En el bullicio del siglo XXI, Ana, una joven de 25 años, se siente como un extraño en su propia época. Con una fascinación por las épocas antiguas, especialmente los períodos históricos de esplendor y elegancia, Ana se sumerge en sus fantasías de ser una mujer de otra era.
Lo que ella no se espera, es que su deseo se hará realidad después de un accidente.
Tendrá que enfrentar desafíos y papeles en los cuales todavía no estaba preparada, lo lograra.
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Capitulo 5
El día era como cualquier otro en la vida de Ana en el campo, un día lleno de actividades rutinarias y responsabilidades familiares. Acompañaba a sus padres al mercado del pueblo, maravillada por la vibrante actividad que bullía a su alrededor. Mientras caminaban entre los puestos de comida y productos, Ana se dejaba envolver por los aromas y colores del mercado, sintiendo como si estuviera explorando un mundo completamente nuevo.
Fue en medio de ese bullicio que ocurrió el encuentro que cambiaría su vida para siempre. Mientras observaba una exhibición de frutas y verduras, Ana tropezó con un caballero elegante que pasaba por su lado. Con un suspiro de sorpresa, se tambaleó un poco antes de recuperar el equilibrio, mirando al hombre con una disculpa en los ojos.
El caballero, sin embargo, no parecía molesto por el incidente. En cambio, la miraba con una expresión de asombro y admiración en su rostro. Era un hombre alto y apuesto, con cabello oscuro y ojos penetrantes que parecían leer el alma de Ana. Vestía una armadura reluciente y llevaba una espada a su lado, marcando su estatus como un noble caballero.
"Lo siento mucho, señorita," dijo el caballero con una sonrisa encantadora. "No fue tu culpa en absoluto. Debería haber estado más atento a mi alrededor."
Ana se quedó sin palabras ante la amabilidad del caballero. Era la primera vez que alguien de su posición se dirigía a ella con tanta cortesía y respeto. Se sentía abrumada por la presencia imponente del hombre, pero al mismo tiempo intrigada por su encanto y gentileza.
"Está bien, señor," respondió Ana tímidamente, bajando la mirada hacia sus pies. "No fue nada, realmente."
El caballero la observó por un momento más antes de inclinar la cabeza en un gesto de cortesía. "Permíteme presentarme. Soy Sir Eduardo de Montecristo. ¿Y tú, cuál es tu nombre, joven dama?"
"Soy Ana, señor," respondió ella, devolviéndole la mirada con timidez. "Ana de la Granja."
"Un placer conocerte, Ana," dijo Sir Eduardo con una sonrisa cálida. "¿Estás aquí con tu familia hoy?"
Asintiendo con la cabeza, Ana señaló a sus padres, quienes estaban unos pasos más adelante examinando algunos productos en un puesto cercano. "Sí, están justo allí. Vinimos al mercado para vender algunos productos de nuestra granja y comprar algunas cosas que necesitamos en casa."
Sir Eduardo asintió con entendimiento. "Entiendo. Debo decir que tienes una presencia encantadora, Ana. Es un verdadero placer conocerte."
Las palabras elogiosas del caballero hicieron que Ana sintiera un rubor en las mejillas. Nunca había sido objeto de tanta atención por parte de alguien de su posición, y no sabía cómo reaccionar ante los halagos sinceros del caballero.
"Gracias, señor," murmuró ella, bajando la mirada hacia el suelo una vez más.
El caballero se inclinó hacia ella con una sonrisa amistosa. "Si alguna vez necesitas ayuda o asistencia, no dudes en pedírmelo, Ana. Estaré encantado de ayudarte en lo que pueda."
Ana asintió con gratitud, sintiendo una oleada de calidez en su corazón por la amabilidad del caballero. Aunque apenas lo conocía, se sentía atraída por su gentileza y generosidad, preguntándose qué tipo de hombre sería detrás de su apariencia impresionante.
Después de ese encuentro, Ana no pudo sacar al caballero de su mente. Durante días, su corazón latía con emoción cada vez que pensaba en él, preguntándose si volvería a verlo alguna vez. Se sentía como si hubiera encontrado a alguien especial, alguien que la entendía y la apreciaba por quien era.
Y entonces, apenas una semana después de su primer encuentro, Ana vio al caballero nuevamente en el mercado. Estaba hablando con un grupo de nobles cuando sus ojos se encontraron con los de Ana. Con una sonrisa radiante, se despidió cortésmente de sus compañeros y se acercó a ella con paso decidido.
"¡Ana, qué alegría volver a verte!" exclamó Sir Eduardo con entusiasmo. "Esperaba encontrarte aquí de nuevo."
Ana sonrió tímidamente, sintiéndose abrumada por la calidez y la atención del caballero. "Igualmente, señor. No esperaba verte tan pronto."
El caballero se inclinó hacia ella con una sonrisa. "No podía dejar pasar la oportunidad de verte otra vez, Ana. ¿Te importaría si te acompaño mientras haces tus compras?"
Ana asintió con entusiasmo, sintiéndose emocionada por la perspectiva de pasar más tiempo con el caballero. Juntos, recorrieron el mercado, charlando y riendo mientras exploraban los diversos puestos y exhibiciones. Para Ana, cada momento con el caballero era como un sueño hecho realidad, una oportunidad de escapar de su vida cotidiana y sumergirse en un mundo de fantasía y romance.
A medida que pasaban más tiempo juntos, Ana comenzó a conocer mejor al caballero detrás de la fachada de su apariencia imponente. Descubrió que era un hombre de corazón amable y generoso, dedicado a servir a su reino y ayudar a los menos afortunados. Se maravillaba ante su valentía y su coraje, sintiéndose cada vez más atraída por su nobleza y su carácter.
Y así, mientras el sol se ponía en el horizonte y el mercado comenzaba a cerrar, Ana se despidió del caballero con una sensación de tristeza en el corazón. Aunque sabía que sus caminos se separarían por el momento, guardaba la esperanza de que algún día volverían a encontrarse y que su conexión solo crecería más fuerte con el tiempo.
Y mientras Ana regresaba a su hogar en la granja, llevaba consigo el recuerdo del caballero en su corazón, sabiendo que su encuentro había sido el comienzo de una historia que estaba destinada a perdurar para siempre.
