Desde Que Te Vi

[Punto de vista de Mauricio]

Un año.

Doce malditos meses observando desde las sombras a una chica que no tenía idea del monstruo que la seguía con devoción.El tiempo pasaba lento una dulce tortura la peor de todas estaba cerca pero a la vez tan lejos.

Mauricio Viconti, el hombre que muchos nombraban con miedo, que controlaba territorios, negocios ilegales y una empresa de diseño como fachada… estaba completamente perdido por una adolescente de un pueblo olvidado.

Mariana.

La única que lo hacía sentir humano. Que le despertaba algo más que deseo o control. Le daba… calma. Paz. Luz.

La había visto crecer. Cambiar.

Ya casi tenía 18. Estaba por terminar la escuela.

Y cada día que pasaba, él sabía que no podría seguir siendo un fantasma por mucho tiempo.

Aquel mediodía, sentado en su oficina con la vista panorámica de la ciudad, Lucio entró sin golpear.

—Jefe, traje el catálogo de la nueva campaña. Y… una sorpresa —sonrió como quien se cree gracioso.

Entró una modelo rubia, alta, escote profundo, labios inflados y una mirada que gritaba “disponible”.

—Ella te puede hacer olvidar lo que no te conviene —dijo Lucio, con tono cómplice.

Mauricio la observó un segundo, luego desvió la mirada con fastidio.

—¿Te pensás que soy un pendejo calentón, Lucio?

—¡No! Pero jefe… es una nena. Una chica del montón. Tenés mujeres tirándose encima todo el tiempo más bonitas y dispuestas . No entiendo qué le ves.

El golpe llegó sin aviso.

Mauricio se levantó de su silla y le pegó una trompada seca en la boca a Lucio, que cayó contra la mesa.

La modelo gritó y salió corriendo.

—¡No vuelvas a hablar de ella así y a traerme a nadie, Lucio! —rugió Mauricio, con los ojos encendidos— ¡Ella no es reemplazable! ¡Ella es mía! ¡Mi obsesión! ¡Mi tormenta disfrazada de dulzura!

Lucio escupió sangre y se limpió con el dorso de la mano.

—¿Qué te pasa, Mauri? ¡Nunca te vi así! —dijo con voz quebrada— ¿En serio estás tan... jodido?

Mauricio caminó hacia la ventana y apoyó la frente contra el vidrio.

—No puedo explicártelo, Lucio. Es como si la conociera desde siempre. Como si el universo la hubiera creado para mí… pero en el cuerpo equivocado, en el momento equivocado.Pero voy a esperarla

Lucio se sentó con dificultad, aún tocándose la mandíbula.

—¿Y ella? ¿Sabe algo?

—No. Y no debe saberlo. Todavía no.

—¿Y hasta cuándo pensás seguir así?

Mauricio giró, esta vez con la mirada más serena.

—Hasta que esté lista, todavía no es momento pero debo cuidarla .Hasta que yo me convierta en alguien que no la destruya, a quien no le tenga miedo.

Porque no quiero tenerla a la fuerza. Quiero que ella me elija. Que me ame

Lucio suspiró, entendiendo al fin.

—Estás enamorado. Como un idiota.

—Como nunca antes —admitió Mauricio, con una sonrisa torcida—. Y si alguien se le acerca con malas intenciones… lo voy a enterrar.

Lucio asintió. Esa parte sí la entendía.

Porque si había algo más peligroso que Mauricio Viconti como jefe…

Era Mauricio Viconti enamorado.