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Tronos Y Guerra La Prueba De Las Cuatro Tierras

Tronos Y Guerra La Prueba De Las Cuatro Tierras

Status: Terminada
Genre:Acción / Completas / Sistema / Intrigante / Futuro / Juegos y desafíos / Apocalipsis
Popularitas:1.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Andrés JC

En un futuro distópico devastado por una ola de calor, solo nueve ciudades quedan en pie, obligadas a competir cada tres años en el brutal Torneo de las Cuatro Tierras. Cada ciudad envía un representante que debe enfrentar ecosistemas artificiales —hielo, desierto, sabana y bosque— en una lucha por la supervivencia. Ganar significa salvar su ciudad, mientras que perder lleva a la muerte y la pérdida de territorio.

Nora, elegida de la ciudad de Altum, debe enfrentarse a pruebas físicas y emocionales, cargando con el legado de su hermano, quien murió en un torneo anterior. Para salvar a su gente, Nora deberá decidir hasta dónde está dispuesta a llegar en este despiadado juego de supervivencia.

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La decisión definitiva

Mientras todo el alboroto causado por la rebelión de una participante del torneo continuaba, los líderes intentaban poner en cuarentena las nueve ciudades para calmar la situación. Al mismo tiempo, se encontraban discutiendo los Padres de la Patria en un salón oculto tras imponentes puertas de bronce. Las paredes del salón estaban decoradas con símbolos de poder y antiguas banderas de la América Unida. Los semblantes de los presentes mostraban una mezcla de preocupación y orgullo herido.

-No, no podemos aceptar la derrota. ¿Saben lo que eso significa? Guerras civiles entre las ciudades para robar recursos-dijo Gale Steel, uno de los Padres, golpeando la mesa con el puño-. Si aceptamos la derrota, demostraremos a la gente que ya no tenemos valor como autoridad. Eso sería el fin de nuestro dominio.

Salazar, otro de los Padres, asintió mientras se recostaba en su silla de respaldo alto, hecha de cuero oscuro.

-El señor Gale tiene razón. No podemos permitir que una simple jovencita nos derrote. Esta rebelión no significa nada, y no tienen el poder de enfrentarse a nosotros. Debemos actuar con firmeza y no titubear dijo, sus ojos centelleaban con una mezcla de desdén y desafío.

Otro de los Padres, con el rostro cubierto por una máscara dorada que ocultaba su identidad, se inclinó hacia adelante, mirando al resto.

-Entonces, ¿qué sugieren que hagamos? ¿Ordenamos reactivar la transmisión y retirar las dos tropas de la Tercera Tierra? -preguntó con voz calma pero firme.

Hubo un momento de silencio, como si cada uno de ellos estuviera valorando las consecuencias. Gale fue el primero en romperlo.

-Sí, debemos hacer eso. Eso es lo que la gente necesita ver: que no hay nadie, ningún grupo o individuo, que tenga más autoridad que nosotros. Debemos hacerles entender que cualquier intento de rebelión será fútil.

La decisión fue tomada. Avisaron de inmediato a las tropas en la Tercera Tierra que abandonaran la búsqueda de los rebeldes y regresaran. Las órdenes se ejecutaron con rapidez y precisión, y las personas de las nueve ciudades volvieron a ser liberadas de sus viviendas. Poco después, la transmisión fue restaurada, permitiendo a todos ser testigos de lo que estaba sucediendo.

Detrás de unos arbustos, donde se ocultaban los tres jóvenes rebeldes, observaron cómo los soldados se retiraban. Lian, quien siempre había sido el más cauteloso del grupo, sintió que algo no iba bien. Su presentimiento era oscuro, y el nerviosismo comenzó a apoderarse de él. Su respiración se aceleró.

-Mierda, creo que hemos vuelto al juego -dijo Lian con voz temblorosa, mientras sus ojos se movían nerviosos de un lado a otro.

-Cálmate, no saques conclusiones tan rápido -dijo Marcus, intentando sosegarlo. Pero incluso él, con una herida aún fresca que palpitaba de dolor, sentía la tensión en el aire.

-No, no entienden. Estamos perdidos. Ustedes dos hicieron enfadar a los Padres de la Patria -dijo Lian mientras alzaba el índice y el pulgar temblorosos-. Los de la rebelión no van a venir por nosotros. Lo siento de verdad, pero solo dos sobreviven en la Tercera Tierra.

Antes de que Marcus o Nora pudieran reaccionar, Lian se lanzó hacia Nora, tratando de ahogarla. Sus manos se cerraron con fuerza alrededor del cuello de ella, quien se agitaba intentando liberarse. Los ojos de Lian estaban desorbitados, y el miedo se había apoderado de su mente.

Marcus, aún herido, apenas pudo levantarse. A pesar del dolor, se abalanzó sobre Lian, logrando separarlo de Nora a duras penas.

-Cálmate, no dejes que el miedo te domine. Tenemos que permanecer juntos. No podemos hacer lo que los Padres de la Patria quieren que hagamos-dijo Nora, jadeante y con la voz entrecortada, frotándose el cuello adolorido.

-¿Y qué se supone que quieren los Padres de la Patria? -respondió Lian con furia en sus ojos-. Nosotros solo somos simples jóvenes. No significamos nada.

Nora respiró profundo, intentando calmarse a pesar del miedo. Su voz era firme mientras le respondía.

-Quieren que sigamos matándonos entre nosotros. Quieren hacer creer a la gente de las nueve ciudades que esa es la única manera de que todo esté en orden. Su sistema es corrupto. Hacen este torneo para quitarnos recursos y vivir tranquilos a costa de nuestro sufrimiento.

Mientras tanto, al otro lado de la Tierra Artificial, los Padres de la Patria y la población de las nueve ciudades observaban la transmisión en silencio. La tensión era palpable en la sala de control. Argus, quien supervisaba la transmisión, se acercó a los Padres.

-Señor, ¿deberíamos cortar la transmisión? Están diciendo cosas que podrían perjudicarlos -preguntó con cautela.

Gale Steel levantó una mano para detenerlo.

-No, déjalo así. Quiero que la gente vea lo que sucede cuando alguien se atreve a retar a la máxima autoridad de la América Unida. Quiero que vean las consecuencias de rebelarse -dijo con una sonrisa fría.

De vuelta con los jóvenes, Lian seguía alterado. Sus ojos, aunque cansados, reflejaban terror y desesperación. Marcus, a pesar de la herida que le causaba un dolor punzante, trataba de calmarlo.

-Mira, Lian. Solo descansa un poco. Necesitas despejar tu mente. No dejaremos que esto nos venza dijo Marcus, aguantando el dolor con cada palabra.

Después de unos minutos, Lian finalmente accedió. Se acostó para intentar dormir un poco, buscando la paz que necesitaba. Pero la calma fue efímera. Horas después, mientras la oscuridad de la noche envolvía el campamento, los Padres de la Patria hicieron llegar un pequeño cuchillo de metal al lugar donde estaban escondidos. Era una trampa, un recordatorio de quién tenía el control.

Lian abrió los ojos, y en la penumbra vio el destello del cuchillo. Algo en él se quebró. Se incorporó lentamente, tomó el cuchillo con manos temblorosas y, con una determinación desesperada, se acercó a Marcus.

-Lo siento, Marcus. No hay otra opción. No quiero morir a manos de los Padres de la Patria -dijo con voz quebrada, sus ojos llenos de lágrimas. Antes de que Marcus pudiera reaccionar, Lian giró el cuchillo hacia sí

mismo y, con fuerza, se cortó la arteria del cuello.

-¡¿Qué mierda pasó aquí?! -gritó Nora, despertando sobresaltada y levantándose de un golpe.

Marcus miró a Lian, su rostro pálido y sin vida, mientras la sangre se extendía en el suelo como un río oscuro.

-Se... se mató. Así como lo oyes. Dijo que no iba a morir a manos de los Padres de la Patria -contestó Marcus, intentando procesar lo que acababa de suceder. Su voz era apenas un susurro.

Nora se acercó, miró el cuerpo inerte de Lian y sintió una mezcla de tristeza y rabia arder dentro de ella. No podían dejar que su sacrificio fuera en vano. Levantó la mano, mostrando el índice y el pulgar en señal de que su rebelión aún seguía viva.

Del otro lado de la transmisión, los Padres de la Patria observaban con interés. Argus, de nuevo, sugirió cortar la transmisión.

-¿Señores, están seguros de que no quieren que corte la transmisión? -preguntó.

No, déjalo así. La gente necesita saber que los rebeldes mueren rápido. Quiero que vean que el desafío no es una opción. Encárgate de llevarlos a la última tierra, la del bosque. Nora Maxfien, el que ríe de último ríe mejor -dijo el Padre con el rostro cubierto, su voz cargada de amenaza.

En el helicóptero de la rebelión, el equipo aún discutía cómo proceder con el rescate. La tensión crecía y el tiempo corría en su contra. Todos habían visto lo que acababa de pasar en la transmisión; la muerte de Lian había dejado a todos con un sabor amargo y un sentimiento de urgencia.

—Tenemos que apresurarnos. Ahora serán llevados a la última tierra, el bosque. Si no hacemos algo pronto, van a morir. Los Padres de la Patria están demostrando que no les importa la rebelión, y si no actuamos, la gente va a perder la confianza en Maxfien —dijo Marcos, su voz temblorosa, luchando por mantener la calma.

Lara miró a Marcos y trató de tranquilizarlo.

—Cálmate, Marcos. No nos podemos precipitar. Estamos trabajando en un plan. Ya estamos en ello. Quizás podríamos tratar de entrar por tierra y llegar al límite de la Tierra Artificial sin ser detectados —sugirió, mientras sus pensamientos parecían buscar todas las alternativas posibles.

Thomas negó con la cabeza, recordando las dificultades de ese enfoque.

—Señor, no es tan simple. No podemos olvidar que el agua es limitada. El trayecto es largo y hostil, y necesitaríamos mucha más agua de la que tenemos para sobrevivir. Además, las temperaturas en este momento son casi insoportables. Estas olas de calor en este mundo apocalíptica. Si intentamos llegar por tierra, no solo perderemos tiempo, sino que también podría costarnos la vida a todos. No tenemos margen de error —explicó Thomas, tratando de poner en perspectiva los riesgos.

Marcos cerró los ojos un momento, tratando de calmarse. Sabía que Thomas tenía razón, pero no soportaba la idea de perder a los suyos sin intentarlo todo.

—Está bien, entonces, ¿qué sugieren? No podemos quedarnos aquí esperando. Nora y Marcus no tienen mucho tiempo —dijo con frustración, mientras sus manos se tensaban en el respaldo del asiento.

Lara suspiró, mirando por la ventanilla del helicóptero mientras el sol se ocultaba en el horizonte, bañando todo en tonos naranjas y rojos.

—Estamos considerando todas las opciones. Podríamos coordinar con algunos de nuestros aliados para crear una distracción en las fronteras. Eso podría darnos el tiempo suficiente para entrar por el aire y sacarlos del bosque antes de que los Padres de la Patria actúen. Pero necesitamos precisión y mucha suerte —dijo, con voz baja, como si sopesara la posibilidad de éxito.

Thomas asintió lentamente, aunque sus ojos reflejaban preocupación.

—Y tendremos que ser rápidos. Si los Padres de la Patria nos detectan, estamos acabados. No habrá una segunda oportunidad.

Marcos asintió, su semblante endurecido. Sabía que cada segundo contaba. La rebelión tenía que ser más astuta que los Padres de la Patria. La misión era arriesgada, pero abandonar a Nora y Marcus no era una opción.

—Entonces, hagámoslo. Coordinen la distracción y prepárense para entrar. Esta vez, no habrá margen para el error. Vamos a sacar a nuestros compañeros de allí —dijo, su voz llena de determinación.

Con esa resolución, el helicóptero siguió su rumbo mientras los integrantes de la rebelión ultimaban los detalles de su plan. Sabían que el tiempo estaba en contra y que cualquier paso en falso podría costarles todo. Pero también sabían que la lucha por la libertad nunca había sido fácil. Los Padres de la Patria habían demostrado que estaban dispuestos a todo para mantener el control, pero la rebelión estaba igualmente decidida a luchar hasta el final.

En el fondo, los tres en el helicóptero compartían un pensamiento: no iban a dejar que el sacrificio de Lian fuera en vano. Esta batalla aún no había terminado, y estaban dispuestos a hacer lo necesario para desafiar el dominio opresor de la América Unida.

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