Balvin, un joven incubus, se encuentra en su última prueba para convertirse en jefe de territorio: absorber la energía sexual de Agustín, un empresario enigmático con secretos oscuros. A medida que su conexión se vuelve irresistible, un poder incontrolable despierta entre ellos, desafiando las reglas de su mundo y sus propios deseos. En un juego de seducción y traición, Balvin debe decidir: ¿sacrificará su deber por un amor prohibido, o perderá todo lo que ha luchado por conseguir? Sumérgete en un mundo de pasión, peligro y decisiones que podrían sellar su destino. ¿Te atreves a entrar?
**Advertencia de contenido:**
Esta historia contiene escenas explícitas de naturaleza sexual, temas de sumisión y dominación, así como situaciones que pueden ser sensibles para algunos lectores. Se recomienda discreción.
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Sombra de Roma
Balvín, con su imponente presencia, caminaba por los amplios corredores de la academia en el Limbo, rodeado de susurros y miradas furtivas de admiración. Había asistido de pasada a la conferencia de los Arcaicos, apenas prestando atención a las disertaciones de sus superiores, su mente ocupada en problemas más urgentes. Sabía que su ausencia habría levantado sospechas si no hubiera aparecido, y a pesar de su estatus casi legendario entre los jóvenes Incubus, él no podía permitirse errores. Vestido con un manto oscuro que resaltaba sus ojos dorados, Balvín mantenía una postura altiva, ocultando el agotamiento que le causó haber estado con Agustín. Su paso era firme, decidido, como si ningún obstáculo en el Limbo pudiera detenerlo, pero en el fondo, sus pensamientos estaban lejos de allí, en el mundo terrenal y las intrigas que lo esperaban.
La conferencia de hoy había sido más larga de lo habitual, y los Incubus salían aliviados por su conclusión. Balvín, casi una leyenda entre sus pares, atrajo inevitablemente la atención de un grupo de jóvenes Incubus que se acercaban, ansiosos por entablar conversación. Sin embargo, él apenas les prestó atención; su mirada estaba fija en el trío al frente.
—¡Amott! —llamó Balbín al más cercano, un Incubus de cabellos muy claros que se giró junto a otros dos. Su cuerpo era varonil, pero su rostro de ángel con ojos verdes brillantes irradiaba una serenidad casi divina. Levantó las cejas al oír su nombre y sonrió.
—Balbín, ¿sigues aquí? Qué raro verte por estos lares —dijo con una mueca divertida.
—Dichosa tu presencia, Balbín —saludó el moreno de ojos café, Lefreite, el más alto y simpático del grupo.
—Y uno asumiendo que el Padre de Todo no tiene favoritos —se escuchó entre risas, con un tono más agudo y un dejo de molestia, de parte de Cyclin, un rubio de cabello largo y rizado, claramente sorprendido por la aparición de Balbín.
Balbín se detuvo frente a ellos, con el mentón en alto y una postura digna, aunque sutilmente atractiva.
—Saludos a los tres. No quiero detenerlos mucho, pero busco a Siwel. Hannet me dijo que estaba con ustedes, pero parece que ya no. ¿Alguna idea de dónde se encuentra ahora?
Los tres se miraron por un instante, intercambiando expresiones que denotaban que probablemente lo sabían. Sin embargo, antes de hablar, se acercaron a Balbín, rodeándolo como si fuera el centro de su atención.
—Espera, espera, no es normal verte por aquí, Binbin. ¿Tienes alguna novedad del mundo terrenal? —preguntó Amott, con una sonrisa astuta.
Balbín se cruzó de brazos.
—No te tomes la ligereza de usar sobrenombres conmigo —respondió, su voz firme.
—Haha, relájate, Balbín. Solo estaba bromeando.
—Tenemos curiosidad —añadió Lefreite con una mirada de admiración. Balbín, a pesar de su esfuerzo por mantenerse serio, sonrió ligeramente, mirándolo con picardía.
—Comparado con este lugar, la Tierra está llena de experiencias que no pueden igualarse —dijo con una nota de desafío en su voz.
Lefreite, entusiasmado, tomó la mano de Balbín, su rostro resplandeciendo de emoción.
—¡Estoy ansioso por terminar mis pruebas y por fin pasar a las pasantías! Seguro que Lucifer y el Padre de Todo estarán de mi lado. ¿Tienes algún consejo para avanzar más rápido?
Balbín lo observó en silencio, pero antes de poder responder, Cyclin intervino.
—Por su aspecto, diría que no la está pasando muy bien... Si las pasantías son tan duras para Balbín, entonces estamos perdidos —dijo con un tono suave, pero cargado de desdén.
Lefreite miró a Balbín más de cerca, notando su evidente agotamiento. Balbín maldijo internamente el tiempo pasado con Agustín, consciente de cómo afectaba su apariencia.
—Tiene razón —dijo Lefreite, preocupado—. ¿Qué haces cuando subes? ¿Acaso intentas romper tu caparazón?
Balbín suspiró para sus adentros, recordando lo que había pasado con Agustín. Aunque Cyclin intentaba provocarlo, él no lo dejaría ganar.
—Las pasantías son las pruebas más importantes. Si fueran fáciles, este lugar estaría lleno de Incubus inútiles —respondió, su voz firme y cortante mientras miraba al rubio de cabellos largos quien volvió a hablar muy rápido—. ¿Oh, pero acaso no fue solo por cómo puliste tu caparazón que te admitieron a la academia?
El ambiente se volvió tenso. Cyclin, consciente de haber cruzado una línea, se quedó inmóvil, incapaz de retroceder.
—¿Crees que ese es mi único atributo? —Balbín avanzó hacia él, la distancia entre ambos casi inexistente. Cyclin intentó negar con la cabeza, pero no pudo moverse.
—No... no quise decir eso... —balbuceó.
—Eso pensé —respondió Balbín, palmeando el hombro de Cyclin, quien se sobresaltó. Balbín sonrió con arrogancia—. Ahora muévete, tengo asuntos más importantes que atender.
—Mejor cállate, Cyclin —reprendió Lefreite, arrastrándolo hacia atrás—. Siwel está en el Santuario de Esencias. Lleva ahí un tiempo.
Balbín asintió, aliviado de haber obtenido la información. Sin embargo, antes de que pudiera irse, apareció una nueva figura.
Era Fulder, el joven prodigio Incubus, cuya belleza era de una pureza impecable, irradiando serenidad. Su mirada suave y gentil contrastaba con el aura erótica de Balbín. Con una sonrisa serena, Fulder se acercó.
—Balbín —lo saludó con calma.
Balbín observó la escena con los brazos cruzados, hasta que notó cómo Fulder fulminaba con la mirada a Cyclin.
—Quizás no has estado aquí el tiempo suficiente, Cyclin, pero déjame aclararte algo —dijo Fulder, su voz serena pero firme—. Balbín no es un simple pasante. Está a la altura de los Incubus más poderosos y ha delegado más de tres suburbios de placer en menos de cien años. Ha pasado todos sus exámenes con honores desde el primer intento. La próxima vez, no seas tan duro contigo mismo.
Los tres Incubus se marcharon en silencio, y Cyclin, abucheado por sus amigos, se hundió en la vergüenza.
—Espero que no te importe mi intromisión —dijo Fulder.
Balbín, relajando su expresión, suspiró.
—No tenías por qué molestarlo, pero supongo que le servirá de advertencia para el futuro.
Fulder asintió, con una sonrisa amigable.
—No hemos tenido la oportunidad de hablar desde la última conferencia. Ambos siempre estamos ocupados, supongo.
—Sí, es verdad.
—Te doy un consejo gratis: no dejes que te traten mal. Seres como Cyclin deben conocer su lugar.
—No me regocijo en las inseguridades de los demás.
—¿No hizo él lo mismo?
—Por favor... ¿Qué te hace pensar que algo de lo que dijo podría afectarme? —Balbín suspiró, más cansado que molesto—. Entiendo tu punto, pero no te involucres en mis asuntos. Ahora, ¿puedo ayudarte en algo?
Fulder lo miró unos segundos en silencio antes de negar con la cabeza.
—No quise molestarte, Balbín.
—No exageres.
Fulder asintió —Balbín, he estado queriendo hablar contigo desde la última conferencia. Sabes, ambos siempre estamos ocupados, pero hoy me preguntaba si podríamos... ya sabes, compartir experiencias. Estos últimos días, los Arcaicos están siendo más rígidos que nunca con los pasantes, y creo que sería útil ayudarnos mutuamente.
Balbín, cruzándose de brazos y mirando hacia otro lado —Compartir experiencias... no creo que lo necesite. Además, apenas y te conozco, Fulder. No tengo tiempo para charlas triviales. Mis pasantías no me permiten distracciones.
Fulder sigue insistiendo con suavidad —Te entiendo, créeme, pero hay algo más. He escuchado cosas... gracias a algunos contactos, ya sabes cómo es esto. Están hablando, Balbin.
Bal alzó una ceja, todavía con una actitud desinteresada—¿Hablando?
Fulder lo mirá más serio, bajando un poco la voz—Sí, no solo sobre mí. Ya sabes que últimamente he tenido problemas con la recolección, y aunque lo veo absurdo, algunos de los Arcaicos mencionaron deficiencias en mi rendimiento.
Balbin mirando a Fulder con incredulidad —Eso es ridículo. Eres el número uno en recolección de Magna. Si hay alguien eficiente en este lugar, ese eres tú.
Fulder hizo una pausa, con un toque de nerviosismo—Aprecio que lo digas, pero no solo han estado hablando de mí... también mencionaron lo que está ocurriendo contigo.
Balbín volviéndose más serio, su postura se tensó—¿Qué están diciendo exactamente?
Fulder mirándolo con preocupación —Que te estás tomando más tiempo del habitual. Nunca habías retrasado tus pasantías así antes, y parece que eso está llamando la atención. Algunos piensan que algo no anda bien.*
Balbín frunciendo el ceño, sintiendo una leve molestia, pero intentando mantener la compostura —No tengo idea de qué hablan. Mi ritmo es el adecuado. Cualquier otro no lo comprendería.
Fulder dio un paso hacia él, intentando sonar más comprensivo —Lo sé, pero quizás podríamos... ayudarnos. Si estamos bajo presión, lo mejor es trabajar juntos. Sé que no hemos compartido mucho, pero creo que podríamos...
Balbín perdiéndose en sus pensamientos, mirando al vacío mientras la situación con Agustín y su propio caparazón le vuelven a la mente
—...
—Balbín... ¿me estás escuchando?
Balbín sin mirarlo, respondiendo con un tono distante —No necesito tu ayuda, Fulder. Mis asuntos están bajo control.
Fulder viendo la indiferencia de Balbín, baja los hombros un poco, resignado —Está bien. Solo quería... ofrecerme.
Balbín murmurando, más para sí mismo que para Fulder —Los Arcaicos no deberían preocuparse por lo que no entienden...
Fulder haciendo una pausa, sintiéndose casi como si estuviera hablando solo —Bueno, si cambias de opinión... aquí estaré.
Balbín aún perdido en sus propios pensamientos, apenas asintiendo —Mm... sí, lo sé. —sin apenas mirarlo, dando media vuelta y alejándose.
Fulder viendo cómo Balbín se marcha, su expresión calmada se transforma en una mueca de furia apenas contenida —¿Lo sabes? ¿Eso es todo lo que tienes que decirme? —murmura entre dientes, su voz cargada de resentimiento.
Empezó a caminar de un lado a otro, su respiración se acelera, pero sus labios se curvan en una sonrisa torcida, casi eufórica.
—El número uno en recolección…—ríe para sí mismo, su mirada fija en el lugar donde Balbín desapareció —Si tan solo supieras... Si supieras todo lo que soy capaz de hacer. Todo lo que ya he logrado. Mis cualidades... Mis virtudes…
su tono se volvía más frenético y su sonrisa más amplia.
Se detiene abruptamente, cerrando los puños con fuerza
Fulder con voz ronca, casi susurrando —Te sorprenderías, Balbín. Sí, quedarías impresionado si conocieras todo lo que puedo ofrecer, todo lo que soy. No soy solo el mejor en recolección. No, soy mucho más. Y algún día... lo verás. Me reconocerás por lo que verdaderamente soy.
Fulder respira hondo, como si encontrara placer en la idea. Su ira no ha desaparecido, pero está mezclada con una satisfacción oscura, una obsesión que lo consume lentamente.
—Es solo cuestión de tiempo... Y cuando llegue ese momento, no tendrás más opción que aceptar que yo, Fulder, soy todo lo que tú quisieras ser.
Dijo al continuar su camino, disfrutando de la fantasía de ser admirado por Balbín, mientras una risa leve pero amarga se escapa de sus labios.
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Balbín avanzaba con pasos pesados sobre los senderos de nubes, dirigiéndose al segundo edificio del Limbo, cuya estructura de mármol siempre había impuesto respeto. Pero hoy, el cansancio lo aplastaba como nunca antes. Tras su encuentro con Agustín, una mezcla de furia e impotencia lo consumía. Aquel humano lo había desgastado de una forma que no esperaba. No podía permitirse ser tan débil, no frente a alguien así. Tenía que mejorar su resistencia, y rápido.
Mientras esperaba en la entrada del edificio, su mente continuaba girando en torno a su situación. Necesitaba más Magna, más de la que había planeado. Se molestaba consigo mismo por la necesidad, pero no había alternativa.
Finalmente, Siwel apareció, acompañado de una bella súcubo. Caminaban riendo suavemente hasta que Siwel notó la presencia de Balbín a lo lejos. Al principio, levantó una mano para saludarlo con una sonrisa, pero la expresión de su rostro cambió cuando se percató de su estado. El cansancio y la tensión eran visibles en su amigo, algo raro en Balbín.
"Volvió demasiado pronto..." pensó Siwel, su sonrisa desapareciendo por completo. Sabía que algo no andaba bien, pero evitó acercarse demasiado. Sabía que cuando Balbín estaba así, lo último que quería era que lo presionaran. Sin embargo, no pudo evitar sentirse preocupado. Intentó evitar el contacto visual, sabiendo lo que su amigo podría pedirle.
Sin embargo, Balbín desapareció de donde estaba y, un segundo después, apareció justo frente a ellos. La súcubo, sorprendida, esbozó una sonrisa coqueta.
—Vaya, Balbín... Es un placer verte de nuevo. su voz tenía una dulzura peligrosa mientras jugueteaba con su cabello, intentando llamar la atención del incubus.
Balbín, a pesar de su agotamiento, sonrió con esa seductora seguridad que lo caracterizaba.
—El placer es todo mío, hermosa. Pero ahora necesito un momento a solas con mi amigo.
La súcubo le lanzó una mirada maliciosa antes de inclinarse hacia Siwel.
—Hasta la próxima, Bal.
Mientras la súcubo se alejaba, Siwel la observó partir por un momento, pero su atención volvió rápidamente a Balbín. No pudo evitar notar que algo más estaba pasando.
Siwel intentando sonar relajado, aunque su preocupación era evidente —Siempre rodeado de las mejores... ¿Pero qué te pasó? Te ves... agotado.
Balbín más serio, con una mirada que denotaba cansancio e irritación —No es nada de lo que debas preocuparte.
Siwel lo observó con atención. Sabía que Balbín no era de compartir sus problemas fácilmente, pero algo en su expresión le indicaba que había más de lo que decía.
—Ya veo... Pero volvimos a lo mismo, apenas regresaste y ya necesitas más Magna. Y eso, para alguien como tú, no es normal. ¿Algo no salió bien con tu pasantía, Bal?
Balbín sin mirarlo directamente, intentando mantener la compostura—Solo necesito más Magna, Siwel. No es nada que no pueda manejar.
Siwel frunció el ceño, pero decidió no presionar. Respetaba a Balbín lo suficiente como para no forzarlo a hablar si no quería. con voz más suave
—Bal, somos amigos desde hace siglos. No te voy a forzar a decirme nada, pero... si algo va mal, sabes que estoy aquí, ¿verdad?
Balbín, perdido en sus pensamientos, apenas registró las palabras de Siwel. Su mente seguía volviendo a Agustín y a la frustrante debilidad que había sentido frente a él. Aunque sabía que Siwel tenía razón, no estaba listo para compartir todo lo que había ocurrido.
Balbín murmurando, más para sí mismo que para Siwel—Lo resolveré... No me queda otra opción.
Su amigo suspiró, sintiendo que la conversación no iba a llegar a ningún lado. Sabía que Balbín se encerraba en sí mismo cuando las cosas se complicaban. Sin embargo, no podía evitar preocuparse.
—Está bien, amigo. Haz lo que tengas que hacer. Solo... ten cuidado, ¿sí?
Balbín asintió ligeramente, pero su mente ya estaba en otra parte. Sabía que el camino por delante sería difícil, y más aún si seguía vinculado a Agustín. Necesitaba fortalecerse, y rápido.
Siwel, resignado, esbozó una pequeña sonrisa y decidió no presionar más. Dijo —Ahora dime, ¿quién es esa mujer que logró hacerte ver tan... destrozado? No todos los días veo a mi mejor amigo así.
Balbín levantó una ceja y sonrió de lado, volviendo a su habitual coquetería por un momento.
—No fue ella, Siwel. Créeme.
Siwel soltó una pequeña risa, tratando de aliviar el ambiente, aunque su preocupación permanecía. Sabía que Balbín estaba enfrentando algo serio, pero decidió respetar su silencio. Si su amigo necesitaba ayuda, estaría allí, sin importar cuándo decidiera pedirla.
Tras la breve conversación, Siwel y Balbín comenzaron a caminar juntos por los senderos del Limbo, con el segundo edificio de mármol a sus espaldas. La tensión que había permanecido en el aire empezó a disiparse, y ambos retomaron la camaradería habitual.
Balbín, arqueando una ceja, sin dejar de caminar —Por cierto... ¿Disfrutaste de la premium que te conseguí?
Siwel soltó una carcajada ligera, girando la cabeza hacia su amigo con una sonrisa maliciosa.
—Oh, claro que lo hice. Aunque…— hizo una pausa teatral. —ya la conocía.
Balbín lo miró sorprendido durante un segundo. ¿Cómo podía conocerla? se preguntó, pero luego recordó que su amigo, por naturaleza, tenía la habilidad de aparecer en lugares inesperados. Además, Siwel siempre encontraba la forma de socializar con las personas más inaccesibles.
Balbín sorprendido al principio, luego riendo —No debería sorprenderme viniendo de ti... Pero, ¿cómo rayos lograste eso?*
Siwel sonrió de forma descarada, sin dar más detalles, lo que provocó que Balbín rodara los ojos. Era mejor no preguntar cómo su amigo había logrado estar con una ex-premium de un príncipe demonio.
Balbín, sonriendo, algo impresionado —Es increíble cómo te metes en todos lados... A veces me sorprendes. No te voy a mentir, Siwel. Te admiro por eso.
Siwel se detuvo por un momento, mirándolo con una gran sonrisa en su rostro. Parecía realmente emocionado por las palabras de su amigo.
Siwel fingiendo sorpresa —¿Tú? ¿El gran Balbín admirando mi astucia para socializar? (rió) —Esto es algo que tengo que recordar siempre.
Balbín sonrió, sabiendo que Siwel iba a disfrutar demasiado de esa pequeña confesión. Pero no le molestaba; era una verdad que no podía negar. Siwel tenía un don especial para moverse entre las figuras más poderosas y salirse con la suya.
Sin previo aviso, Siwel se inclinó hacia Balbín y lo envolvió en un abrazo, lo que tomó a su amigo desprevenido. entre risas —¡Gracias por las palabras, amigo! No todos los días me dices algo tan bonito. Y, en agradecimiento, te voy a dar la Magna que necesitas…—se separó del abrazo, aún riendo —No te voy a cobrar esta vez. Consideralo un gesto de buena fe.
Balbín divertido, pero también aliviado —Generoso como siempre, ¿eh?
Siwel asintió con entusiasmo, orgulloso de sí mismo. Balbín, por su parte, sonrió mientras caminaban. A pesar de sus problemas internos, el tener a Siwel como amigo le recordaba que, aunque enfrentara dificultades, nunca estaba completamente solo. Aunque no había hablado de su verdadero conflicto, la energía y la lealtad de Siwel siempre lograban levantarle el ánimo, incluso en los momentos más tensos.
Continuaron su camino por los senderos del Limbo, charlando y riendo como si nada estuviera mal, aunque ambos sabían que las pruebas más grandes aún estaban por venir.