Casada Por Mí Reino.

En el reino de Escitia justo frente al mar se encontraba el castillo de Maluski y Alcira.

Un bosque precioso de grandes pinos y poderosas higueras rodeaban el castillo. Escitia era el reino del pan y de la miel. Grandes extensiones de trigo plantadas en una pradera ondulante estaban también rodeadas por flores las que atraían a las abejas para fabricar la más pura y rica miel de todo el condado. Los vasallos campesinos plantaban y cuidaban el trigo y luego de cosecharlo machacaban sus semillas para convertirlos en harina con la que hacían un exquisito pan. El pan de Escitia era famoso. Lo amasaban con agua de mar y con carne de pez ahumado para el gusto salado y también fabricaban el pan dulce con miel y muchos pétalos de variados colores de las flores del lugar. 

Los Reyes de Escitia , Maluski y Alcira tenían tres hijos :Tomeo, Drago y la pequeña Tinha. 

Tomeo era un príncipe callado y estudioso. Alto y elegante como su madre vivía rodeado de libros y de astrólogos y científicos de la época. 

Drago por el contrario era fuerte y musculoso, amaba la guerra y las mujeres. La pequeña Tinha era apegada a su hermano del medio, alegre y vivaz y muy inteligente, había sacado las dotes de sus dos padres. 

El festival del trigo y la miel se avecinaba. Concurrían a él, personalidades de los condados vecinos. Nobles, guerreros, viajeros y juglares se dirigían a Escitia para el famoso encuentro anual pero este año, en el palacio, los ánimos no estaban para fiestas. 

Viajeros que llegaron al puerto del condado traían una mala nueva. 

La carabela de Drago no había arribado a Nuria. Quizás se había perdido o naufragado en el temible mar de los sargazos. Grandes tormentas marinas habían acontecido y una extraña niebla había cubierto por días la superficie del amplio océano. 

Maluski y Alcira estaban preocupados por sus hijos. 

¿Valía la pena en ese estado de eventos fatídicos, realizar el festival del trigo y la miel?

Alcira lloraba a diario. Su esposo rezongaba murmurando por lo bajo.

Se enojaba consigo mismo por haber permitido a su hijo viajar en buscas de especias con su hermana pequeña. Solo lo hizo porque confiaba ciegamente en su capitán y escriba de la corte Morris. 

Si le faltaba su hijo, faltaría el lógico heredero de la corona. Tomeo no tenía cualidades de líder. Sus aficiones eran más propias de un monje que de un rey. 

Para Maluski, su sucesor debía ser Drago. 

Por lo mismo había invitado a los reyes rojos de Manuvia. 

Los Reyes rojos como la gente los llamaba eran dueños del condado cercano llamado Manuvia y le llamaban así porque les caracterizaba el cabello rojo a padres y descendientes. En charlas ambos reyes habían consensuado el matrimonio de Rosibel de Manuvia con Drago de Escita. 

Maluski quería creer que Drago se había demorado en algún puerto por alguna mujer como era su costumbre pero la fecha de la festividad se avecinaba y Drago no aparecía. 

Su mujer lloraba el día entero y había hecho una ofrenda a los hados del bosque por el regreso de sus hijos. Bailó de noche junto a una fogata dejando ofrendas de flores y miel para los Dioses.

En Alubia, junto al mar, Sol Lisbeth y sus morenos arrojaban una ofrenda a las olas por la victoria de Drago y sus hombres.

Los Dioses del Olimpo y los hados de los bosques habían sido despertados de su sueño celestial con tantos pedidos y ofrendas. 

Maliusa,Martina, la pequeña Tina y Sol Lisbeth entrando al mar con vestimentas blancas arrojaban flores de Girasol en las aguas. Fue allí cuando Sol Lizbeth vio a su madre o mejor dicho el espectro de su madre, bellísima y brillante sobre las olas. 

– Madre, madre!-- gritaba Sol pero nadie más la veía. Solo ella. 

En el castillo de Turino de Alubia, habían llegado noticias de un barco pirata y tropas cercanas al palacio donde el, su mujer y algunas pocas cortesanas vivían. 

Turino arengó a los guardias del castillo y les obligó a hacer guardia la noche entera sobre el puente levadizo. 

Debían tener preparados arcos y flechas envenenadas. Les entrego la próxima del veneno y les hizo sumergir la punta de las flechas. Aprovecho para sacar un poco y colocar como toda las noches en la bebida que su mujer Marietta, tomaba antes de dormir. Su muerte no debería levantar sospechas. Luego se fue junto a su amante a su recámara. 

Se desvistió y exigió ser besado por la cortesana en cada parte de su rollizo cuerpo. 

Estaba gozando feliz cuando abrió los ojos y vió el espectro blanco de su primera esposa muerta, mirándolo con ojos de fuego. 

Salió de la cama y echó a la cortesana. Decidió tomar aguardiente para borrarse los locos sueños de la mente. Era solo un aviso de los problemas que la noche le tenía preparado. Pero la maldad en su corazón era tanta que se embotó la mente de alcohol y se tiró en el medio de la cama. Nadie podría pasar por el puente levadizo, nadie.-- se dijo– nadie podrá escalar los altos muros de piedra. Nadie. –

Pero Turino se olvidó de una pequeña niña que conocía el castillo como la palma de su mano. Que sabía muy bien, que entradas secretas habían dentro del bosque rodeando el castillo. Y una se ellas era una tortuosa cueva que terminaba justo debajo de su recámara. En el piso se sentían ruidos.

Ratas - pensó Turino con los ojos casi cerrados de sueños. Si los hubiera abierto vería algunos reflejos de luces, pero sus ojos estaban cansados . Además no quería ver fantasmas de muertos. 

La mujer muy blanca acostada a su lado sonreía. La hora de Turino de Alubia pareciera que había llegado.