+18 años.
susana una joven estudiante de enfermería, se verá envuelta en una lucha de poder entre la familia de su difunto padre y el amor entre Mario de La Fuente, uno de los más grandes mafiosos de Toda Colombia.
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12
La mañana siguiente Mario con una resaca monumental, cortesía de su efímera liberación nocturna en el "Éxtasis". Su cabeza palpitaba al ritmo de un tambor africano imaginario, y la luz que se colaba por las rendijas de las persianas le parecía una afrenta personal. Se revolvió en la cama, intentando recordar con nitidez los eventos de la noche anterior, pero los detalles eran fragmentos borrosos de música alta y luces parpadeantes.
Sin embargo, una imagen persistía con una claridad sorprendente: la sensación de una mujer bailando cerca, moviéndose con una sensualidad discreta que lo había intrigado. No recordaba su rostro, ni su voz, pero la impresión de su cercanía lo había dejado con una extraña sensación de anhelo, una curiosidad punzante por esa desconocida que se había esfumado en la multitud.
"Maldita sea," murmuró, llevándose una mano a la sien. "Anoche sí que me pasé de copas."
En la planta baja de la mansión, Daniel preparaba un desayuno frugal, tarareando una melodía pop pegadiza. Escuchó los pasos pesados de Mario bajar las escaleras y sonrió con picardía.
"Buenos días, dormilón," saludó Daniel con exagerada alegría. "¿Cómo amaneció el gran conquistador de la noche?"
Mario lo fulminó con la mirada mientras se dejaba caer pesadamente en una silla. "Cállate, Daniel. Mi cabeza va a explotar."
"¿Será por la misteriosa bailarina de anoche?" inquirió Daniel, sirviéndole una taza de café cargado. "Te veías bastante... conectado."
Mario frunció el ceño, intentando recordar algo más allá de la vaga sensación. "Había una mujer... sí. Bailaba bien."
"¿Solo eso?" Daniel arqueó una ceja con incredulidad. "Para el Mario De la Fuente, eso es casi un elogio nulo. Parecías bastante interesado. ¿No recuerdas nada más?"
Mario negó con la cabeza, bebiendo el café con avidez. "Nada concreto. Solo... una sensación. Como si la conociera de algún lado, pero mi cerebro está hecho puré."
Mientras tanto, en casa de Susana, la atmósfera era mucho más animada. Susana se terminaba de arreglar frente al espejo, ajustando el sencillo pero pulcro uniforme que había elegido para su primer día como niñera. Sus amigas, Ana Lucía y Karina, estaban sentadas en su cama, observándola con una mezcla de curiosidad y diversión.
"¿Estás segura de que ese es el atuendo apropiado para codearte con un galán viudo?" preguntó Karina con una sonrisa pícara. "¿Dónde quedaron los vestidos ajustados y los escotes estratégicos?"
Susana rodó los ojos, sonrojándose
ligeramente al recordar su elección de vestuario para la noche anterior. "Voy a cuidar a una bebé recién nacida, no a seducir a su padre. Necesito algo cómodo y práctico."
"Ay, amiga, qué aburrida eres a veces," suspiró Ana Lucía dramáticamente. "Podrías aprovechar la oportunidad para... inspeccionar el terreno. Ver si el viudo en cuestión es tan guapo como dices."
"Y de paso, averiguar si tiene hermanos solteros y millonarios," añadió Karina con un guiño.
Susana soltó una carcajada. "Son imposibles. Mario es mi jefe, y mi prioridad es Marina. Además, después del encuentro de anoche en el club..." Se interrumpió, sintiendo un calor en las mejillas al recordar el absurdo baile.
"¿El encuentro de anoche?" preguntaron sus amigas al unísono, con los ojos brillantes de curiosidad.
Susana les contó brevemente la extraña coincidencia, omitiendo la punzada de celos que había sentido y enfocándose en lo surreal de la situación.
"¡No puede ser!" exclamó Ana Lucía, llevándose una mano a la boca. "Bailaste con tu jefe sin que él lo supiera. ¡Eso es material de telenovela!"
"Y tú escapaste antes de que se diera cuenta," añadió Karina con una sonrisa traviesa. "Qué lástima. Me hubiera encantado ver su reacción."
"Créanme, fue lo mejor," insistió Susana. "No quería que las cosas se pusieran raras antes de empezar a trabajar."
Un claxon sonó desde la calle, anunciando la llegada del auto enviado por Mario.
"Bueno, llegó la carroza," anunció Ana Lucía, levantándose de la cama. "Mucha suerte en tu primer día, niñera sexy."
"Y recuerda," añadió Karina con una sonrisa cómplice. "Ojos y oídos bien abiertos. Queremos todos los detalles jugosos del viudo."
Susana las abrazó rápidamente antes de bajar las escaleras, sintiendo una mezcla de nerviosismo y anticipación. Al subir al elegante auto negro, respiró hondo, preparándose para el nuevo capítulo que comenzaba en la imponente mansión De la Fuente.
Al llegar a la mansión, Susana fue recibida por una empleada amable que la condujo al interior. La casa era aún más impresionante de lo que había imaginado, con techos altos, muebles de diseño y una atmósfera de lujo silencioso. Daniel la esperaba en el salón, con una sonrisa cordial.
"Susana, bienvenida," dijo Daniel, estrechándole la mano. "Mario tuvo una mañana... un poco agitada. Pero ya está listo para conocerte."
Mario apareció en ese momento, con el cabello ligeramente revuelto y una expresión que denotaba una resaca persistente. Al ver a Susana, sus ojos se abrieron ligeramente, como si intentara recordar algo.
"Buenos días, Susana," dijo Mario, con una voz ligeramente áspera. "Gracias por venir tan pronto."
Susana sintió una punzada de ironía. Él no tenía idea de cuán "cerca" había estado de ella la noche anterior.
"Buenos días, señor De la Fuente," respondió Susana con profesionalismo, intentando no sonreír ante la situación.
Daniel, observando la interacción con una ceja alzada, percibió una tensión sutil en el aire, algo más allá de la formalidad inicial.
"Bueno," dijo Daniel, rompiendo el silencio. "Los dejaré para que se conozcan mejor. Marina está durmiendo la siesta, así que tienen tiempo para hablar."
Una vez a solas, Mario guio a Susana por la casa, mostrándole la habitación de Marina, el cuarto de juegos y explicándole la rutina de la bebé. Susana escuchaba atentamente, haciendo preguntas pertinentes y mostrando un interés genuino en el bienestar de la niña.
Sin embargo, la mirada de Mario a veces se detenía en ella con una expresión pensativa, como si algo en su rostro le resultara familiar.
Susana mantenía la compostura, intentando actuar con la mayor naturalidad posible, aunque por dentro luchaba por no soltar una carcajada ante la ironía de la situación.
Mientras Mario le explicaba dónde guardaba los pañales y otros implementos para la bebé, un fuerte llanto resonó desde la habitación de Marina. La expresión de Mario cambió inmediatamente a una de preocupación.
"Parece que la princesa ha despertado," dijo con una leve sonrisa, guiando a Susana hacia la habitación de la bebé.
Al entrar, vieron a Marina con el rostro enrojecido y los puños apretados, llorando con todas sus fuerzas. Mario se acercó a la cuna con ternura, intentando calmarla.
"Shhh, mi amor, ya papá está aquí," murmuró, tomándola en brazos.
Pero Marina no parecía dispuesta a calmarse. Su llanto se intensificó, y de repente, un olor inconfundible llenó la habitación. Mario hizo una mueca de disgusto.
"Parece que alguien necesita un cambio de pañal urgente," comentó con una sonrisa forzada, sosteniendo a la bebé lejos de su cuerpo.