Quédate Conmigo

La madre de Edgar lo miró con extrañeza cuando su hijo permaneció en la cena sin tocar su plato. El jamás se comportaba así, incluso cuando perdía un negocio importante, pero lo que más le asombró fue la pequeña marca en su cuello que evidenciaba que había pasado algo que no estaba contando.

—No sé a que viene tu visita, hijo. Pero si no hablas...

Edgar no sabía porque había visitado a su madre pero sentía la necesidad de hablarlo con alguien coherente. Douglas no era un buen consejero por lo que su única solución era su madre que no tenía consideración de él cuando se trataba de regañarlo.

—Tuve relaciones con una mujer casada y con un hijo.

Margaret miró a su hijo y supo que aquello le había afectado más de lo que ella podía ver, aunque Margaret podía echarse la responsabilidad de criar un hijo decente y con buenos principios, al final de cuentas el recuerdo de Holly se presentaba entre ellos a pesar de seis años que se había marchado.

Y Edgar no se veía bien, su culpa lo estaba matando.

—¿Lo haz hablado con ella? Porque déjame decirte que para el engaño de ese tipo, se necesitan dos.

—No, la llamaron enseguida por su hijo y ni siquiera me miro. Soy una basura.

Entonces el dolor que ella solo había visto una vez volvió a su rostro y su corazón se partió en pedazos. No quería que Edgar pasara por lo mismo, así que su única solución era llevárselo de Manthattan y olvidar esa terrible solución.

Pero lo más difícil de su plan iba a ser convencer a Edgar de dejar sus trabajos aquí para volver a California.

—Edgar deja de atormentarte, ve esto como un desliz. La mujer tiene que decirle a su esposo y tu eres soltero. Fácil.

Pero el chico levantó la mirada y miro a su madre con asombro. No estaba esperando aquello de ella, quería que lo regañara, lo corrigiera a tal punto de que la culpabilidad aumentara aún más. Se lo merecía.

—¿Porque estas siendo tan buena conmigo? Me merezco...

—No te mereces nada, Edgar. Suficiente tienes con el tormento que tu solo tienes en la cabeza—El chico miró a otro lado y ella tomó su mano— Hijo, regresemos a California.

—No puedo volver.

—¿Que tipo de CEO eres que no tienes personal que te apoye? ¡Necesitamos volver! Compraré los boletos y te espero en el aeropuerto.

Sin decir una palabra, Edgar asintió y llevó a su boca, la copa de vino que tenía enfrente. Tenia que olvidar a Morgana y la distancia era la mejor solución.

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Morgana mantenía la mirada fija en el rostro del pequeño Jacob que dormía plácidamente en su cama. Aún era pequeño pero había logrado grandes cambios que aunque para el mundo fueran minúsculos, para ella su madre eran enormes.

Su rostro de bebé había cambiado por uno de niño y la marca de su estatura se encontraba más alto desde la última vez que lo había visto.

Aunque Ronald se encargaba de él, Morgana jamás lo veía, su trabajo era demasiado demandante como para dedicarle tiempo de calidad a su hijo y ahora, que Edgar se encontraba cerca posiblemente su propio sueño de ser una mujer exitosa, iba a jugar en su contra.

Porque aunque el niño había salido de su vientre, no había comunicación en lo absoluto y hasta ahora, cuando su hijo entró en una riña porque ni siquiera sus compañeros la conocían.

Morgana amaba a su hijo pero jamás le dedicaba el tiempo suficiente, su día empezaba muy de mañana y terminaba muy tarde como para verlo. Ella solo sabía que tenía un hijo y había delegado a Ronald que se encargaba lo suficiente como mantenerla tranquila y hacer su propio trabajo.

—¿Estas bien? —Ronald le entrego una taza de café y se sentó a su lado, el había sido testigo de las palabras de reproche de su hijo— Jacob es pequeño aún no comprende porque no estás.

—Es que el no tiene la culpa, el no pidió sufrir así.

—Morgana, no debes de atormentarte. Sabes que nosotros fuimos igual, nuestros padres nunca estaban, a diferencia de nosotros, Jacob me tiene a mi.

—Lo sé, pero eso no significa que quiera eso para Jacob, quiero que sea tan feliz como cualquier niño—Ella se levantó y dejó la taza en la mesita contigua, la culpa la estaba asfixiando— Que tenga dos padres que avalen sus logros y lo regañen en el momento ¿Sabes? Cuando Jacob me miro con aquellos ojos me sentí tan vulnerable, nunca lo había visto así y ni siquiera me di cuenta que había perdido un diente. Creo que tendré que dejar la empresa... quiero cuidar a mi hijo.

—Pero si es tu sueño, Morgana. Jacob no necesita una madre infeliz rondando a su alrededor, tu eres feliz siendo como eres, solo tienes que aprender a darle un espacio para pasar tiempo con él.

Entonces se giró y encontró a Ronald, abriendo los brazos para ella. Aquel hombre era el que podía llamar como mejor amigo, el que la acompañaba y que la conocía tan bien que la ayudaba a llegar a una conclusión.

Jamás quería perder a Ronald ni tampoco a su hijo.

—¿Que vamos a hacer? Jacob se encuentra suspendido, las niñeras no están disponibles y no lo puedo tener en la oficina, Edgar está ahí.

Lo que menos necesitaba era más cargas emocionales, no podía ni siquiera pelear por Jacob en ese momento.

—Ya veremos que hacemos, tu tendrás que mantener tu oficina aquí la mitad del tiempo y yo prometo dejar el trabajo y a Shawn un momento— El se separó y suspiro pesadamente, algo le sucedia— Dios quiera que entienda el hombre, últimamente anda muy insistente de casarnos.

—¿Casarse?— Ella río y el hombre la miró mal— Creo que no conoce a tus padres y se atreve a decir eso.

—Él está inseguro de ti— Solto de la nada— El piensa que en algún momento tu y yo...

—¿Cuantos años tiene? ¿Dos? Por favor llevo conociéndote toda la vida y jamás te he interesado y ni hablar de la cama ,si ha dormido contigo a de saber que roncas horrible y te gusta babear.

—Que graciosa eres, Morgana. Pero... ya no hablemos de mi, ¿Porque cambio tu humor de un día para otro? Generalmente permaneces gruñona toda la semana.

Entonces se ruborizo, a pesar de las horas, el calor del cuerpo del hombre había permanecido en su cuerpo, su felicidad era contagiosa ya que no podía evitar sentir el perfume de Edgar impregnado en su ropa recordándole lo que había sucedido.

—Dime por favor, que no te metiste con Edgar.

Y su rubor le confirmo lo que tanto temía, entonces la tomó del brazo y la sacó de la habitación del niño. Su enfado era evidente y aunque estaba intentado contenerse su rostro rojizo lo delataba.

—¿Que te pasa?— exploto— ¡No voy a permitir...!

—Calmate, el sabe que estoy casada y con un niño.

—¿Y sabe de Jacob? —Grito— No, me iré con mi hijo hasta que arregles tu estupidez.

—¿De que hablas? Aunque Edgar descubra que existe Jacob, él sabe perfectamente quién en su padre. No habrá problema...

—¡Oh, claro! No habrá problema porque cuando vea al niño se preguntará porque se parece a él y no a mi. Pero ¿Sabes que? Jacob y yo necesitamos solo salir de la ciudad, nos vamos con mi madre o alguna otra tontería para que te deshagas del hombre en este instante

Ronald parecía que estaba a punto de explotar incluso ahora que ya había sacado toda su frustración, pero el miedo era lo que más dominaba, no quería a Edgar en ningún momento de la vida de su hijo.

—Ni siquiera te atrevas a llevarte a Jacob, él niño estará aquí, cerca de mi. Yo, dejaré que Edgar se vaya, lo prometo.

Aunque Ronald no se quedó tranquilo se dio cuenta que Morgana hablaba enserio, después de todo, la que perdía era ella.