Diana es una mujer que llegó a la gran ciudad cuando apenas era una adolescente, tuvo que trabajar en diversos oficios, hasta que conoció a Lucas, el hombre que la llevaría a conocer el mundo de las Damas de compañía...
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Es tu papá.
Diana.
Mi pequeño vuelve a la sala donde aún estamos Teodoro y yo, puedo ver en sus ojitos la alegría porque Teodoro cumplió su palabra de esperarlo.
- Mami, ¿te vas a casar con el señor Gigante? Él es mi amigo, me gusta como papá. - la emoción en sus ojos no tiene precio - Mis amigos del cole van a flipear, sus padres no son tan altos.
- Mi bebé, el señor Gigante y yo tenemos algo importante que decirte. - Lo veo prestarme atención. Me estoy muriendo de nervios - Ven, siéntate aquí. - le señalo junto a mí, muy obediente se sienta. - Mi amor, el señor Gigante es realmente tu papá... - no me deja terminar porque grita de emoción.
- ¡IEEE! - hace un gesto de empuñadura que hacen las personas cuando ganan algo. - SI, SI, MI PAPÁ ES UN GIGANTE... - salta mientras corre alrededor nuestro, se detiene y me mira con sus ojos muy abiertos, lo siguiente que me dice no lo supero - Mami, eso quiere decir... - abre su boquita con asombro - ¿yo también soy un gigante?
La carcajada de Teodoro no se hace esperar, yo trato de mantenerme seria.
- Por supuesto, por eso siempre me siento protegida a tu lado.
- Eres un hombrecillo valiente, has cuidado bien de mami, ahora yo os cuidaré de ustedes.
Estaba preocupada por la reacción de Luciano, pero veo que se lo ha tomado mejor de lo que esperaba. Sus ocurrencias nos han hecho reír, mi bebé tiene futuro en la dramaturgia o el cine.
- Os invito a comer fuera, me gustaría pasar el día con usted.
- Di que sí, si que sí, por favor mami. - junto sus manitas en forma de ruego, haciendo que me quede desarmada.
- Está bien, pero nada de lugares ostentosos. - miro a Teodoro quien está con una sonrisa, que ni te cuento. - Puedes darte una ducha en el baño de la habitación de Luciano, te traeré ropa, - me mira con el ceño fruncido - tengo una tienda de ropa, así que una de las bodegas está aquí. - su expresión se relaja y solo asiente.
Le busco un cambio de ropa, lo bueno es que también tengo zapatos, siempre traté de comprar tallas grandes pues pensaba en que hay hombres tan altos como Teodoro. Salgo de la habitación que uso como bodega, para llegar de nuevo a la sala, le indico que me siga y lo llevo a la habitación de Luciano, le muestro dónde queda el baño. Antes de ingresar, se detiene a mi lado y me atrapa entre sus fuertes brazos, nuestras bocas están muy cerca.
- No sabes como deseo besarte ahora mismo.
Yo también quisiera que me besara, que me haga suya.
- Teodoro por favor, Luciano puede entrar y vernos. - le digo nerviosa por su cercanía.
- Nada malo pensará, es algo normal entre padres. - me dice mientras roza su nariz con la mía.
- Recuerda que hasta ahora está conociéndote.
- Mamá y papá se van a besar como los papás de la tele. - la voz de mi bebé nos saca del letargo y volteamos a mirar donde está. - Anda, besaros que yo os espero en la sala, si poderos darme un hermanito, eso estaría guay.
Quiero morir de la vergüenza, no sé de dónde saca tantas cosas mi bebé. Creo que evitaré que vea tanta tele.
Miro a Teodoro que me ve con una sonrisa perversa, aún no me suelta, seguimos abrazados como antes.
- Voy a ayudarlo a cambiar. - me suelto de sus brazos y salgo casi corriendo del lugar.
Estar junto a este par de hombres me va a sacar canas pronto.
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Teodoro.
Mi hijo es todo un estuche de monerías, mira que decir que quiere un hermanito. Su madre huyó colorada como un tomate, no siempre podrá huir de mí, ya me las pagará cuando la tenga desnuda debajo de mí, le voy a enseñar que no debe estar ocultando cosas importantes.
Me meto al baño y me doy una ducha, ya limpio, salgo para colocarme la ropa que Diana me trajo. Debo reconocer que tiene buen gusto. Sabe que amo los colores oscuros y neutros. Me ha traído unos pantalones de vestir con una camisa color gris. Me veo, se puede decir que casual, sin perder la elegancia.
Bajo a la sala, donde me esperan mi mujer y mi hijo, este último tiene una sonrisa de felicidad que me hace comprender de que yo no tenía nada, ni era nada sin ellos dos.
Coño, que gilipollas he sido.
- ¿Listos para irnos? - les pregunto.
Ambos asienten.
Mi hijo me toma la mano para salir de la casa. Diana nos encamina a la.van blanca que está en el aparcamiento. Admiro cada cosa que descubro de Diana como madre, ¿cómo os digo?, se ha adaptado a su rol de mamá, pensando en nuestro hijo tiene un coche que cumple con los estándares de seguridad para niños. Levanto a Luciano del suelo y lo acomodo a su silla para niños, abrocho su cinturón y cierro la puerta. Diana me lanza las llaves, así que las tomo. Le abro la puerta del copiloto. rodeo el coche y me subo al puesto del piloto. Enciendo el sistema de navegación, le pido la dirección de la escuela de nuestro hijo, me dice que está registrada en el gps.
Media hora después aparcamos en la entrada de la escuela, le abro la puerta a Diana, después abro la puerta de los asientos traseros. Quito en el cinturón de seguridad y tomo a Luciano en brazos para colocarlo de nuevo en el suelo.
- Llevarme a donde mi profesora. - me dice. - Quiero que mis amigos vean lo guay que es mi papá. - su emoción es lo mejor que hay.
Diana lo toma por una mano y yo por la otra. Las miradas se posan en nosotros, mi hijo va con una sonrisa de oreja a oreja.
- Buenos días, - saluda la que supongo es la profesora - hola pequeñín, ¿quién es el caballero que te acompaña hoy? - su sonrisa es genuina.
- Es mi papá, se llama... - Lo veo titubear.
- Mucho gusto, soy Teodoro Montes, el padre de este jovencito y prometido de Diana.
- Me alegra que por fin haya vuelto de su viaje, para poder estar con su familia.
Diana está callada, solo observa y oye nuestra interacción.
- ¿Usted no es el dueño de M&H Mercantil? - pregunta una mujer que tiene a una niña de la mano.
- Sí, ese soy yo. - respondo.
- Pero usted está casado con Constanza Juro, la antigua CEO de Juro y Asociados, eso vi en las revistas. - puedo percibir la malicia en sus palabras.
Veo a mi rubia bajar la cabeza, cosa que no me gusta, porque esta tía está siendo una ponzoña.
- Pues que mal informados están los medios, porque la señorita Juro y yo, estamos divorciados y hace más de un año separados, miento un poco.Nadie humillará a mi mujer ni a mi hijo.