Segundo libro de- UNA MUJER EN LA MAFIA. Aclarando solo dudas del primer libro. No es que es una historia larga. Solo hice esta breve historia para aclarar algunas dudas.
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Una mujer en la mafia
La tensión en el aire era palpable, y no podía dejar de mirarlos. De un momento a otro, una chica se acercó al lado de Henry, una rubia con un vestido rojo que resaltaba entre la multitud. Al principio no le presté mucha atención, hasta que vi la forma en que miró a James. Fue una mirada que, aunque breve, no pasó desapercibida para mí. Era una mirada llena de deseo, de curiosidad. El tipo de mirada que me ponía los nervios de punta.
Antes de que pudiera siquiera procesarlo, vi cómo James, con esa sonrisa arrogante, le extendió la mano y la llevó hacia la pista de baile.
Mi sangre empezó a hervir. La sensación de impotencia me llenó, y el vacío en el estómago creció. ¿Cómo se atrevía a hacer eso? Yo solo estoy trabajando ¿cómo podía simplemente hacerme esto?
Flora, que parecía estar más tranquila que yo, me habló por el auricular, como si intentara calmarme.
—Ya se fue, por fin —me dijo, aunque pude oír la preocupación en su voz—. Concéntrate. Necesitas seguir con lo que estás haciendo.
Pero no podía. Mi mente estaba atrapada en la escena que acababa de ver. James, riendo con esa chica como si nada hubiera pasado, como si no existiera toda esa historia oscura entre él y yo. Mi mirada se quedó fija en la pista de baile, y aunque intentaba mirar hacia otro lado, no podía dejar de observar cómo se movían juntos, cómo él la tocaba de forma posesiva, como si todo esto fuera un juego.
—Olvídalo, por favor —insistió Flora, aunque esta vez su voz sonaba algo más apremiante—. No es el momento. Concéntrate en la misión.
Pero ya no podía concentrarme. Mi pecho se sentía como si estuviera a punto de explotar, y la ira que sentía era más fuerte que cualquier otra cosa. Sin pensarlo, me levanté de golpe de mi asiento y empecé a caminar hacia la pista de baile, buscando a James.
Lo encontré rápidamente. La chica estaba pegada a él, su cuerpo moviéndose al ritmo de la música, mientras él la miraba con una sonrisa confiada. Me acerqué a ellos sin pensarlo dos veces.
Lo agarré de la camisa, tirando de él con fuerza para apartarlo de la chica.
—¿Qué crees que estás haciendo? —le exigí, mi voz temblando de furia.
James me miró, su expresión tan fría como siempre, pero había algo más en su mirada: diversión.
—¿Qué te pasa? —me respondió, su tono lleno de desprecio, como si lo que acababa de hacer fuera completamente natural—. Estoy bailando. ¿No ves que es una fiesta?
—No puedes hacerme esto —le respondí, apretando los dientes. La rabia me nublaba los pensamientos—. No hemos tenido contacto en dos años, ¿y ahora vienes a hacerme esto?
James me miró un momento, como si estuviera evaluando mis palabras, y luego soltó una risa baja, casi burlona.
—¿Qué, ahora tienes celos? —dijo, como si estuviera disfrutando cada palabra. Su tono era cruel, como si quisiera provocarme—. Si no querías que me acercara a otra, tal vez no debiste desaparecer dos años.
Me quedé en silencio, sintiendo como cada palabra de James me golpeaba como un martillo. Él tenía razón, en cierto modo. Pero aún así, no me iba a quedar parada viendo cómo coqueteaba con esa chica.
—¡No tienes derecho! —le grité, pero justo cuando iba a seguir, él empezó a caminar hacia la pista de baile nuevamente, ignorándome por completo.
Mi corazón se aceleró, y sin pensarlo, lo detuve de nuevo, agarrándolo de la muñeca.
—¡No te atrevas a irte! —le dije, mirándolo directamente a los ojos.
James me miró por un momento, y, para mi sorpresa, su rostro cambió. Su expresión pasó de la burla a una ligera confusión, como si no comprendiera por qué lo estaba deteniendo.
—Entonces, ¿Qué quieres? —dijo, sin perder su tono desafiante, pero ahora había algo más. Algo que no pude identificar.
Me quedé en silencio, y antes de que pudiera responder, James dio un paso hacia mí, acercándose lo suficiente para que pudiera sentir su calor.
Sin previo aviso, me atrapó por la cintura y me acercó a él con fuerza, deteniendo cualquier intento de hablar. Mis palabras se quedaron atrapadas en mi garganta cuando sus labios se encontraron con los míos.
Fue un beso abrupto, sin previo aviso, pero feroz. Me sentí como si mi cuerpo se hubiera paralizado, pero al mismo tiempo, algo en mí respondió sin control. Los recuerdos de lo que habíamos sido se apoderaron de mí. Esa pasión que nunca se fue, que estaba enterrada bajo toda la rabia y el resentimiento.
Cuando se apartó, apenas pude respirar, mi corazón latiendo a toda velocidad. James me miró con esos ojos oscuros y llenos de desafío, pero había algo más allí, algo más suave que me hizo dudar de todo lo que había creído en los últimos dos años.
—Vaya, ahora besas diferente. Más… rico —dijo James, su tono con una mezcla de burla y una pizca de deseo.
Mis ojos se clavaron en los suyos, y aunque mi corazón latía con fuerza, lo miré sin apartar la mirada.
—No solo mis besos cambiaron —respondí con una sonrisa fría, tratando de mantener el control sobre mis emociones, pero la rabia seguía burbujeando en mis venas.
En un rápido movimiento, me solté de su agarre, empujando su mano que aún me sujetaba con fuerza. Sentía la presión de la pistola oculta entre mis piernas, y con un solo movimiento, la saqué de su escondite. No había tiempo para dudas. La misión debía cumplirse, y no iba a dejar que nada ni nadie me detuviera.
Caminé directo hacia la chica con la que James había estado bailando, que no me había dejado de mirar en todo momento. Ella estaba aún en la pista, sonriendo como si el mundo fuera suyo. Vi su expresión cambiar al instante cuando la pistola apareció en mi mano. Pero no hubo tiempo para gritar, no hubo tiempo para nada. Con un movimiento rápido, apreté el gatillo. Un disparo silencioso, certero. Ella cayó al suelo sin hacer ruido, una caída suave que casi parecía de película, pero no era una película. Era mi realidad.
James, que había estado observando desde atrás, no se movió, ni un solo músculo. No reaccionó, como si su mundo ya estuviera acostumbrado a la violencia, a la muerte que lo rodeaba. Su silencio me perturbó más que cualquier grito.
Dando la vuelta, con el arma aún en mis manos, me dirigí hacia donde estaba Henry. Él me miró cuando me acerqué, sus ojos alegres por volverme a ver. Sin pensarlo, lo besé. Un beso feroz, lleno de desespero y provocación. La sensación de poder me envolvía, pero lo que hice después fue lo que me definió.
Dejando el beso a medio terminar, saqué la pistola de nuevo y, con un movimiento rápido, disparé. La bala atravesó su cuerpo sin hacer ruido, sin causar alboroto. Solo caía como la chica antes, silenciosamente, sin que nadie más supiera lo que acababa de ocurrir.
Al pasar junto a James, mi respiración seguía agitada, mi mente aún en un estado de caos controlado. Lo miré de reojo, sin detenerme, y con una calma sorprendente, le dije:
—También he cambiado esto.
La frase flotó en el aire, como un recordatorio de lo que había sido, de lo que había dejado de ser, y de lo que aún quedaba por hacer. Mi corazón no palpitaba por la adrenalina, sino por una fría determinación. Ya no era la misma. Y, por lo visto, James tampoco lo era.
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