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Mi Sumiso Incubus

Mi Sumiso Incubus

Status: En proceso
Genre:Yaoi / Dominación / Equilibrio De Poder / BDSM / Demonios / Chico Malo
Popularitas:8.3k
Nilai: 5
nombre de autor: AC MirikaVerena

Balvin, un joven incubus, se encuentra en su última prueba para convertirse en jefe de territorio: absorber la energía sexual de Agustín, un empresario enigmático con secretos oscuros. A medida que su conexión se vuelve irresistible, un poder incontrolable despierta entre ellos, desafiando las reglas de su mundo y sus propios deseos. En un juego de seducción y traición, Balvin debe decidir: ¿sacrificará su deber por un amor prohibido, o perderá todo lo que ha luchado por conseguir? Sumérgete en un mundo de pasión, peligro y decisiones que podrían sellar su destino. ¿Te atreves a entrar?

**Advertencia de contenido:**

Esta historia contiene escenas explícitas de naturaleza sexual, temas de sumisión y dominación, así como situaciones que pueden ser sensibles para algunos lectores. Se recomienda discreción.

NovelToon tiene autorización de AC MirikaVerena para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Muéstrame

 Cuando llegaron a Las Vegas, Balbin sintió el cambio inmediato en el aire: frío, denso, como si la ciudad estuviera conteniendo el aliento. Sus sentidos se agudizaron al captar algo fuera de lugar. Sonares. Figuras etéreas que se confundían entre las luces vibrantes y merodeaban por las calles, mezclándose con el caos nocturno de la ciudad llena de vida.

La energía se sentía de forma extraña, cargada, como si el tiempo se hubiera detenido justo antes de estallar. Sin pensarlo, Balbin corrió hacia el edificio de Agustín. Su corazón latía frenético, impulsado por una mezcla de pánico y urgencia. Sabía lo que significaba esa cantidad de Sonares: buscaban un alma poderosa, una a punto de desencarnar. Solo un nombre vino a su mente.

Pero un tirón brusco en su brazo lo detuvo en seco, casi haciéndolo caer.

—¡Balbin, detente! —susurró Siwel con firmeza, arrastrándolo hacia un callejón oscuro.

El impacto de sus cuerpos al chocar casi hizo perder el equilibrio a Balbin. Intentó zafarse, pero Siwel lo sujetó con fuerza, manteniéndolo inmóvil, sus manos aferrándose a su cintura.

—¡Reacciona! —suplicó Siwel, el pánico nublando su voz—. Si corres hacia ellos, será tu sentencia de muerte. Aún no sabemos qué está pasando.

Balbin temblaba, incapaz de apartar la vista del edificio. La ansiedad lo consumía, cada respiración más descontrolada que la anterior. Cerró los ojos, intentando calmarse, pero la tormenta en su interior rugía.

"No puede estar muerto. No puede ser. No puede."

Siwel entendía lo que estaba pasando. Sabía que si Agustín moría, el destino de Balbin sería mucho peor. El vínculo sería transferido a un Chamán Patriarca para, Balbin ser juzgado, y después, fragmentado, sin posibilidad de reencarnar. O peor aún... enviado al Abismo. Pero, incluso con todo en juego, podía ver que Balbin no temía por sí mismo. No esta vez.

—Bien, bien. Vamos por él, ¿sí? —murmuró Siwel, su voz temblando mientras intentaba calmarlo—. Pero cálmate... por favor.

El agarre de Balbin aflojó. Asintió con esfuerzo, obligándose a recuperar la compostura. Su respiración, aunque agitada, comenzaba a estabilizarse.

Siwel lo soltó con cautela, manteniéndose alerta. No era el más fuerte, pero su agilidad siempre lo había mantenido a salvo. Se movieron con sigilo, deslizándose entre las sombras como espectros. Al llegar a la entrada de una alcantarilla, Siwel miró de reojo a Balbin, aún perturbado, y apretó su mano con fuerza, en un gesto silencioso de apoyo y cautela.

La noche apenas comenzaba, y ambos sabían que lo peor estaba por venir. Balbín no dejaba de pensar en Agustín, en lo que podía perder si llegaban demasiado tarde. Y esa idea lo consumía.

Fue justo antes de llegar debajo del edificio cuando un destello cruzó el aire, anunciando la retirada de los Sonares. Balbin sintió un alivio momentáneo, agradeciendo internamente que Agustín hubiera intencionado sus dibujos sin titubeos. Solo un chamán extremadamente poderoso podría siquiera pensar en esconderse de aquellos seres. Sin perder más tiempo, Balbin se zafó de Siwel y desapareció con rapidez.

—¿Por qué malgastar magna? —suspiró Siwel, negando con la cabeza mientras se lanzaba tras él.

Balbin reapareció en la oficina, materializándose lentamente de espaldas al sillón. El aroma metálico de la sangre mezclado con alcohol lo golpeó de inmediato, haciendo que sus sentidos se tensaran. Giró la cabeza con lentitud, temiendo lo que encontraría.

La escena que se desplegó ante él lo dejó helado: Agustín estaba desplomado en el sillón, con una venda empapada de sangre rodeándole el hombro. Alrededor, utensilios médicos y gasas manchadas estaban esparcidos sin orden alguno.

Dos enfermeros, quienes acomodan sus maletines, se percataron de la aparición pero no tuvieron tiempo de entrar en pánico. Balbin agitó su mano con autoridad, y ambos entraban en trance y se retiraron sin hacer preguntas.

Agustín ya lo había sentido llegar y, al notar su presencia, frunció el ceño al ver la expresión inquietante en el rostro del Incubus.

Balbin quedó inmóvil, sus ojos recorriendo cada herida visible. El cuerpo de Agustín estaba golpeado, magullado, y ese disparo en el hombro... Apenas si había evitado comprometer una arteria importante. Parpadeó lentamente, intentando procesar lo que veía.

—No me mires así. He estado peor —murmuró Agustín con una voz cansada, pero firme.

Balbin retrocedió dos pasos, como si el peso de la culpa y el pánico lo empujara hacia atrás. Se llevó una mano al pecho, intentando exhalar la preocupación que lo sofocaba. Pero el malestar seguía allí, como un veneno que se extendía, llenándolo de ira consigo mismo.

Agustín, aunque con evidente esfuerzo, se incorporó. Se acercó a Balbin, sus movimientos cuidadosos pero decididos. Alzó una mano temblorosa hasta alcanzar ese mechón rebelde que siempre caía sobre el rostro del Incubus, apartándolo con suavidad. Sus ojos buscaron los de Balbin, esos ojos color ámbar que tanto lo desconcertaban.

Ambos permanecieron así, inmóviles por un instante, mirándose. Agustín no admitía lo ansioso que estaba, pero ese silencio le recordó una vez pasada, una sensación que no podía ignorar.

Balbin, atrapado en sus propios pensamientos, apenas podía reaccionar. Pero algo en el contacto lo ancló, aunque fuera solo por un segundo.

—¿No vas a decir nada? —preguntó Agustín, intentando mantener la compostura, aunque por dentro reprimía una tensión latente. El leve temblor en su voz delataba lo que sus palabras no decían. Suplicaba no cometer una tontería. Miró a Balbin con seriedad, buscando respuestas—. ¿Necesitas recargar?

Balbin retrocedió otro paso, su mirada fija, fría.

—Sonares… media docena.

—Los oí. —diji tranquilo —Quería ver su forma, pero supuse que si lo hacía delataría mi ubicación.

—¿Querías… ver? —repitió Balbin, incrédulo, como si esas palabras le hubieran perforado el pecho.

—Sí, tuve curiosidad.

Los ojos de Balbin se cerraron con fuerza mientras tragaba el grito que amenazaba con salir. Su mandíbula se tensó al máximo, y el dolor que llevaba dentro se transformó en una presión sofocante en el centro del pecho. No entendía, no podía entender la indiferencia de Agustín hacia su propia vida. ¿Por qué parecía ayudarlo en un momento y al siguiente jugar con él, como todo buen chamán?

—También tenías curiosidad por saber qué podrías hacer con todo el magna que recolectamos, ¿verdad? —escupió Balbin con resentimiento al mirar las heridas—. ¿Qué tan poderoso te vuelves? chamán.

Agustín lo miró fijamente, sin inmutarse. Pero antes de responder, Balbin apareció frente a él en un parpadeo. Lo tomó por la pechera, tirando con fuerza, acercándolo peligrosamente.

—La próxima vez que tengas curiosidad, ten la maldita voluntad de reprimirte. —Su voz era un gruñido contenido—. No tienes idea del alcance de las repercusiones si algo te pasa. Dijo presionando sus puños.

—¿Y qué se supone que significa eso? ¿Te da miedo?¿Morirás conmigo?

—Maldito mono inepto —murmuró Balbin con desprecio, sus ojos ardiendo de furia—. No tienes idea de nada. Señaló al hombre y resistió las ganas de golpearlo.

Agustín sonrió con ese toque insolente que lo caracterizaba.

—Te lo dije. Tus ataques de histeria son bastante agotadores. Explícate.

—¿No puedes dejar de hacer algo que siga empeorando todo?

—¿Y qué pretendes que haga? ¿Dejar mi vida, a mis hombres, mi ciudad... ? —La voz de Agustín subió un tono, sus palabras llenas de desafío

—No soy tu guardaespaldas. No tengo tiempo para estás cosas, Mi misión no es protegerte. Estoy aquí por otro motivo, ¿recuerdas?

Agustín Se ríe amargamente, pero la amargura no esconde la herida emocional.

— ¿Otro motivo? Sí, lo sé, absorber mi magna, ¿no? Pero parece que eso ya no es lo único que nos une, ¿o me equivoco?

Balvin le mira de reojo, intentando no ceder a la verdad que Agustín ha insinuado. 

—No te equivoques. Esto es solo una... complicación temporal.

Agustín se acerca aún más, casi desafiándolo.—¿Temporal? Entonces, ¿por qué no lo resuelves? ¿Por qué seguimos aquí, juntos, en esta locura?

Balvin con su rostro endurecido, pero su voz traiciona una pizca de vulnerabilidad. — Porque no tengo otra opción. ¡No elegí esto!

Agustín le observa con una mezcla de incredulidad y enojo, pero también algo más profundo, casi imperceptible. —No, Balvin. Tú nunca eliges nada, ¿verdad? ¡Solo te escondes detrás de lo que otros deciden por ti!

 

¡Paf!

El golpe resonó en la habitación. No era la primera vez que Agustín recibía un puñetazo de Balbin, pero sí el más fuerte. El sabor metálico de la sangre invadió su boca, y una gota resbaló por su labio partido. Balbin, por un instante, titubeó, arrepentido. Pero entonces recordó esas palabras, y cualquier atisbo de culpa se desvaneció.

—¿solo tus problemas son importantes? Preguntó Agustin.

Balbin abrió la boca, buscando las palabras correctas. Cuando finalmente habló, su voz fue segura, inquebrantable.

—Soy el único que puede liberarnos. Así que sí, de momento, los únicos problemas que importan son los míos.

Agustín lo miró con una mezcla de desafío y comprensión. —Hablas como si todo lo que haces… fuera por los dos.

Las palabras evidentemente fastidiaban al incubo, más de lo que quiere admitir. La mirada de Bal se oscurece mientras se gira para evitar que Agustín vea su confusión

 —Es mejor que te centres en lo importante. Lo demás no tiene sentido.

Agustin dejó salir una amarga sonrisa. —¿No tiene sentido? Entonces, ¿qué es esto? ¿Por qué estás tan afectado? 

Balvin frunció el ceño, su voz temblando de ira y algo más profundo que no puede controlar. —¡No lo sé! Y eso me está volviendo loco, ¿de acuerdo?

—Estás aterrado de lo sientes. Dijo agarrando la muñeca de Bal.

Ante las palabras, el corazón y la mente de Balbin tardaron en reaccionar. No entendía por qué le dolía tanto ni por qué la rabia lo consumía, pero algo en él no podía soportar que Agustín no comprendiera que romper el vínculo era lo más importante. Sin embargo, en el fondo, sabía que todo había sido así desde el principio.

—El único miedo que tengo es hacia mí mismo —confesó Balbin, soltandose del agarré con brusquedad—, porque no sé cuánto más resistiré antes de asesinarte... antes de siquiera romper este vínculo.

Agustín se mantuvo firme, aunque una sonrisa ladeada se formó en sus labios. Miró hacia arriba y apretó la mandíbula, el ambiente, casi sofocante, se cargó con una energía fuerte e inesperada.

—Odiaría tener que volver a esa oscura habitación... me consume de soledad, pero puedo soportarlo. Lo que realmente no soporto es no tener el control. —La voz de Agustín era una mezcla de frialdad y determinación, lo miró —. Y si no puedo controlar esto, haré lo que quiera… y cuando pierda la paciencia, destruirte será mi primera opción ¿No te lo he advertido?

Agustín se acercó, sus labios a centímetros de los de Balbin, quien tragó en seco, atrapado entre el pánico y el deseo. Pero antes de que ocurriera algo más, Agustín se alejó, dejando al Incubus aturdido. Con indiferencia, comenzó a quitarse el vendaje y se dirigió a la ducha. Sin antes mirar de reojo al incubus.

Balbin observó cómo sus propios dedos temblaban de frustración. Apretó los puños con fuerza, odiando la sensación de inferioridad que lo invadía cada vez que estaba cerca de Agustín. Sin decir nada más, salió de la suite.

Al pasar junto a Siwel, que se había mantenido detrás de la entrada, en silencio todo el tiempo, intercambiaron una breve mirada. Siwel vio a su amigo furioso subir las escaleras, cada paso resonando con la misma intensidad que su enojo contenido.

En la terraza, Balbin suspiró una vez más, alzando la vista hacia el cielo oscuro. La reciente discusión había dejado al descubierto pensamientos que nunca habría admitido. Las repercusiones de esos mismos pensamientos pesaban más en su mente que todas las leyes que ya había quebrado y las que estaba a punto de violar.

—Baal... —llamó Siwel suavemente, acercándose con pasos cautelosos.

Balbin no apartó la mirada del horizonte mientras hablaba, su voz rota por una mezcla de desesperanza y resignación.

—Sigo diciéndome que puedo hacer algo al respecto... —Una lágrima resbaló por su mejilla, acompañada de una sonrisa amplia pero tan miserable que dolía verla—. Que puedo con esto… Pero cada vez que lo miro, solo veo mi propia destrucción.

Siwel se acercó más, observándolo con el corazón oprimido. Ver a Balbin así le rompía el alma, pero sabía que cualquier palabra sería inútil. Si Balbin no podía calmarse por sí mismo, nadie más podría hacerlo.

—Él va a destruirme por completo, lo sé… —susurró Balbin, su voz apenas audible.

Llorar de esa manera, con el caparazón intacto, era una experiencia nueva y amarga. Siwel no respondió. En lugar de eso, tomó la mano de su amigo y le transfirió las reservas de magna que habían recolectado. Durante un momento, se miraron en silencio, entendiendo lo que estaba por venir.

El pelirrojo asintió, sus ojos llenos de determinación. No era tiempo de lamentarse. El viaje al Infierno era su última y única esperanza.

 

Infierno.

—¡Aahh!

—¡Debes retirarla antes de que se adhiera! —gritó Siwel, con el pánico evidente en su voz.

Las ráfagas de viento levantaban la arenilla blanca, que giraba caóticamente a su alrededor. El cielo, resplandeciente en un blanco cegador, resultaba a la vez hipnótico y amenazante. Siwel se aferraba con fuerza a los brazos de Balbin, mientras Agustín sujetaba su pierna y, con la otra mano, intentaba extraer la garra que se había clavado profundamente en el gemelo del Incubo.

—¡Aahgr! —gritó Balbin, retorciéndose de dolor mientras intentaba liberarse.

—¡No te muevas! —Siwel apretó el agarre con fuerza, manteniéndolo inmóvil.

—Esta cosa se está... —gruñó Agustín asombrado al ver cómo la garra se hundía aún más en la carne de Balbin, como si tuviera vida propia.

—¡Quítasela ya! —gritó Siwel, desesperado, viendo cómo la situación se deterioraba rápidamente.

El silencio cayó de golpe sobre el desierto blanco, interrumpido solo por el susurro distante del viento y el agua. Las ráfagas se disiparon, dejando un vacío inquietante.

—¿Qué... qué hiciste? —preguntó Siwel, con el rostro pálido y la voz temblorosa.

Agustín, atónito, miró sus manos ensangrentadas. El grito de Balbin había cesado. De hecho, no se escuchaba nada. Solo el silencio absoluto.

1
Mili Linue
estoy asustada.
quiero ver a Balbín admitir que le gusta Agustin
Mili Linue
jjajaj perdón pero ahora veo a este William con orejas de gato jajajajaja miam miam
...necesito terapia.
Mili Linue
deja a mi esposo fuera de tus cochinos pensamientos/Silent/ celosa
Mili Linue
si ya esta perdído
Mili Linue
jajajjaaj hijo de la constitución
Mili Linue
Mi esposo llegó
Mili Linue
muestrale quién manda /Smirk//Applaud/
Mili Linue
yo entendí esa referencia
Mili Linue
/Scare/ díablos señorito!
Mili Linue
/Brokenheart//Brokenheart//Brokenheart//Whimper//Frown/
Mili Linue
DALE CON LA SILLAAAA /Angry/
Mili Linue
bo ves que apenas camina¡!!! /Sob//Sob//Sweat/
Mili Linue
/Puke//Puke//Puke/
Mili Linue
/Speechless//Speechless//Speechless/ y a este que le pasa
Mili Linue
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhh!
me embaracé. Siwel cásate conmigo¡!
Mili Linue
/Skull/
Mili Linue
stoy confundida con el tiempo
Mili Linue
siiiiii seré discreta /Shhh/
Mili Linue
no me asustes!
Mili Linue
no estés triste ya no stas solito
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