Se supone que enamorarse te lleva a las nubes, pero Ariel no tiene experiencia en ese tema. ¿Qué debes hacer cuando tienes pretendientes que quieren conquistar tu corazón? ¿Cómo debes reaccionar cuando uno de ellos te rompe el corazón? Ariel tendrá que explorar su corazón romántico para poder tener su primer romance de verdad y así lograr ser feliz de verdad.
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A ESTAR
Son las dos de la tarde, el calor está un poco fuerte y unas gotas de sudor me escurren por la frente. ¿Qué rayos con este clima? Lo bueno es que ya casi termino los deberes.
Me subo a la escalera para poder cortar unos chayotes, la canasta ya casi se llena. Solo me falta tomar los que cuelgan en la parte de arriba. Mi mano se posiciona sobre un chayote enorme, intento jalarlo con fuerza, pero no se desprende y eso me sorprende mucho. ¿Por qué no se desprende este mentado chayote? Intento nuevamente, pero no logro mi cometido y entonces, por la fuerza que aplique, la escalera se tambalea y pierdo el control. La canasta se cae al suelo y yo, imagine amortiguar la caída con mi trasero.
—¿Estás bien? —Sus brazos me sujetan, siento que me he impactado contra su pecho.
—Sí, estoy bien. Perdí el control —digo sin timidez.
Sus manos se aferran a mis brazos y siento mi corazón muy excitado por el contacto que ambos tenemos. ¿Qué está pasando? ¿De dónde salió? ¡Fue muy oportuno!
—Que bueno que estás bien. Déjame cortarlo por ti.
Me suelta, me obligo a componer mi postura. Israel se sube a la escalera y sin mucho esfuerzo, arranca el chayote.
—Llegaste en buen momento. ¿Podrías cortar los demás? —Le pido el favor.
Su sonrisa me gusta, sus manos me tocan cuando me entrega el chayote y mi cuerpo se emociona. ¡Es tan guapo!
—Claro, yo los corto.
Vuelvo a acomodar los chayotes en la canasta y nos toma unos cuantos minutos poder llenarla. Sus brazos son largos y no tengo duda de que su fuerza es mucha, no se le dificulta cortar los chayotes.
—¡Listo! Este era el último —dice victorioso.
—¡Gracias por tu ayuda!
Cargo la canasta para poder llevarla a la casa.
—Déjame ayudarte.
—Eres muy amable, pero no pesa mucho, no te preocupes.
Me arrebata la canasta y usa una de sus manos para acariciar mi cabello. ¡Cuando me toca me desarma! Es como si el tiempo se detuviera y mis latidos fuesen inmortales.
Al entrar a la casa, él pone la canasta sobre la mesa.
—¿Gustas un vaso de agua o de refresco?
—Agua está bien.
Abro el refrigerador, saco una jarra de agua de jamaica y sirvo un vaso para él. La frescura del vidrio hace que me tiemble el alma cuando él roza mis dedos para tomar el vaso. ¡Hacemos contacto visual! Le doy el vaso, me alejo para servir un vaso para mí.
Lo veo beber, sus labios se impregnan al cristal y una curiosidad nace en mi interior, de querer averiguar a que sabrán sus labios.
—Eres muy tierno, tu mirada irradia ternura. ¿Te lo han dicho antes? —Su pregunta me toma por sorpresa.
—¿Te parece que soy tierno?
—Sí. Tus anteojos también te hacen lucir más tierno.
—¡Pues gracias!
Sonríe. Se sirve más agua de la jarra y yo bebo un poco de mi vaso.
—¿De verdad te gusto?
Solo habían pasado dos días desde que yo le confesé mis sentimientos.
—¡Sí! —No dude ni un segundo en decirle—. Si me gustas.
Asiente.
—¿Por qué te gusto? No nos conocemos mucho.
—Tienes razón, no nos conocemos lo suficiente, pero eso no es impedimento para que me gustes. Estuve investigando en internet y me he dado cuenta de que gustar, enamorarse y tener un romance son cosas superdiferentes.
Parece meditar en mi explicación, bebe un poco más de agua.
—Es verdad. Gustar y amar son cosas diferentes.
—Lo que yo siento por ti es un gusto hacia tu belleza, porque neta, eres guapo y me gusta mucho tu barba y como sonríes —no tengo miedo en ser sincero, él merece saber lo que pienso—. Eso que me gusta de ti se está convirtiendo en enamoramiento. ¡Mis sentidos se excitan cuando me tocas! Me tambaleas, me chiveas y eso me gusta también. ¡Es la primera vez que experimento este tipo de cosas!
Sin apartar la vista de mis pupilas, se acerca a mí. ¡No tengo miedo! Sus movimientos son tan precisos que, de una mirada lejana, pasamos a ser un huracán con la fuerza de nuestras respiraciones. ¡No estamos tan lejos! Casi que podríamos besarnos y yo sería feliz. ¿Pero ya me sentía listo para dar mi primer beso? ¡Estaba tambaleando ante él!
—Mañana volveré a la ciudad —susurra sobre mis labios.
—¿Te vas?
—Sí, tengo que ir a supervisar algunas cosas de mi trabajo.
—Entiendo.
Sus manos se posicionan sobre mi cintura. ¡Sus manos tan grandes! ¡Tan fuertes! ¡Me está tocando!
—Volveré el próximo mes.
—¿Un mes?
—Este tiempo que no nos veamos, quiero que lo uses para meditar en lo que dices sentir por mí. Quiero que pienses en las posibilidades de una relación conmigo, en los pros y en los contras. Medita en lo que quieres hacer con tu vida y cuando yo vuelva, quizá podamos tomar una decisión sobre lo que sientes y lo que yo siento.
—¿Que sientes por mí? —Mi corazón está superagitado y quiero escucharlo, decirme lo que piensa sobre mí.
Sus labios se plasman sobre mis labios. Cierro los ojos. Subo mis manos a su rostro y me dejo guiar por él. ¡Me encanta! La felicidad que vive en mí no cabe en mi interior.
—¡También me gustas Ariel!