lo entiendes? ¿O es que ya lo has olvidado?
—¿A qué te refieres?—Dejó de reír y se puso seria.
—Te lo diré porque de todos modos no sirve de nada seguir ocultándolo por más tiempo—. Seguía sin entenderlo. ¿A qué se refería?
—Habla...—Le ordené entre dientes.
—La razón por la que desean verte muerta, es porque... hace cien años mataste al Hechicero de las estrellas, fuiste enjuiciada, pero antes de que terminara tu juicio la Madre del hechicero te disparó con una flecha de plata mágica y todos sabemos lo que pasa cuando una flecha de ese tipo entra en contacto con la carne de una bruja.
Así es, mueren en un instante. No tengo idea de cómo carajos renaciste, pero eso hizo enfurecer a la Madre del hechicero y en venganza tomó el control de la Tribu manteniendo prisionera a la anterior Bruja Suprema, muchas cosas pasaron mientras estuviste ausente, fuiste tan egoísta que tuviste el descaro de nacer en otra Tribu y te aseguro... que a ninguno de ellos les importas. Es más creo que sí fuera por ellos... tú estarías muerta, pero no les conviene matarte, eres la única salvación que tienen después de eso, bueno... tendrás el mismo destino que hace cien años—. Oír esas palabras de su boca me hizo sentir una extraña sensación de escalofrío, había algo en mí que no quería creer en sus palabras, pero otra parte de mí sabía que no era mentira.
—¿Cómo puedo estar segura de que no mientes? ¿Acaso no temes que yo misma te silencie?—Tragó saliva en seco.
—Entonces, te diré esto... ¿Por qué volviste a ser la bruja de la Luna escarlata? Por lo que sé cuando una bruja vuelve a nacer en otros tiempos, su naturaleza como bruja cambia y pasa a ser cualquier tipo de bruja, pero menos la que fue en su vida anterior. Es más... ¿Por qué te sigues llamando Scarlett? Eso no es una coincidencia… ¿O sí?—Sus respuestas eran precisas y tajantes, tanto que hasta yo misma sentía ese tajo con cada palabra que ella decía.
—¿Matar al Hechicero de las estrellas? ¿Por qué lo hice?
—No lo sé, es algo que tú te tendrás que responder. Pero, puedo decirte que ese Hechicero estaba obsesionado contigo, sin embargo... ese hecho tú ya lo conoces, ¿Acaso no lo recuerdas?—Preguntó intrigada.
—Sí lo recordara, no estaría aquí soportando el olor a humedad y sangre, hablando con alguien tan patética como tú que aceptó matarme como única condición para que te digan quién es tu Mate... no te lo dirán jamás porque... no eres más que un peón, patética, miserable y triste—. Mis palabras la dejaron sorprendida y sobre todo sin habla.—Sin embargo; te lo diré como agradecimiento por tu confesión—. Estiré mi mano a través de los barrotes que tenían impregnado el olor a sangre. De la palma de mi mano surgió una energía blanca y resplandeciente con forma de esfera, de ella surgió la imagen de un bebé varón que recién había llegado al mundo desde hace seis meses.
—Es un varón tiene seis meses de edad, es un niño adorable, mira sus ojos son tan inocentes y verdes, brillantes y tan lindos como esmeraldas, no unas simples piedras brillantes no le hacen justicia ese par de ojos como para describirlos con tanto detalle, ¿o si?—Ella no dijo nada, pero sus ojos grises lo dijeron todo.—No hizo falta que vinieras hasta aquí a querer matarme para simplemente saber algo que cualquier bruja te habría dicho, lo único debiste hacer fue ir a cualquier Tribu de brujas y preguntar, eso era todo.
—Tienes razón, pude haber hecho las cosas de una manera diferente. Soy una idiota...—Dijo poniendo una mano en su cara arrepentida.
Saqué la mano de entre los barrotes y entonces estaba por irme cuando ella dijo:
—Debo decirte algo—. Me detuve y regresé a su celda.
—¿De qué se trata?
—¿Sabes por qué te enjuiciaron?—Negué.
—Porque no solo fue el hecho de que mataste a ese hechicero sino también, porque te enamoraste de alguien más. Un amor prohibido que desde la época del abuelo del Rey Alfa ha buscado que no haya mezcla de razas. Así es, el mismo Rey Alfa que sin dudarlo dejó que te quedaras en Arendelle y no solo eso... sino que te ordenó quedarte en su Palacio. Y duermes en la misma cama de él—. Sus palabras fueron directas y crueles, pero sobre todo sinceras.
Nunca pensé en eso, ni un solo segundo. Creía que era solamente amabilidad, pero por lo visto, había un motivo oculto, y ese motivo era que yo era su Mate y dadas las circunstancias era más que obvio que me dejaría quedarme en Arendelle porque no soy otra cosa más que una herramienta para su pueblo. Por eso me ordenó mantener alejada a la Tribu Luna Sangrienta, no quería que yo supiera la verdad, él quería que yo... ¡Por la Diosa!
En ese momento entendí por qué me había ordenado mudarme a su Palacio, quería asegurarse de tenerme bien vigilada con el objetivo de que no lo fuera a traicionar, por supuesto. Él no confía en las brujas y es por eso que me hizo mudarme. Fui una idiota al creer que quería ayudarme a comenzar otra vida. Pero no fue así...
Me fui de ahí corriendo con el alma hecha pedazos, me dolía tanto el pecho que sentía que en cualquier momento me explotaría. Así que cuando salí del calabozo...
Me topé con él en el camino y me fui usando mis poderes para ir por mis cosas. Me iría al bosque y nunca más me vería, solo la gente del pueblo tendría ese derecho.