Mi Pasado Bajo 7 Llaves

No había conocido el amor o los cuidados de su padre. Dudaba que su madre hubiese sabido quién era y si lo había sabido, él no había reconocido a Grace. Esos niños eran unos privilegiados no solo en el sentido económico. Tenían un padre que los amaba, un hombre que representaba un papel en sus vidas y que se preocupaba por ellos. Ella también sería receptora de su cariño y atenciones. Nunca había deseado tanto un cambio, se estremeció al pensarlo.

¿Te pasa algo?, le preguntó Bruno.

No, nada.

Entonces, vamos a saludar a nuestros invitados.

Aparte del cariño de Bruno hacia sus hijos, tenía que asimilar muchas cosas a la vez; el tamaño de la casa y los preciosos muebles; los invitados, muy elegantes, que los rodeaban o se paraban para felicitarlos; cómo lo miraban las personas de su categoría y lo honraban al asistir a su boda.

También habían asistido todas las chicas que la habían acompañado a Sonora. Todas menos una. Grace supo instintivamente que las habían invitado y aceptado como sus amigas independientemente de la posición de sus nuevos maridos.

Gracias por invitar a Celeste y a las otras chicas, le dijo ella durante un instante que estuvieron solos.

Él le había dado una copa de champán y le había sonreído después de que diera un sorbo. Ella notó que las mejillas le abrazaban por el gesto.

Tus amigas son bien recibidas, naturalmente.

Ella no podía entender por qué su delicadeza la había avergonzado. Hacía muchos años que no se ruborizaba y él solo le había sonreído.

No... no he visto a Kenia.

Le mandé una invitación para que viniera con su acompañante, le explicó él, declinó, siento que te haya desdeñado.

No somos muy amigas, replicó ella encogiéndose de hombros.

Tu amiga Celeste estará a menos de una hora en coche desde nuestra casa, porque esta es tu casa también. Lo organizaré para que puedas ir a visitarla cuando quieras. Ya sé que las dos tendrán que adaptarse a vivir en un sitio nuevo.

Eres muy amable, dijo ella sin salir de su sorpresa.

Él miró hacia otro lado como si estuviera pensando, pero volvió a mirarla.

Quiero que seas feliz.

El tono cálido de su voz y esas palabras dirigidas solo a ella, hicieron mella en la capa de dignidad distante que se había creado para protegerse. El calor que había sentido en las mejillas se extendió por el pecho y le atenazo al corazón. A nadie le había importado su felicidad. No sabía cómo reaccionar ni cómo creerlo, pero quería hacerlo y deleitarse con ese privilegio. Aunque hubiese sabido qué decir, no habría podido decirlo. Por primera vez, se preguntó por su esposa anterior, por la mujer que había amado. Si era tan atento con ella, una mujer que acababa de conocer, ¿cómo sería que la amara un hombre así? ¿qué se sentiría con un amor así?

Inmediatamente, dejó a un lado las fantasías. Había ido a Sonora con la intención de ser respetable y encontrar un refugio seguro. No iba a soñar. Se conformaba con ganarse el respeto de Bruno y de la comunidad. Sobre todo quería ser digna de él y merecer su confianza.

Una pareja se acercó y Bruno le presentó a Noah y Romina Palacios.

Tengo entendido que eres de Montemorelos, comentó Noah. ¿Cómo es la tierra en esa parte del estado?

Es verde, con campos exuberantes y ríos sinuosos, contestó ella como si lo conociera. Hay naranjos por todas partes y ahí se da muy bien la la cosecha. Las naranjas más jugosas salen de Montemorelos, Nuevo León.

Había oído hablar del paisaje de Montemorelos a un hombre durante una cena en casa de la señora Hilda. Ella solo conocía las praderas llanas, secas y rebosantes de ganado de Montemorelos, y hasta eso lo había visto a través de las ventanas cerradas y con barrotes.

Parece precioso, intervino a su esposa, ya sé que Bruno se alegra de que hayas elegido venir a Sonora, pero tiene que ser un cambio considerable para ti.

Es un cambio muy grande y para bien, dijo Grace.

Eres un hombre afortunado Bruno Valverde, le dijo Romina con una sonrisa.

Sí, es verdad, reconoció él.

Bruno miró a Grace y ella le sonrió como habían esperado sus amigos. Él le rodeó la cintura con el brazo y ella se recostó en él. Se quedaron así hasta que ella miró hacia otro lado.

Se sentía cansada después de conocer a tanta gente y ser el centro de atención, pero lo disimuló como las emociones. Cuando los invitados fueron marchándose poco a poco, Bruno le dijo que podía excusarse y subir a su habitación.

Es la última habitación a la derecha, le explico él. Me Temo que no te han deshecho el equipaje, pero tendrás mucho tiempo para organizarte Durante los próximos días. Rato después, subió las escaleras, dejó los murmullos atrás y encontró la habitación que le había indicado. Unas lamparitas de mesa iluminaban plácidamente el abundante espacio y ella se preguntó quién habría hecho los preparativos. ¿Habrá sido la mujer con vestido negro y delantal blanco que le abrió la puerta?

Sus seis enormes maletas estaban alineados contra una pared y fue abriéndolos para buscar los cepillos, camisones y cosas de aseo. Habían llenado con agua el jacuzzi y puesto unas toallas en un labavo que había detrás de un biombo pintados con pavos reales y flores orientales.

Grace estaba muy acostumbrada a desabotonarse el vestido, se lo quitó y lo colgó del biombo antes de quitarse también la ropa interior. Se metió al jacuzzi y su fragante jabón la la hizo relajarse, rato después salió del jacuzzi y se secó.

Después de aplicarse crema en los codos, manos y pies, se aplicó colonia en todo el cuerpo y se puso un camisón casi transparente. Se tomó su tiempo para cepillarse el cabello, pintarse los labios y ponerse rubor. Sacó las joyas que había escondido en medias, guardó las medias en un cajón y los collares y pendientes en un alhajero dorado en forma de una concha de mar. Miró las piedras preciosas, todas ellas un recordatorio de una vida que quería olvidar, cerró el alhajero sin elegir ninguna y lo metió en el cajón inferior del tocador. Al final se puso una bata de seda y se ató el cordón alrededor de la cintura. De miró al espejo, todo era distinto en su nueva vida, todo menos eso. Lo único que sabía hacer era complacer a Bruno cuando fuera a su habitación.