El señor Sekussu no kami (dios del sexo), es virgen. Es un anfitrión del club Sheisin y su primera clienta es Gala Reiko, una mujer mayor y muy rica, que viene al club despechada por la traición de su novio.
Él empieza ese día como acompañante, los llamados hosto, por pura desesperación. Ishikawa Nao, es el verdadero nombre del señor Sekussu y en su primera noche la señora Reiko lo escoge y lo besa, pero él la trata mal. Ella se va después de romperle la boca y llora en su casa por el desprecio.
Despues de esa noche Nao empieza a encontrarse con Reiko Gala en sueños cada noche sin faltar una y se convierte en su amante. Con el tiempo se enamora. Ella sueña lo mismo pero no ve la cara del hombre. Así pasan dos años hasta que se encuentran de nuevo y Nao, cansado de esperar, decide que ya es hora de ir a por ella.
¿Quieres saber porqué se encuentran en la dimensión de los sueños tras una puerta dorada?.
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El amante infiel
Capítulo 4
Su más reciente amante andaba esa noche con otra. Llevaba tiempo sospechando y como quien dice, "ojo de loca, nunca se equivoca". Su investigador le acababa de enviar las fotos de confirmación. Por supuesto, en ese mismo momento mandó a cambiar las claves de entrada a su casa y canceló sus tarjetas. De ella no sacaría nada más. Casi de inmediato sonó su teléfono. Era él. Respiró profundamente antes de contestar.
—Aló
—¡Gala!. Hola cariño, ¿Cómo estás? —su voz sonaba tan alegre como falsa. La mujer habló secamente.
—Bien ¿y tú?
—Ya sabes, agotado. Paso el tiempo trabajando y aún sigo aquí
—Entiendo —dijo ella lentamente. Él seguía pretendiendo verle la cara.
—¿Puedes hacerme un favor cariño? —"aquí viene", pensó ella. —Parece que hay un problema con la tarjeta que me diste. Intenté pagarme la comida y… —el hombre hizo una pausa dramática.
Normalmente no tenía que decirlo todo, pues una insinuación bastaba para que la mujer corriera a solucionarle todo. O, mas bien, hacía que otros corrieran a hacerlo. Pero esta vez las cosas no fueron así.
—Ajá —Gala no dijo nada más.
—¿Cielo? ¿Puedes arreglarlo? —Él sonaba como un niño ansioso. Gala imaginó que su amante esperaba a su lado por el dinero.
—No
—...
El silencio al otro lado de la línea se podía cortar.
—¿Qué quieres decir, amor?. No tengo dinero. Las tarjetas no funcionan. ¿No lo entiendes? —Estaba sorprendido.
—Sí, lo entiendo. Las he cancelado. He cambiado las claves de entrada así que no vuelvas, no te dejarán pasar. Tus cosas las he mandado a quemar. No aparezcas de nuevo delante de mí o te haré daño. Saludos a tu zorra. Adiós.
Colgó la llamada fríamente y bajó a cenar sola en su enorme salón. El silencio hacía vacío en toda la casa. El tipo siguió llamando hasta que le cortaron la línea. Tendría que reprender a su asistente por tardar tanto en darle de baja. Ella no tenía paciencia para las cosas, no tenía por qué esperar. Pagaba mucho dinero a sus ayudantes precisamente para eso. En cuanto a su ex amante, ya se había hartado de él hacía rato y no se sintió mal siquiera con la ruptura ni con su traición.
En cualquier caso los términos del acuerdo desde el principio estaban claros. Ella no se enamoraba ni deseaba amor. Si él hubiera sido sincero sobre terminar con ella la relación, Gala le habría dejado un apartamento, coche, teléfono y una sustanciosa compensación económica. Todo eso se lo había explicado desde el primer día.
Pero no aceptaba que la hubiese estado engañando durante algún tiempo con otra mujer. La avaricia rompe el saco y el muy desgraciado había querido seguir teniéndolo todo. A ella y su poderío económico y también a su joven amante, así que pagaría por su falta de honradez para con ella. Odiaba las mentiras. Era la única cosa de este mundo que no perdonaba. Vivió mucho tiempo entre falsedades y sufrió lo indecible por ese motivo. Así es que prometió que nunca más permitiría el engaño en su vida. Todo lo que le hacían lo devolvía multiplicado por tres.
Gala se adentró en su habitación y empezó a prepararse para salir. Había decidido celebrar su ruptura y comenzar desde ese mismo momento a disfrutar de su nueva soltería. Tenía pensado ir a uno de los clubs del barrio rojo. Bebería y bailaría hasta el cansancio y quizá también escogería un nuevo amante, de entre esos lindos hostos de ojos negros y camisas extravagantes que habitaban la noche del Sheisin, su antro favorito desde siempre. Era muy conocida allí, y el dueño del club besaba el suelo por donde pisaba pues sabía que una visita de la señora Reiko equivalía a casi un mes de todos los ingresos que tenía el local en solo una noche.
Todos los hostos se rifaban su atención, pero era de las pocas privilegiadas que no se apegaba y escogía uno distinto cada vez que iba, por más que decían que eso no estaba bien visto. Con ella, todos hacían la excepción que confirma la regla, en parte por lo generosa que era con cada uno de ellos, pues normalmente dejaba ingresos a todos por igual, y en parte, porque no les convenía tenerla descontenta. Por eso transigían de forma tácita.
De hecho ese día llevaba regalos para todos los anfitriones del Sheisin. Sus guardaespaldas cargaban con grandes bolsas de tiendas de marca, regalos que iba a entregar ese día al infeliz de su ex, pero que, al enterarse de su traición, prefirió regalar a los chicos del club. Lo merecían más.
Salió, como siempre, exhalando su aroma sofisticado a su paso y dejando su impronta en el aire. A pesar del descontento con su edad y los estragos del tiempo en ella, la realidad era que seguía siendo una mujer hermosa, con un bonito cuerpo, muy cuidado, y con una cara atractiva a pesar de los años y la falta de lozanía.
Su presencia sin duda era lo más llamativo de ella. Un aura poderosa y segura, que no dejaba indiferente a nadie al conocerla. Su mirada era tan inquietante como profunda y el misterio de sus ojos llamaba la atención a muchos hombres, aún y a pesar de que en su cultura, a una mujer mayor se la mira poco y no está bien considerado desearla como se desea a una adolescente tonta con coletas, que es para muchos el estereotipo de amante ideal.
Objetos sexuales en realidad. Ni siquiera una verdadera amante, porque las amantes reales son mujeres reales, con deseos propios. Lo otro es imaginería de un mundo profundamente machista y misógino, que aún hoy es la estructura tradicional casi inamovible de la sociedad en Japón.
Gala Reiko, es una excepción en muchos sentidos. Quizá porque tiene mucho dinero. Quizá porque siempre fue muy lista. Quizá porque es rebelde. Quizá porque su madre era occidental, temperamental y guerrera.
Su madre, como ella, fue una gran dama y le enseño todo lo que sabía.