JADE

Varias semanas después

Jade no podía dejar de pensar en el hombre que le había salvado la vida. Él la estaba volviendo loca y sabía que no lo había hecho a propósito. No era como si hubiera hecho todo lo posible para ser... memorable. Lejos de ahí. Había sido malo y grosero y la había tratado como a una niña. Sin embargo, no podía sacárselo de la cabeza.

Al día siguiente, en el trabajo, Lucille quiso saber qué pasó. A Jade no le gustaba mentir, pero tampoco quería divulgarlo y arriesgarse a meter en problemas a su hombre misterioso, así que mintió. Dijo que se había caído y se había golpeado la cabeza y que no fue gran cosa.

Jade había revisado debajo del vendaje e incluso lo había cambiado. Supuso que eran el tipo de puntos que se disolvían. No le había dado ninguna instrucción para ir al hospital. Así que lo limpió y lo mantuvo tapado hasta que pareció que ya no lo necesitaba.

Su flequillo pudo cubrirlo en los últimos días.

El negocio iba lento en aquel momento. Todo el mundo estaba esperando que varias marcas de cosméticos dieran rienda suelta a su nueva temporada, así que ella se paró en la tienda, manteniendo todo limpio. Uno o dos clientes pasaron por aquí. Regulares que tenían una rutina establecida.

Fueron amables con ella, le dieron los buenos días y le preguntaron si se encontraba bien. Le sorprendió que durante la primera semana con el vendaje le hubieran prestado demasiada atención. Ella seguía diciendo que tropezó y que fue una caída desagradable.

Ahora había vuelto al status quo.

Incluso su jefe había seguido adelante.

De pie detrás del mostrador, con la tienda completamente abastecida, la trastienda limpia y el lugar reluciente, Jade trató de no pensar en el hombre que la había salvado. Ella no había vuelto a ese callejón, ni tampoco a ese bar. Ella se había mantenido reservada.

También había eliminado todas las aplicaciones de citas y todo lo que tuviera que ver con las citas y el sexo opuesto. Jade había aprendido la lección.

Nunca se entretuvo en el camino a casa, sino que caminó con determinación. También había invertido en spray de pimienta. Mantenía una lata en su bolso en todo momento, y también había una en el bolsillo de su abrigo, lista. Cada vez que salía del trabajo, siempre mantenía la mano sobre él, por si acaso. No había manera de que la volvieran a tomar por sorpresa.

A la hora del almuerzo se quedaba en la tienda, comiendo en la parte de atrás, alejada de todos los productos. Con las noches oscuras apoderándose de ella, fue del trabajo a su departamento, y solo cambiaba su rutina si necesitaba ir al supermercado.

Su vida se había vuelto aún más aburrida, e incluso antes del ataque había estado tentada de ir a algunas clases nocturnas. No estaba segura de qué iba a estudiar, cualquier cosa.

Otro día llegó y pasó en el que ella soñaba despierta con un hombre cuyo nombre no sabía. La estaba volviendo loca, pero sabía que nunca volvería a verlo. Estaba junto a Lucille, que hablaba de las travesuras de su marido. Le agradaba su jefe, pero no eran cercanos. Lucille siempre hablaba de su familia y sus hijos. Tenía una vida social muy activa. Jade se había acostumbrado a asentir, sonreír y hacer ocasionales cuando correspondía.

Se despidieron y una vez más, con la mano en el spray de pimienta, trabajó con rapidez, asegurándose de tomar solo las calles más transitadas y manteniéndose lo más lejos posible de los callejones. Ni siquiera se atrevió a mirar hacia las calles.

Cuando regresó a su apartamento, estaba sin aliento y le temblaban las manos al entrar.

Tenía que seguir diciéndose a sí misma que no tenía miedo. Cerró la puerta y la puso llave. Había estado tentada de ir a recoger un par de cerraduras más, pero lo había evitado diciéndose a sí misma que estaba bien.

Una vez colocadas las cerraduras, soltó el spray de pimienta, puso su bolso en el único gancho, así como su chaqueta, y luego atravesó su apartamento, yendo directamente a la cocina. Ella estaba hambrienta. De camino a la cocina, Jade se detuvo. Algo no se sentía bien.

Echando un vistazo alrededor de su pequeño apartamento, frunció el ceño y luego alcanzó la luz, la encendió y luego se presionó el pecho con una mano.

Su hombre misterioso, el que la había salvado, estaba sentado en su silla.

"¿Qué demonios? ¡Casi me das un infarto!” No podía creer que él se hubiera colado en su apartamento. Esto fue una locura. Se sintió feliz y aterrorizada al mismo tiempo.

"No estás sufriendo un ataque al corazón", dijo.

Ella sacudió su cabeza. “Es una figura retórica. ¿Qué estás haciendo aquí?" Ella se alegró de verlo, de eso no había duda, pero también un poco sorprendida.

Hacía semanas que quería verlo. En cada momento libre, ella había estado pensando en él, preguntándose quién era.

"Vine a verte."

"¿Por qué?" ella preguntó. Ella trató de no encogerse y no estaba segura de si lo logró o no, pero luego se limitó a mirarlo y esperó.

Se levantó de la silla y se acercó a ella.

Jade no se movió. Ella se quedó quieta y esperó.

Extendió la mano y le quitó un poco de cabello de la cara. "Quería asegurarme de que estés bien curada".

Intentó no moverse ni mostrar lo mucho que le gustaba que él la tocara. Era casi imposible hacerlo. Inhaló profundamente y trató de no olerlo, pero lo hizo. Él invadió sus sentidos y la hizo doler.

"Todo está bien."

Quería extender la mano y tocarlo, asegurarse de que él era realmente real y que no lo estaba imaginando.

"¿No hay problemas?" preguntó.

"No. ¿Eres un doctor?"

"No."

“¿Cómo supiste cómo tratar mi… cabeza?” Señaló su cabeza mientras preguntaba.

"Yo tengo mis maneras."

Fue muy evasivo. Tenía que preguntarse qué tenía que ocultar.

Jade asintió. "¿Quieres quedarte a cenar?"

No tenía intención de invitarlo a comer con ella, pero las palabras simplemente se le escaparon. Era como si tuvieran voluntad propia y ella no podía hacer nada más que sentarse y esperar.

"¿Que estás teniendo?" preguntó.

"No sé. Lo que sea que tenga en la nevera”. Señaló detrás de ella y luego se obligó a alejarse de él para ir a revisar lo que tenía para las sobras. Sabía qué era la cena de esta mañana, pero ahora no podía devanarse la cabeza en torno a lo que necesitaba saber. Era simple , una comida , pero le parecía muy difícil de entender.

Al abrir la nevera, lo vio.

“Lasaña sobrante”, dijo.

Había preparado una gran cantidad durante el fin de semana para disfrutarla toda la semana. Algunas noches lo comía con papas fritas, otras con ensalada y alternaba. Quedaban un par de rebanadas grandes y cuando su caballero aceptó la lasaña, agarró ambas rebanadas.

Colocándolos en una bandeja para hornear, ya había precalentado el horno antes de abrir el refrigerador.

"No deberían tardar mucho", dijo Jade.

Esperaba que no desapareciera en la noche, como la última vez.

Jade esperaba verlo a la mañana siguiente, pero ya se había ido cuando ella despertó.

No había nada más que unos cuantos analgésicos más y el agua. Ninguna nota. Ni siquiera había señales de que hubiera entrado en su apartamento.

Ella no sabía muy bien cómo lo hizo, pero era como un fantasma. Allí en un momento, desapareció al siguiente.

"Entonces, uf, ¿cómo has estado?"

"No hago charlas triviales".

Jade asintió. "Supongo que puedo ver eso". Ella chasqueó los dedos, sin saber exactamente qué decir.

"No has salido", dijo.

"¿Como sabes eso? Espera, he estado fuera. Voy a trabajar y voy a la tienda. Vivo una vida muy aventurera”. Quería que el suelo se abriera y se la tragara entera. Eso sería lo mejor que podría pasar.

¿Se abrió el terreno? No.

Se quedó mirando a este hombre frente a ella y, sinceramente, no sabía qué hacer o decir.

Las palabras le fallaron.

Todo parecía fallarle.