En un mundo donde la magia y la naturaleza están entrelazadas, Kael, un poderoso lobo beta, es desterrado de su manada por desafiar las reglas impuestas por su Alfa, Darian, un líder tirano que busca explotar a su gente. Mientras deambula por los bosques prohibidos, herido y solo, Kael encuentra a Selene, una bruja exiliada por su propio pueblo, temida por su inmenso poder.
Ambos, marginados y perseguidos, encuentran en el otro una razón para luchar y sobrevivir. A medida que su vínculo crece, una pasión ardiente nace entre ellos, desafiando las leyes de sus mundos. Pero el peligro los acecha: Darian ha hecho un pacto con fuerzas oscuras para mantener su dominio, y el consejo de hechiceros busca eliminar a Selene antes de que su poder se descontrole.
Juntos, Kael y Selene deben enfrentar enemigos implacables, descubrir los secretos de sus propias naturalezas y decidir si su amor es suficiente para desafiar el destino. En un juego de traición, magia y deseo, la batalla por la libertad.
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Capitulo 5
La noche había caído como un manto pesado sobre el bosque prohibido, envolviendo la arboleda en una penumbra espesa y sofocante. La neblina serpenteaba entre los troncos nudosos, como si tuviera vida propia, devorando la poca luz que la luna lograba colar entre las copas de los árboles.
Kael y Selene había salido de la cabaña para buscar un poco de comer, ya tenía casi 24 horas sin ingerir alimento y lo necesitaban con urgencia.
El aire era denso y húmedo, impregnado con el aroma a musgo mojado y tierra revuelta. El ulular lejano de un búho rompía la quietud de la noche, pero su canto parecía más una advertencia que un simple llamado.
En medio de la espesura, Kael sintió cómo su piel se erizaba con un escalofrío. No era el frío nocturno lo que le tensaba los músculos, sino algo más antiguo, más instintivo. Era la certeza de que no estaban solos.
Había cazadores cerca.
Cerró los ojos y se concentró en los sonidos. El bosque tenía un lenguaje propio, y él había aprendido a escucharlo. Allí, entre el crujido del follaje húmedo y el murmullo del viento, distinguió el paso contenido de botas avanzando con cautela, el roce apenas perceptible de una cuerda tensándose en un arco, el metálico y áspero aroma del hierro y la sangre impregnada en piel curtida. No necesitaba verlos para saberlo: estaban rodeados.
—Nos han encontrado —murmuró, apretando los colmillos con rabia contenida.
Selene, que estaba agachada junto a la hoguera apagada, levantó la mirada de inmediato. Sus ojos afilados reflejaron la chispa de la alerta, pero su rostro se mantuvo sereno.
—¿Cuántos? —preguntó en un susurro apenas audible.
Kael entrecerró los ojos y afiló sus sentidos. Su corazón golpeaba con fuerza en su pecho, acompasado con el de la cacería.
—Cinco… no, seis —dijo finalmente—. Nos están rodeando.
Selene dejó escapar un leve suspiro y se incorporó con un movimiento fluido. Aunque su postura parecía relajada, sus dedos se crisparon levemente, traicionando su tensión.
—Cazadores de bestias —murmuró—. No vienen a negociar.
Kael dejó escapar una sonrisa tensa.
—Nunca lo hacen.
Un silbido cortó el aire.
Kael se arrojó al suelo instintivamente cuando la flecha pasó a milímetros de su cuello, incrustándose en la corteza de un árbol con un sonido seco. Su sangre se incendió con la adrenalina del peligro inminente.
—¡Muéstrense, bastardos cobardes! —rugió, sintiendo la punzada ardiente en su piel cuando sus garras emergieron de sus dedos. Su cuerpo temblaba con el inicio de la transformación.
Las sombras se movieron entre los árboles.
El primer cazador emergió de la penumbra, vestido con cuero oscuro y una ballesta cargada en sus manos. Su rostro estaba cubierto con una máscara de metal que solo dejaba ver sus ojos, fríos como el filo de una daga.
—Kael, el traidor de su manada —dijo con voz grave y cortante—. Hay un buen precio por tu cabeza.
Otros cazadores surgieron de la maleza, moviéndose con la disciplina letal de lobos entrenados. Sus armas resplandecían bajo la luz de la luna: dagas de plata, redes encantadas listas para inmovilizar a su presa.
Kael gruñó, flexionando las rodillas para atacar, pero la fiebre de su herida todavía lo debilitaba. No estaba en condiciones de enfrentarlos a todos.
Selene, como si hubiera leído sus pensamientos, se adelantó un paso. Su voz sonó como el hielo al quebrarse.
—Si fuera ustedes, me lo pensaría dos veces antes de continuar.
Los cazadores se detuvieron momentáneamente, evaluándola. A sus ojos, era solo una mujer solitaria en un bosque oscuro. No una amenaza.
—No tienes nada que ver en esto, muchacha —gruñó un cazador corpulento, alzando su lanza—. Danos al lobo y podrás irte en paz.
Selene inclinó la cabeza, su cabello rojizo deslizándose por su hombro como una sombra.
—¿Y si no quiero?
El líder de los cazadores soltó una risa seca.
—Entonces mueres con él.
Selene suspiró. Cualquier vestigio de compasión abandonó su mirada.
—Muy bien.
Levantó la mano y, en un instante, el bosque se iluminó con un resplandor azul.
Los cazadores apenas tuvieron tiempo de reaccionar antes de que el aire se transformara en un torbellino, arrancando hojas y ramas del suelo con una fuerza devastadora. Llamas azules danzaban alrededor de Selene, iluminando su figura con una luz sobrenatural. Su poder se sentía en el aire, vibrante y aterrador.
Los hombres retrocedieron.
—Bruja… —susurró uno de ellos, su voz teñida de pánico.
Selene sonrió, y con un chasquido de sus dedos, el suelo bajo los cazadores se quebró. Raíces negras emergieron como serpientes hambrientas, enrollándose en sus piernas y arrastrándolos hacia abajo.
Los gritos de terror rasgaron la noche.
Kael observó la escena con una mezcla de admiración y recelo. Cada vez que la veía usar su magia, esa sensación regresaba: era poderosa. Demasiado.
El líder de los cazadores, desesperado, alzó su ballesta y apuntó directamente al corazón de Selene.
No llegó a disparar.
Kael se movió con la velocidad de un rayo, derribándolo antes de que su dedo apretara el gatillo. Sus garras rasgaron la carne y la armadura del hombre, y con un movimiento feroz, su mandíbula se cerró sobre su cuello.
El sabor de la sangre caliente inundó su boca.
Los demás cazadores forcejeaban con las raíces, suplicando piedad.
Selene los observó con expresión impenetrable. Luego, con otro chasquido de sus dedos, las raíces los soltaron y los hombres cayeron al suelo.
—Largo de aquí —ordenó, su voz no dejando lugar a discusión—. Si vuelven a poner un pie en este bosque, los cazaré yo misma.
Los cazadores no lo pensaron dos veces. Recogieron a su compañero muerto y huyeron, sus pasos perdiéndose en la negrura del bosque.
El silencio regresó.
Kael se incorporó lentamente, con la respiración agitada, la sangre aún caliente en sus labios. Sus ojos azules brillaban con la furia de la batalla. Miró a Selene, que lo observaba con una expresión inescrutable.
—¿Por qué me ayudaste? —preguntó él, su voz áspera.
Selene lo miró un momento, su semblante impasible. Luego, con una leve sonrisa, respondió:
—Porque todavía no he decidido si vale la pena matarte yo misma.
Kael rió suavemente, sacudiendo la cabeza.
—Eres peligrosa.
Selene arqueó una ceja y se dio la vuelta.
—Y tú apenas te estás dando cuenta.
Kael sonrió y la siguió, la caza seguía, notaba la poca energía que Selene tenía y eso añno solo se debía al uso de magia, también a las horas sin comer.