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Una Reencarnación Tranquila

Una Reencarnación Tranquila

Status: En proceso
Genre:Magia / Malentendidos / Reencarnación / Mundo mágico / Apocalipsis
Popularitas:1.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Aly25

Su muerte no es un final, sino un nacimiento. zero despierta en un cuerpo nuevo, en un mundo diferente: un mundo donde la paz y la tranquilidad reinan.

¿Pero en realidad será una reencarnación tranquiLa?

Años más tarde se da cuenta que está en el mundo de una novela y un apocalipsis se aproxima.

NovelToon tiene autorización de Aly25 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Despierto

La luz era insoportable.

Demasiada luz.

Leo frunció el ceño con molestia.

No le gustaba tanto brillo.

Era como cuando el sol entraba sin permiso por la ventana y le decía, sin palabras, que ya no era hora de dormir.

Ese sol insolente siempre lo despertaba, aunque él no quisiera.

Parpadeó con esfuerzo.

Sus pequeños párpados se resistían a abrirse, como si alguien los hubiera sellado con gotitas de miel espesa.

Finalmente, sus ojos lograron entreabrirse, revelando unas pupilas temblorosas que trataban de enfocarse.

El techo fue lo primero que vio.

No era el cielo o la habitación del barco, donde tantas veces había escondido su carita bajo la manta para jugar a desaparecer.

No era la tela cálida ni las vigas familiares.

Era otro techo.

Uno liso, pálido y de color azul.

En su frente sintió calor, pero también algo fresco y húmedo.

Un paño mojado descansaba sobre su piel, pegajoso por el sudor y con un olor amargo.

Ese olor le recordaba las medicinas que le daban cuando estaba enfermo eran margas pero necesarias.

La punzada del recuerdo fue rápida.

Y de pronto, su cabecita pensó lo más importante.

¿Dónde está...?

Leo trató de girar la cabeza. Su cuello obedeció con lentitud, como si también estuviera cansado. Solo logró moverla un poco, pero lo suficiente para comprobar que no había ese pelo color azul cerca.

No escuchaba esa voz que siempre le decía " era un pequeño valiente" con una sonrisa.

No veía esos brazos fuertes que lo alzaban como si volara.

No estaba Elian.

Y de repente, el pecho comenzó a dolerle. Al principio fue solo un nudo muy pequeño se apretaba su corazón y lo molestaba. Luego, un temblor en los labios, una sacudida leve, apenas un aviso.

Pero ese sentimiento no tardó en crecer.

Era como si una ola inmensa hubiera nacido dentro de su pecho, empujándolo desde adentro, sin dejarle espacio para respirar.

—¡Aaa... aaah...! ¡Aaaah! —gimió Leo, con una vocecita ronca y temblorosa, parecida al graznido de un patito roto.

Sus manos, diminutas y torpes, se alzaron buscando algo, alguien, lo que fuera. Sus deditos se abrieron y cerraron en el aire, arañando el vacío, buscando a ciegas ese refugio que no encontraba.

El cuerpecito de Leo tembló con cada sollozo.

Su corazón se apretaba cada vez más fuerte.

No entendía por qué dolía tanto no verlo.

No entendía por qué ese lugar se sentía tan frío y tan solo.

¿Se fue?

¿Dónde está?

—¡Aaaaah! ¡Paa... paaa...! —lloró más fuerte, con esa palabra que aún no sabía decir bien, pero que siempre, siempre era para él.

El llanto no agrandó su cuerpo.

Seguía siendo pequeño, débil, tierno.

Pero el miedo sí crecía.

Esta vez no era un sueño.

No era una pesadilla de las que se iban con los brazos de mamá.

Era un miedo de verdad.

Un miedo que dolía en el pecho, que lo hacía llorar hasta que la garganta le ardía.

tap

Tap

Tap

Resonaron pasos que venían rápidamente con una gran urgencia.

Una puerta se abrió de golpe.

—¡Leo! —gritó una voz.

Esa voz.

Leo giró la cabeza con esfuerzo. Sus ojos seguían llenos de lágrimas, su nariz estaba roja y su carita empapada.

Allí estaba.

Elian.

Entró corriendo a la habitación, con el rostro pálido y los ojos encendidos de preocupación. Tras él, Artemisa lo seguía, también pálida, con el gesto tenso.

Los dos se acercaron a la cama con la misma prisa, como si el mundo hubiera comenzado a arder.

—Shhh, ya, ya, pequeño —dijo Elian al llegar a su lado. Su voz temblaba, pero era firme. Era una voz cálida, como un abrigo que lo envolvía entero.

Elian no lo alzó.

No lo sacó de la cama.

Pero se inclinó hasta quedar muy cerca, lo suficiente para que Leo sintiera su aliento, su olor, su presencia.

Y eso fue suficiente.

Leo extendió sus manitas hacia él, aferrándose a su camisa con las pocas fuerzas que tenía.

Sus deditos se enredaron en la tela, torpes pero decididos, como si así pudiera asegurarse de que no se iría otra vez.

Su frente seguía húmeda por el sudor y el paño, su cuerpo seguía flojito, pero en ese momento, al menos, el mundo dejaba de doler. Porque Elian estaba ahí.

—Papá... paaa... —balbuceó Leo entre sollozos, cerrando los ojitos mientras su carita se apretaba contra el pecho de Elian, aunque la tela fuera lo único que alcanzaba a rozar.

Elian le acarició el cabello empapado, con una ternura contenida que apenas lograba sostener.

—No me fui, pequeño. Nunca me iría sin despedirme. Estaba justo afuera, a un paso de aquí —susurró, acercando más el rostro hasta rozar su frente—. Solo fui a buscar algo. Lo siento... lo siento tanto.

Artemisa se arrodilló junto a la cama, colocando sus manos sobre el colchón con delicadeza.

—Se despertó solo —dijo en un murmullo, como si temiera romper el momento—. No esperábamos que fuera tan pronto.

Elian asintió despacio, sin dejar de acariciar la espalda de Leo, que aún sollozaba bajito.

—Estaba solo y se asustó —dijo, con la voz cargada de culpa—. Fue mi culpa.

—No, Elian —corrigió Artemisa, negando con la cabeza—. Solo despertó antes de lo previsto. El medicamento y el collar, se adapto muy bien.

Leo escuchaba sus voces como si vinieran de lejos.

Eran retazos de sonido.

Más que las palabras, lo que entendía era la calidez.

El tono suave de Artemisa.

La vibración profunda de Elian. Juntos, le hacían sentir que el peligro había pasado.

Que no estaba solo.

Elian se acomodó mejor junto a la cama, pegando su brazo al borde, para que Leo pudiera seguir aferrado a él.

No lo separó.

No lo soltó.

—Estoy aquí, pequeño —repitió, bajando aún más la voz—. No me ire por ahora

Artemisa tomó la manita libre de Leo entre las suyas.

Sus dedos eran finos y cálidos.

Con suavidad, acercó esa manita a sus labios y le depositó un beso.

—Ya estás bien, mi amor —susurró.

Leo sintió ese beso como una caricia en el alma.

El temblor de su cuerpo comenzó a disminuir.

El llanto se convirtió en pequeños sollozos intermitentes, hasta que solo quedaron los suspiros.

Cada exhalación era más larga, más profunda, como si su cuerpecito necesitara vaciar todo el miedo que había acumulado.

El sol seguía allí, pero ya no le parecía tan fuerte.

El pecho de Elian seguía siendo cálido, aunque no lo envolviera en un abrazo.

La cercanía era suficiente.

Los rizos de su cabello se deslizaban cerca de su carita, cosquilleándole la mejilla con un gesto familiar y reconfortante.

Mamá también estaba allí.

Su aroma dulce, sus manos suaves, su voz tranquila.

Todo estaba bien.

Leo cerró los ojos, esta vez por voluntad propia.

Lo hizo con un suspiro largo, dejando que su cuerpecito se rindiera al cansancio.

Y esta vez, cuando el sueño volvió a llevárselo, no hubo miedo.

No hubo soledad.

Esta vez, se quedó dormido porque quiso.

Con la certeza de que, al despertar, seguirían ahí.

Elian.

Mamá.

Casa.

Todo.

Ya no estaba necesariamente solo.

1
Salomé Páez
Ojos
Salomé Páez
Demasiados espacios
Salomé Páez
Zero
Salomé Páez
Como es el nombre? zero, zone o zane? ya hay 3 nombres diferentes
Aly🍀: mi auto corrector 😔, no me había dado cuenta
total 1 replies
🔹Lili🔸🐦
Me dio ternura 😭😭❤️❤️❤️
🔹Lili🔸🐦
Que bonito 😭😭😔
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