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Ángeles Y Demonios 2 La Sombra De La Verdad

Ángeles Y Demonios 2 La Sombra De La Verdad

Status: En proceso
Genre:Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Reencuentro / Villana
Popularitas:8.9k
Nilai: 5
nombre de autor: Dane Benitez

Aun cuando los años pasen como un río imparable, la verdad se abre paso como un rayo de luz entre la tormenta, para revelar lo que se creía sepultado en las profundidades del silencio.

Así recaería, con el peso de una tormenta anunciada, la sombra de la verdad sobre la familia Al Jaramane Hilton. Enemigos de antaño, armados con secretos y rencores, volverían a tambalear la paz aparentemente inquebrantable de este sagrado linaje, intentando desenterrar uno de los misterios más sagrados guardados con celo... Desatando así una nueva guerra entre el futuro y el pasado de los nuevos integrantes de este núcleo familiar.

Aithana, Aimara, Alexa y Axel, sobre todo en la de este último, donde la tormenta haría mayor daño.

🌹🖤

NovelToon tiene autorización de Dane Benitez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPITULO 19

         Hipnosis

AXEL (joven)

La brisa fría me golpea el rostro, trayendo consigo el aroma fresco de la madrugada y el susurro lejano de los árboles que rodean la villa familiar. Son casi la una de la madrugada. Envío la respuesta al mensaje de Aimara y vuelvo a guardar el móvil en el bolsillo. La pantalla se apaga, pero la inquietud no.

Un dolor punzante me martillea la cabeza, como si cada pensamiento fuera un golpe. Debería descansar, pero estos últimos días han sido una tormenta imparable desde lo que ocurrió en el instituto con Alexa.

Recordar la expresión de mi hermanita al llegar a casa es como una daga ardiente clavándose directo en mi pecho. Su miedo, su tristeza, me atraviesan.

La sola idea de que algo malo pueda pasarles me enferma por dentro, igual que la ansiedad que consume a mamá, visible en cada gesto nervioso, en cada suspiro contenido.

Papá, por su parte, intenta mantener la calma, pero sé que está saturado. Lo veo en sus ojos cansados, en la rigidez de sus hombros. Quisiera hacer algo más para ayudarle, pero me siento impotente, atrapado en esta marea de incertidumbre.

Un suspiro de frustración escapa de mis labios, pesado y sincero mezclándose con el aire frío de la noche.

—¿Tú tampoco puedes dormir? —la voz suave y familiar me hace girar.

En la puerta de mi terraza, Aithana aparece, con su pijama arrugada y el cabello perfectamente peinado, apoyada en el marco. Sus ojos reflejan la misma preocupación que siento.

No digo nada. Abro los brazos y ella no tarda en venir, envolviéndome en un abrazo que busca consuelo. La aprieto contra mi pecho, deseando que mis brazos de hermano sean un escudo suficiente para protegerla. Pero sé que la sombra que se cierne sobre nosotros es más grande que cualquier abrazo.

—¿Qué te pasa? —pregunto, apartándola un poco para sentarnos en la tumbona.

—Estoy preocupada —confiesa, con la voz temblorosa—. Vi las fotos de cómo quedó la cafetería del instituto, y solo pensar que nuestra pequeña tuvo que lidiar con eso me pone de los nervios.

Entiendo su angustia, la comparto.

—Axel, siento que intentarán otra cosa contra alguno de nosotros, o que volverán a ir contra ella para cumplir su objetivo.

Aprieto sus manos entre las mías, manteniendo nuestros ojos fijos.

—Hey, hey... No pienses eso. Papá está haciendo todo lo posible por cuidarnos. Nadie nos lastimará.

—Ojalá sea cierto, hermanito —dice, y la rodeo con mis brazos otra vez.

Pasamos los minutos siguientes en la terraza, hablando de todo y de nada, intentando calmar la tormenta que nos invade. Justo cuando vuelvo a mirar hacia la puerta, veo a Alexa aparecer. Su cabello está recogido en un desordenado nido sobre su cabeza, lleva su pijama favorita y una cobija que abraza con fuerza, como cuando era pequeña y venía a invadirme para no dormir sola.

—Yo quiero el lado derecho —dice Aithana con una sonrisa traviesa, liberándose de mi agarre.

—¡Y yo el izquierdo! —responde Alexa, mostrando una sonrisa hermosa y sincera.

—¡Yo no pienso dormir en medio de ambas! —protesto—. Ustedes tienen sus habitaciones, así que...

Mi argumento se pierde cuando ambas se meten a la habitación, y yo las sigo. Para cuando intento decir algo, ya están acomodadas en la cama, preparadas para dormir.

Intentar sacarlas sería inútil, así que me resigno y me meto con ellas.

—¡Buenas noches, par de invasoras! —bromeo.

○○○○

Mis ojos se posan en el reloj que cuelga frente a mí. Son las 4 de la mañana, pero no he logrado dormir más de treinta minutos seguidos. Cada vez que cierro los ojos, siento que caigo en un abismo oscuro y siniestro que parece asfixiarme. La imagen de mi familia rota y llena de tristeza me persigue.

Siento que la amenaza que nos acecha crece cada día, y aunque intento negarlo, la preocupación se instala en mi pecho como un peso insoportable.

Respiro profundo, intentando disipar la angustia que me consume en silencio.

—¿Estás bien? —la voz soñolienta de Alexa me hace bajar la mirada hacia ella, que está abrazada a mí.

—¿Qué haces despierta, pequeña? —le digo, apartándole un mechón de cabello de la cara—. Aún es madrugada.

—¿También estás preocupado? —pregunta con sinceridad.

—No —fuerzo una sonrisa—. Solo pensaba en cosas de la empresa. No te preocupes y vuelve a dormir.

—De acuerdo, hermanito. Tú también hazlo.

Ella sonríe débilmente y cierra los ojos, pegada a mí como un chicle.

Miro a Aithana, profundamente dormida, que se mueve un poco para lanzar su pierna sobre mí y cubrirse la cara con la almohada. Ninguna tiene estilo para dormir.

...

Intento moverme, pero algo me lo impide. O mejor dicho, alguien.

Abro los ojos y una manta de cabello castaño cubre mi rostro.

—¿Acaso aprovecharon para hacer pijamadas cuando yo no estoy? —refuta una voz a la vez que algo impacta contra mi cara: es la almohada.

Aithana comienza a despertarse y a incorporarse también, dándome espacio para que yo me mueva.

Al abrir los ojos me encuentro con la figura de Aimara, de brazos cruzados en el pecho y el ceño fruncido.

Ella trae puesto el pijama también, y cuando voy a decir algo... también se encarama cayendo sobre mí.

—¿No estabas trabajando? —pregunto intentando respirar bajo su peso.

—¡Cállense y déjenme dormir! —gruñe Alexa tapándose la cara.

—¡Y tú échate para allá que no me puedo ni mover! —le digo a la cascarrabias de Aithana.

—¡Tú no has dejado de roncar! —espeta.

—¡Estoy en la habitación, así que...!

Mi alegato queda a medias cuando Aimara pone su mano en mi boca.

—Necesito silencio, estoy muy cansada —se queja y solo por ello, me guardo mis quejas.

No sé si sea realmente una tremenda desventaja ser el único entre varias mujeres que se adueñan de lo tuyo.

...

No puedo dejar de sonreír como idiota al ver a las tres mujeres que están tendidas sobre mi cama. Tomo mi móvil y les saco una foto; ninguna tiene estilo para dormir.

Es imposible no recordarlas años atrás, cuando apenas éramos niños y pasaba exactamente lo mismo.

Termino de ajustar las agujetas de mis tenis, tomo el móvil y los audífonos antes de salir de mi habitación dejando a tres de las mujeres más importantes de mi vida plácidamente dormidas.

Salgo al pasillo y bajo las escaleras rápido. El sol apenas se alza en lo alto, la brisa es fresca, ideal para salir a correr un poco y disipar la tensión que tengo acumulada en los hombros.

Justo cuando estoy estirándome para comenzar a correr, la puerta de la casa se vuelve a abrir detrás de mí. Me giro hacia ella y me encuentro con mi padre, vestido igual para hacer ejercicio.

—¡Buen día, hijo! —me saluda con una sonrisa.

—Buen día, papá —subo los escalones otra vez y lo abrazo. Él me aprieta con fuerza haciéndome reír.

—Date prisa, o te quedarás atrás —me dice al soltarme y comienza a correr mientras yo lo sigo.

Damos unas cinco vueltas al gran jardín que rodea la mansión, antes de tumbarnos a hacer flexiones sobre el césped recién podado.

—¡Venga, viejo! Sígueme el ritmo —bromeo cuando lo veo desconcentrarse en la número 60.

Mi padre sigue conservando su figura atlética a pesar del paso de los años, al igual que su gusto por el deporte.

—Quiero verte en la próxima ronda —se rie.

Luego de eso, ambos nos lanzamos de espaldas al suelo para hacer abdominales. Un rato después nos incorporamos; los músculos me arden un poco, pero con una ducha de agua fría sé que se me pasará.

—¿Irás a la empresa? —le pregunto mientras se seca el sudor que le cubre la frente.

—No, hijo, me quedaré en casa a resolver unas cosas. Por eso te quería pedir que en mi lugar atendieras a unos clientes que llegarán hoy —me deja saber.

—Por supuesto, papá. No había mucho que hacer ya que adelanté todo el trabajo durante la semana. ¿A qué hora era la cita? —pregunto mientras ambos comenzamos a andar hacia la casa.

—A las diez y media.

—Entendido, papá. Allí estaré.

Mientras ambos caminamos hacia la mesa para desayunar, me va poniendo al tanto de qué va la reunión, y solo se trata de recibir y atender a unos clientes que acaban de llegar al país.

...

Apago el motor del auto frente a la entrada de nuestra compañía. Las camionetas negras de la seguridad se detienen cerca, justo detrás y delante de mí, y estos comienzan a andar a mi lado hasta que entramos.

Apenas son las 8:30 de la mañana. He venido solo, ya que Aithana me ha dicho que no asistirá hasta después de las diez.

—¡Buen día, joven Axel! —me saluda la secretaria—. ¿Algo de tomar? —pregunta la mujer de mediana edad con una sonrisa.

—Un café sin azúcar, por favor. Estaré en la oficina de papá.

Ella asiente y, mientras, yo me voy a la oficina con estilo moderno y me siento en la silla que papá ha ocupado por años.

Enciendo el portátil y comienzo a trabajar. Tomo el café que me traen y me concentro en asegurarme de que todo esté bien antes de que llegue la hora de la reunión.

Me pongo de pie, enderezando la espalda, listo para recibirlos. Las carpetas reposan ordenadamente sobre la mesa, pero mi atención se desvía cuando unas pisadas firmes y decididas resuenan en el pasillo. Levanto la vista más rápido de lo habitual y mis ojos se clavan en la figura que acaba de entrar… y joder, es ella.

La misma mujer con quien tropecé aquella vez en el hospital.

Sus ojos azules, intensos y penetrantes, me atraviesan como cuchillas, mientras su melena dorada cae en ondas perfectas, como una cascada de oro líquido.

—Buenos días —digo, esbozando una sonrisa que intenta disimular la electricidad que recorre mi espalda. Sin embargo, mis ojos no pueden evitar recorrer cada centímetro de su rostro, grabando cada jodido detalle con una precisión casi obsesiva.

El rojo vibrante de su vestido la envuelve en una aura de poder y misterio, haciéndola parecer una reina en medio de esta fría sala de juntas.

—¿Señor Axel Aljarame? —pregunta con voz firme la mujer frente a mí, justo cuando la puerta se cierra tras ella.

—Axel Aljarame Hilton —respondo con un tono seguro—, su hijo, director de la empresa —aclaro, manteniendo la mirada fija en ella.

—Mi cita era con el presidente, no con el director —replica con seriedad, sin un ápice de duda en su voz.

—¿Es su humor siempre así, señorita? —pregunto, recordando la tensión que se formó entre nosotros cuando tropezamos en el hospital. Su rostro se tiñe de un rojo intenso y noto cómo aprieta los puños a los costados, intentando controlar su frustración.

—¿Qué está intentando decir? —ruge, dando un par de pasos hacia mí, acortando la distancia con una determinación que me sorprende.

—Se ha alterado porque ha sido a mí a quien encontró en el lugar de mi padre —digo sin apartar la mirada, firme y directo.

—¡Era a él a quien esperaba encontrar, no a usted! —exclama, la voz cargada de reproche.

—Entonces yo también debería disgustarme por verla a usted en lugar del señor Sebastián Montalvo —replico con una sonrisa ladeada—. ¿O acaso ese no es su nombre? —añado, con un tono que busca provocarla.

Su rostro se enrojece aún más, la rabia burbujeando bajo la superficie, haciendo que su belleza se torne aún más intensa.

—¡Es mi padre! —suelta con voz firme, como si eso fuera un escudo impenetrable.

—¿Entonces cuál es su disgusto porque también esté yo aquí en representación del mío? —doy un par de pasos más hacia ella, deteniéndome a escasos centímetros. Ella levanta la barbilla, manteniendo el contacto visual, sus ojos son dos dagas afiladas que parecen querer atravesarme.

El silencio se instala entre nosotros, pesado y cargado de electricidad. No puedo evitar bajar la mirada hacia sus labios, gruesos y pintados de un rojo intenso que parece desafiarme.

—¿Comenzamos ya o debo esperar a que termine de cabrearme? —gruñe, rompiendo la tensión.

Sonrío mientras retrocedo un paso. Esta mujer es de armas tomar.

—Por supuesto que sí, ¿señorita...? —extiendo la mano hacia ella, esperando que acepte el gesto.

Tuercen el gesto, cambia su peso de un lado a otro, y justo cuando creo que me dejará con la mano tendida, estira su brazo con decisión.

—Amara Montalvo Santoro —dice con voz firme.

—Axel Aljarame Hilton —estrecho su mano suave, notando el esmalte negro que brilla en sus uñas—. Un gusto volver a verla.

Ella pone los ojos en blanco, soltándose de mi agarre para sentarse en la silla que le señalo.

Mientras habla, intento concentrarme en los detalles del negocio que desea, pero me pierdo por momentos en el movimiento de sus labios, en cómo aparta un mechón de cabello de su hombro hacia atrás, en la seriedad que domina su expresión.

Es hermosa.

—¿Trato cerrado? —pregunto después de una hora de negociaciones.

—Sí —responde sin mostrar emoción—. Enviare a mi abogado lo antes posible para que inicie con el papeleo.

—De acuerdo, mientras tanto prepararé la reunión para firmar el acuerdo.

Tiendo la mano sobre la mesa hacia ella y, aunque al principio duda, finalmente la estrecha.

—La acompaño a la puerta —le digo, rodeando la mesa.

—No es necesario —responde con una sonrisa irónica—. Ya me sé el camino, y no vaya a ser que se vuelva a tropezar por allí —su tono sarcástico me hace sonreír como un idiota cuando se da la vuelta para irse.

Mis ojos no se apartan de ella ni un solo segundo hasta que desaparece en el ascensor, seguida por un guardia de seguridad.

De inmediato, me adelanto a la oficina y me siento frente al computador. Tecleo con rapidez su nombre en el buscador. En segundos, la pantalla se llena con información sobre esa mujer de ojos electrizantes, haciéndome sentir jodidamente hipnotizado por su belleza.

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Valauma Regaleria
asi termina
loli Gomez
bueno¿ está es mujer es? multipropósito, pediatra, médico general, cirujano
Yanitza Aguirre
Bueno, bueno, esperemos que está mujer no sea una de los malos. gracias
Yanitza Aguirre
Gracias va muy interesante
loli Gomez
🤔🤔🤔será Adriel ? imposible
loli Gomez
será hermano de Axel
loli Gomez
🫣🫣🫣🫣🫣 Jesús María y José comenzaron con la chiquita de papá
SORANGEL 💓✨
Gracias por retomar nuevamente la escritura., desconozco por lo que hayas pasado para abandonar temporalmente, pero retomaste con fuerza. bienvenid@ nuevamente y espero que sigas dando lo mejor de tí, así co.o en tus obras anteriores 👏
loli Gomez
Ouch ! Troya el enemigo oculto
Yanitza Aguirre
Gracias ☺️ me encanta 😊 está buena, buenísima 🤭
Yanitza Aguirre
Hola! y gracias por actualizar. Alex y Alexa deberían contarle al papá la pelea que tuvo en el colegio. Creo que el papá de la niña es el chico que la mamá desprecio en dos oportunidades. Ese sería uno de los enemigos
loli Gomez
de paso es el Troya el enemigo oculto 🤦
loli Gomez
es porque es hermoso, precioso y Divinooooooooo
loli Gomez
pobrecita y no tiene plata para el taxi 😡
Yanitza Aguirre
Vas muy bien 😊 me encanta. Como todo ser humano tienes ocupaciones y quizás problemas, Dios te de la sabiduría y fuerza para seguir adelante. Esperamos por ti
Yanitza Aguirre
Está muy bonita e interesante la historia 😊 gracias por querer compartir tu talento para la escritura con nosotras...
Gisele Silva
EXCELENTE!
catalina vera
Más capitulosss está muy buena
Marta Elena Cifuentes Lagos
No demores mucho en subir más capítulos xfavor
Marta Elena Cifuentes Lagos
El q les mando los anónimos tiene q ser el q molestaba a Ana en la universidad
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