La fe y la esperanza pueden cruzar las barreras del tiempo y del mismo amor , para mostrarnos que es posible ser felices , con la voluntad de Dios
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Capitulo 5 : “ La Luz en la Oscuridad”
Capítulo 5: La Luz en la Oscuridad
Al regresar a su hogar, Mirian empujó suavemente la puerta de la pequeña cabaña, donde su madre y sus dos hermanos pequeños la esperaban con la mirada fija en sus manos vacías, ansiosos por la comida que solía traer del mercado. Su madre, una mujer de rostro bondadoso aunque marcado por la enfermedad y el cansancio, le sonrió dulcemente y extendió los brazos, invitándola a acercarse.
– Perdón, madre – dijo ella, bajando la mirada con una mezcla de tristeza y vergüenza. – Hoy no he podido traer tanto como quería… tuve algunos inconvenientes.
Su madre le acarició el rostro y le dio un abrazo cálido, lleno de amor incondicional.
– Hija mía – susurró su madre, con una voz apacible y amorosa. – No te preocupes por lo que no trajiste. Doy gracias a Dios cada día por ti, por tu esfuerzo y tu bondad. Eres una bendición, ¿sabes? Para mí y para tus hermanos.
Cenaron en silencio, compartiendo el poco pan y caldo que ella había podido conseguir en el mercado. Al terminar la comida, su madre la bendijo y agradeció a Dios por cada uno de los dones que aún tenían. La joven, fortalecida por las palabras de su madre, se levantó para llevar la última ración de alimento a sus ovejas, siempre agradecida por cada tarea que le permitía cuidar de los suyos.
Mientras tanto, en el palacio…
En un salón opulento iluminado por candelabros dorados, Klaus discutía con sus padres. Los duques insistían en los beneficios de un matrimonio con la hija del conde, pero él no podía soportar la idea de comprometer su vida a alguien por conveniencia.
– ¡Debes cumplir con tu deber hacia el reino! – insistió su padre, con un tono autoritario. – Esta alianza nos fortalecerá.
– Mi deber debería ser también hacia mí mismo – replicó él, con un tono firme que pocas veces se atrevía a usar en la corte. – No voy a entregarle mi vida a alguien a quien no amo, por más beneficioso que eso les parezca.
Molesto y sin ánimos de continuar la discusión, se retiró del gran salón y se dirigió a su recámara. Al abrir la puerta, se encontró con una sorpresa que lo dejó aún más perturbado: una mujer de mirada intensa y cabellos oscuros lo esperaba en su cama, desnuda y con una sonrisa seductora. Era una de las criadas del castillo, con quien había compartido varios encuentros en el pasado. Sin embargo, en ese momento, su corazón estaba en otro lugar; su mente solo podía recordar a la hermosa joven del mercado.
– Por favor… sal de aquí – le dijo, intentando que su voz sonara firme. La criada, sorprendida y herida, alzó la mirada y su rostro se tornó en uno de ira.
– ¿Cómo puedes hacerme esto? ¡He estado a tu lado cuando más lo necesitabas! – gritó ella, con una mezcla de desesperación y resentimiento. – No puedes abandonarme, no me harás a un lado tan fácilmente.
Él, harto de su actitud, la miró con frialdad. Sin decir una palabra más, dio media vuelta y salió de la habitación, dejándola sola en su confusión y enojo. En el fondo de su ser, sentía que necesitaba buscar claridad, así que caminó hacia el riachuelo donde, años atrás, había jugado con aquella niña que siempre había tenido un lugar especial en su memoria.
A la orilla del riachuelo…
Mirian estaba allí, arrodillada sobre la hierba, mientras el sol comenzaba a despedirse en el horizonte. El cielo se llenaba de tonos naranjas y dorados, y el silencio de la naturaleza solo era interrumpido por sus palabras en voz baja, como un susurro al viento. Con las manos juntas y los ojos cerrados, ella oraba con devoción.
– Señor, te pido con toda humildad que sanes a mi madre. Sé que tus caminos son misteriosos, pero mi fe en Ti es grande. Dale fortaleza y bendice a mis hermanos para que encuentren paz y salud. Y… – su voz se volvió aún más suave, y su semblante se iluminó con una tímida esperanza – también te pido que lo protejas a él, que nuestros caminos se crucen de nuevo, si ese es Tu deseo, en mejores circunstancias.
Él, oculto entre los árboles, escuchaba cada palabra con una mezcla de asombro y confusión. Nunca había oído a alguien pedir por él de esa manera, con una bondad y devoción tan desinteresada. Sintió que algo en su corazón se removía, como si ella, sin saberlo, hubiese tocado una parte de él que había permanecido cerrada durante años.
Aunque quiso acercarse y revelarse ante ella, se detuvo, sintiendo que estaba invadiendo un momento sagrado, un instante que no le pertenecía del todo. Permaneció en las sombras, observándola desde la distancia, incapaz de apartar la mirada, pero sin atreverse a romper la paz de aquella escena.
Con un suspiro, dio media vuelta y se alejó, su mente ahora más confundida que nunca. No podía comprender el torbellino de emociones que lo invadía. Aquella joven del mercado, la que ahora sabía que oraba también por él, había despertado en su corazón una mezcla de admiración y curiosidad que desafiaba cualquier lógica. Sin embargo, su orgullo y el deber que pesaba sobre sus hombros le impedían aceptar completamente lo que sentía.
Pero, a medida que avanzaba de regreso al castillo, el recuerdo de su mirada dulce y la intensidad de sus oraciones quedaban grabados en su mente, y aunque intentó apartar esos pensamientos, supo que aquella noche la joven del mercado estaría presente en sus sueños.