Nica es el fruto de un rico hacendado, dueño de muchas tierras productoras de caña y algodón, y de un amorío con una de sus esclavas.
Y aunque su padre prometió protegerla, no vivió mucho para cumplir su promesa.
Apenas su padre murió, su tío y sus primos se encargaron de hacerle la vida un infierno. Le recalcaba a cada momento que ella solo era una sucia esclava con sangre impura corriendo por sus venas.
Y qué por lo tanto, su vida no valía nada.
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Los Tres Montalván.
—Mmm... ¿Cómo creéis que será mi cuñada, Nica? —Surgió esa duda de Lilianne, mientras la esclava volvía a mojar su cabello.
Hoy era el día de la fiesta de compromiso de Aquiles, y Nica ayudaba a su prima a bañarse en una tina a las afueras de la casa. No obstante, debía admitir que ser la sirvienta de su prima no era tan malo, en su lugar usaron todo ese tiempo juntas para aprovechar los años pérdidos.
—Es austriaca y de alta sociedad, debe ser una señorita refinada e inteligente. —Opinó Nica, lavando la cabeza rubia con jabón. —Me la imagino similar a usted cuando la vi por primera vez, reflejando la elegancia recibida de una educación europea.
Lilianne volteó a verla impresionada.
—¿Luzco de esa manera, en serio?
—Si... al menos hasta que abres la boca. —Agregó Nica, en broma. —Pero eso no me molesta, me alivia que siga siendo la misma.
Ambas chicas rieron con diversión.
—Me alegra estar aquí, aunque admito extrañar Francia. —Comentó Lilianne, nostálgica... cuando de repente, una idea entró en su mente y vió a su prima con ilusión. —¡Deberiaís ir prima, es un lugar fantástico! ¡Nada comparado al pueblucho de Nueva Córdoba!
—¿Una esclava como yo en Francia? Jeje... Su merced está muy graciosa hoy. —Contestó Nica, negativamente.
—Nica, allá nadie se enteraría de que sois la hija de una esclava. —Insistió la rubia, su empeño era tal que sus pechos desnudos salieron de la bañera. —Sois tan hermosa que fácilmente podrías haceros pasar por una española o cualquier europea...
—Pero lo soy, Lilianne. Soy una mestiza, hija de india y esclava de todo aquel que porte el apellido Montalván. —Aclaró, resignada.
Por mucho que le doliera ese destino que no eligió, Nica tenía en claro su lugar.
—Eso no te hace inferior a mí. —Contradijo la rubia. —Sigues siendo mi prima, mi sangre...
—Su merced es muy gentil al hablar así de mí persona... —La esquivó Nica.
—¡Dejad de hablarme así! —Exigió Lilianne, harta. Tomó las manos de su prima entre las suyas. —Somos familia, podeis seguir llamándome Lili como lo hacíais de niña. No importa lo que diga mi padre o la sociedad, tú siempre serás mi sangre.
Esas palabras conmovieron a Nica, el sentimiento de sentirse apoyada y de que no estaba sola se marcó en su corazón.
Pero de pronto, los gritos, las amenazas, los castigos que ejercía sobre ella el señor Montalván cada vez que rompía una norma por más mínima que fuera y la traumante muerte de su querida chacha...
La hicieron retractarse a saber que para ella no había esperanza alguna.
—Es hora de que se prepare, señorita Lilianne. —Dijo Nica finalmente, soltando el agarre de sus manos.
Lilianne salió de la tina y Nica la envolvió en una bata de seda. Aunque Lili quiso seguir tocando el tema, Nica solía esquivarla con otras cosas. Ambas llegaron a la habitación de Lilianne y al entrar se encontraron con una sorpresa.
Ahí, Doña Gwendoline recibió a las dos jovencitas, vistiendo de gala mientras acomodaba dos vestidos en la cama, uno blanco y otro azul.
—¿Madre? ¿Que hacéis aquí? —Dudó Lili.
—Te ayudaré a prepararte, hija. —Informó Gwendoline alegre. —Tu padre me pidió que te pusiera hermosa, ya que te iba a dar una sorpresa en el sarao.
—¿Una sorpresa? ¿Qué clase de sorpresa?
—Si te lo dijera no sería sorpresa, tontita. —Refutó la doña.
—¿La señorita Lilianne se probará estos dos vestidos, mi doña? —Cuestionó Nica, observando los dos telares sobre la cama.
—No, los dos no... —Negó Gwendoline, mostrando una sonrisa traviesa. —Uno es para ti, Nica.
La esclava abrió los ojos completamente impresionada, y a la vez atemorizada... ¿Qué diría el señor Montalván?
—¿Q-Qué? ¿Para mí? N-No tiene porqué hacerlo, doña Gwendoline... —Murmuró la esclava, apenada.
—¡Eres mi sobrina, tienes derecho a lucir decente en el sarao de compromiso de mi hijo! —Insistió la mujer mayor.
—N-No tiene sentido... ¿Por qué yo tendría que asistir? No soy importante. —Argumentó Nica, convencida de que era mala idea.
—Propuse que tocaras el piano para animar el ambiente. La orquesta llegará cerca de la medianoche, y por mientras serás tú la que dé él toque musical. —Añadió Doña Gwendoline.
—¿Nica toca el piano? —Dudó Lilianne sorprendida.
—Si pues, verás hija... —Suspiró la doña, acariciando los hombros de su hija. —Cuando te fuiste a Francia me sentí muy sola, mi única compañía fue Nica y durante esos años le enseñé a tocar instrumentos y alguna que otra clase de etiqueta...
«En pocas palabras, fui su objeto de despecho.»
Quiso decir Nica, pero no estaba en una situación favorable para decirlas. Como decían por ahí: calladita se veía más bonita.
—Asombroso. —Reflejó la rubia, fascinada. —Admiro que usted no la trate como esclava, madre.
—Señorita Lilianne, debemos arreglarla o se hará tarde. —Intervino Nica, al ver como el sol se ocultaba por la ventana.
Con ayuda de su madre y de Nica, Lilianne se arregló para la fiesta. Después de todo, vestirla y peinarla, siempre tuvieron que hacerlo por ella. Decidió ponerse el vestido de tonos azul pastel, mientras que Nica volvió a negarse a probar el vestido.
No obstante, las mujeres se pusieron tan insistentes que no le quedó de otra que obedecer. Lo tomó como una orden, y Nica se puso el vestido blanco. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que vistió algo decente a comparación de sus harapos de criada.
No iba a mentir, al verse en el espejo se sintió bonita y bien consigo misma. Más no se sentía cómoda, al contrario, los pensamientos de culpabilidad no la dejaron gozar tanto de su apariencia, al sentirse como otra española opresora.
—... ¡Te ves como una verdadera Montalván!
La esclava no escuchó la oración completa al estar sumergida en sus pensamientos, pero aquella frase final fue lo mismo que una condena a muerte.
—N-No diga esas cosas, mi señora... —Pidió la esclava.
—No me digas señora, te he criado como una hija y has recibido la educación que cualquier señorita pudiese envidiar... —Corrigió doña Gwendoline. —¿O acaso desagradeces mi generosidad, Nica?
—¡No! Claro que no.... —La pelicastaña tragó saliva. —Estoy completamente agradecida por el apoyo que usted me ha dado, pe-pero, simplemente... tengo en claro mi lugar.
—Te dije que las leyes sociales no determinan nada. —Alentó Lilianne, dedicándole una sonrisa. —Tú eres mi prima y compartimos la misma sangre. No eres inferior a mi... Ahora, ¿Me ayudas a ajustarme el vestido?
Nica rodó los ojos ante esa situación irónica. Lili le dio la espalda y su prima tuvo que acceder a atarle los cordones del vestido, como la sirvienta qué era. De repente, la puerta de la habitación se abrió mostrando una visita inesperada.
—¿Están aquí, familia? —Pronunció una voz masculina entrando al cuarto.
—¡¡AQUILEEEES!! —Gritaron las mujeres, alarmadas.
El muchacho al escuchar el grito de las tres mujeres inmediatamente cerró la puerta. Lilianne se tuvo que cubrir, avergonzada de casi ser vista en paños menores por su hermano. Contrario a Nica, que se aguantaba las ganas de reír.
—¡Aquiles! ¿No te enseñaron a tocar, hijo? —Le regañó Doña Gwendoline, hablándole a la puerta. —¡Es el cuarto de tu hermana, por Dios!
—¡Perdón, perdón! ¿Yo qué iba a saber? —Exclamó Aquiles del otro lado.
—¿No deberías estar preparándote para la celebración? —Cuestionó la madre.
—Ya estoy listo, y si vuelvo a escuchar los estúpidos "consejos" matrimoniales de nuestro padre juro que me tiraré de una ventana. —Explicó Aquiles.
Nica sonrió divertida, su primo era un muchacho especial a la hora de tomar responsabilidades.
—¡Será después, se están arreglando!
—No se preocupe madre, aquí las espero. —Dijo Aquiles sin problema.
La esclava se ilusionó de revivir su infancia al reunirse con sus primos nuevamente, luciendo un vestido qué le recordaba los años dorados de su infancia.
nunca más te leo. q falta de respeto son indeseable, engañan al lector.
el señor Angeli de Liliana 🙈