LA PRINCESA CAÍDA RECUPERARÁ SU REINO

Mientras tanto, Genevieve, quién seguía dormida, estaba vagando en el río del más allá. Sin poder recordar la razón por la cual aquel lugar se le hacía tan familiar, observó a lo lejos a Yuna, y un poco detrás de ella a un anciano cuya mirada hacía que su corazón se acelerara.

—¡Esperen!—gritó—¡No me dejen!

Los dos, sonriendo con dulzura a Genevieve, observaron como el río del más allá rechazaba el alma de la ahora reina, por lo que sabían que era imposible que ella los siguiera aun cuando quisiera.

—Debe volver—respondió Yuna—su prometido y sus hijos la esperan. Viva la vida que no pudimos vivir.

Aunque estaba llorando, la alegría de haberse encontrado con los suyos en el mundo de los vivos hizo que su alma volviera a transcender fácilmente, por lo que, en compañía del último rey de los tritones, dos de las personas más importantes en la vida de Genevieve por fin habían podido ingresar al más allá.

No obstante, antes de volver al mundo de los vivos, su alma seguía en aquel complicado mundo. Sabía muy bien lo que debía de hacer, ya que, si bien su hija era ahora la reina del mundo espiritual, solo ella podía conducir a los no muertos a una nueva vida. Por eso, antes de volver, su cuerpo se encontraba en medio de una tormenta oscura.

—Las almas de los no muertos—dijo observando a lo lejos la puerta que abría paso al río del más allá—merecen descansar en paz.

Materializando el espíritu de la espada de su abuelo, cuyo cuerpo material había sido destruido cuando mató al emperador, logró clavarla en la puerta, provocando que una fisura en toda la mitad de ella surgiera. De repente, toda la energía negativa condensada comenzó a volver más errática.

—Entren—susurró.

La energía de inmediato se materializó en miles de orbes, los cuáles entraban con rapidez sin piedad. Lo mismo ocurría con las almas de los no muertos en el mundo de los vivos, quiénes, después de oir el llamado de Genevieve, habían dejado atrás la ira que provocaba que hicieran desastres en las ciudades del imperio.

"Gracias"

"¡Mil gracias!"

"¡Los dioses la bendigan, reina!"

Genevieve comenzó a llorar mientras escuchaba a aquellas almas hablar, puesto que algunas de esas voces pertenecían a varios miembros de su propia familia, a aquellos hermanos que tuvo y que murieron sin piedad cuando el emperador invadió su hogar.

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Mientras todo eso ocurría, en el mundo de los vivos, Somnus se encontraba nervioso, puesto que el cuerpo de Genevieve estaba por explotar, debido a la enorme cantidad de energía espiritual que estaba recibiendo. Gladiolus, una vez se acercó, sabiendo lo que estaba ocurriendo, tomó en brazos a Genevieve y con una velocidad sorprendente logró colocarla en el trono del último rey de los tritones.

—¡Joder!—gritó Gladiolus.

Antes de poder usar el trono como catalizador de aquella energía, hubo una fuga masiva de energía, haciendo que una onda explosiva arrastrara varios metros su cuerpo. Recomponiéndose como pudo, se acercó a Somnus, quien llegó después de que la onda apareciera y logró materializar un escudo para protegerse a ambos.

—¡¿Qué está ocurriendo?!—preguntó asustado.

—Los espíritus de los no muertos—respondió Gladiolus—las almas de todas las víctimas del emperador, están usando el alma de la reina Genevieve para trascender al más allá.

—¡Pero es mucha energía!—gritó al sentir como poco a poco sus oidos quedaban sordos—¡no lo va a soportar!

—mientras esté sentada en el trono y tenga su corona—gritó también el hechicero—debería evitar que su cuerpo estalle.

Observando con lágrimas como su prometida estaba entre el borde de la vida y la muerta, pidió a los dioses que ella estuviera bien, antes de que tanto él como Gladiolus quedaran enceguecidos tras una fuerte explosión de energía que salió sin piedad del cuerpo de Genevieve.

—Genevieve, no me dejes solo—suplicó—nuestro hijo te espera en casa...

La explosión, que incluso destrozó varios de los lugares ya reconstruidos en el antiguo palacio, se vio a cientos de kilómetros de distancia, incluyendo en la destrozada capital imperial, cuyos pocos supervivientes observaban una columna de luz abrirse paso en lo alto del cielo, opacando la oscuridad de la noche.

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UN AÑO DESPUÉS

Mientras las grandes ciudades del imperio estaban siendo reconstruidas, en uno de los refugios a las afueras de la capital imperial, un grupo de refugiados ya ancianos se encontraban almorzando en una larga mesa, teniendo de frente a un grupo más joven de supervivientes.

—Sigo sin creer que esto sea posible—dijo una de las ancianas—¿de verdad ya no seremos gobernados por el emperador?

—Al parecer es verdad—respondió su nieto—en el periódico dice que no quedó ningún miembro de la familia imperial con vida, ahora seremos gobernados por el rey Somnus.

—Ni siquiera sobrevivieron ellas dos—habló otro anciano—es una lástima.

—¿A quiénes te refieres?—preguntó la misma anciana con un pedazo de pan.

—Hace muchos años, trabajé como limpiador de caballos en el palacio—respondió el hombre—aunque no pude verlas mucho, llegué a conocer a la concubina más joven del emperador y a su hija. Como me retiré, nunca supe si lograron escapar de allí antes de la masacre. Ni siquiera pude recordar el nombre de ambas.

—¡Qué los dioses las tengan en su santa gloria!—consoló la anciana—lo más importante es que la oscuridad del imperio se ha disipado poco a poco.

Con dolor y resignación, todos asintieron mientras bebían en silencio un poco de jugo. Sin saberlo, a varios miles de kilómetros, la noticia del fin de la ceremonia de matrimonio del rey Somnus y la reina Genevieve estaba siendo el boca a boca de decenas de ciudadanos ignorantes, quiénes no sabían la verdadera identidad de Genevieve.

La reina del nuevo pueblo de los tritones, quien en su momento había sido la última de las sirenas, ahora esposa de Somnus y nueva regente del vasto territorio que se anexó al reino, observaba a lo lejos la isla en la que una vez vivió. Debido a los destrozos generados, la ceremonia de bodas y su luna de miel tuvo que darse en el palacio veraniego de Somnus.