Logan es un joven empresario destinado a heredar la dirección de la empresa familiar, pero hay una condición: debe estar casado. Seguro de cumplir el requisito, anuncia a su padre que pronto presentará a Irina, su novia, y le pedirá matrimonio durante el cumpleaños de su madre. Sin embargo, su mundo se desmorona cuando descubre que Irina lo engaña con su mejor amigo. Herido y lleno de rabia, un accidente de auto lo lleva al hospital, donde su vida toma un giro inesperado.
Cuando su padre le exige respuestas sobre su supuesta novia, Logan improvisa desesperadamente y señala a Emma, una joven y amable enfermera, como su prometida. Ahora, debe convencerla de participar en su farsa para salvar su futuro profesional.
Lo que comienza como un acuerdo temporal pone a prueba los corazones de ambos. ¿Podrán mantener la mentira sin caer en el juego de las emociones? Entre secretos, atracción y el riesgo de perderlo todo, Logan descubrirá si es posible volver a creer en el amor.
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Una nueva confrontación
Ese día Emma salió a cubrir su turno de setenta y dos horas en la clínica. Había tenido la suerte de que una compañera necesitara ser cubierta por veinticuatro horas y ella al oírlo se ofreció, ya que prefería estar trabajando que en la mansión de los Reese.
Por su parte Logan daba los primeros pasos hacia su recuperación física. Ese mismo día, un fisioterapeuta enviado por su médico llegó para iniciar las sesiones de rehabilitación. Aunque el ejercicio era agotador, Logan lo afrontó con determinación, deseando recuperar su independencia lo antes posible.
Por la tarde, Ethan, su mejor amigo, apareció por la mansión como solía hacerlo cuando su apretada agenda lo permitía. Encontró a Logan en el gimnasio, secándose el sudor tras una intensa sesión de ejercicio.
—¿Así que pronto dejarás la silla? —preguntó Ethan con una sonrisa, extendiéndole una botella de agua.
—Eso parece —respondó Logan, aceptándola. Su tono era neutral, pero un ligero brillo de esperanza se asomaba en sus ojos—. El fisioterapeuta dice que voy bien.
Ethan asintió, observando a su amigo con detenimiento. Había algo diferente en Logan, pero no estaba seguro de qué era. Tras unos momentos de silencio, decidió ir al grano.
—¿Y Emma?
Logan, sin pensarlo demasiado, respondió con un tono indiferente...
—Está de guardia en la clínica. Turno de setenta y dos horas— dijo.
Ethan levantó una ceja, detectando algo en el tono de Logan que le llamó la atención.
—¿Te molesta que trabaje tanto? —preguntó con cautela, aunque directo.
Logan lo miró sorprendido.
—No, claro que no —respondó rápidamente, aunque su expresión sugería otra cosa—. Es su vida, después de todo. Y cuando esto termine, lo seguirá siendo.
Ethan lo observó unos segundos más, como si intentara leer algo más allá de las palabras de su amigo, pero decidió no insistir. Cambió el tema hacia los proyectos de la empresa, poniéndose al día antes de despedirse.
Esa noche, Logan regresó a su habitación agotado. Después de una larga ducha, se recostó en la cama, dejando que el cansancio lo venciera. Sin embargo, algo en el ambiente le resultó extraño. La habitación se sentía demasiado silenciosa, demasiado vacía. Cerró los ojos, tratando de ignorar la sensación, y pronto se quedó dormido.
Dos días después, Logan despertó solo en la habitación. Sabía que seguramente Emma ya habría terminado su turno y en poco tiempo regresaría. Así que con cuidado y mucha paciencia se apoyó en la cama y se puso de pie, sonrió al darse cuenta de que tal como el fisioterapeuta había dicho las sesiones estaban dando muy buenos resultados. Luego se sentó en su silla, se dio una ducha y se alistó para bajar a desayunar con la familia.
Mientras tanto, Emma finalizaba su extenuante guardia en la clínica. Aunque el cansancio era evidente en su rostro, también sentía cierta satisfacción por haber completado con éxito las largas horas de trabajo. Antes de dirigirse a su casa para descansar un poco, envió un mensaje a Logan:
“Llegaré a la mansión por la tarde, voy a mi casa a dormir ”
La respuesta seca y escueta llegó casi al instante.
“Ok.”
Emma frunció el ceño al leerlo, pero no esperaba otra cosa. Guardó el teléfono y tomó el camino hacia su hogar, donde unas horas de sueño la esperaban antes de volver al peculiar ambiente de la mansión Reese.
Por su parte, Logan se reunió con la familia para desayunar. Susan, siempre eficiente, había preparado una mesa impecable con jugos, café y una variedad de panes y frutas. William, con su habitual porte imponente, observaba a su hijo con atención mientras tomaba un sorbo de café.
—Buenos días, Logan —dijo con tono medido.
—Buenos días, papá —respondó Logan sin mucho ánimo, concentrándose en su taza de café.
El desayuno transcurría en relativo silencio hasta que William decidió romper la tensión con una pregunta aparentemente casual:
—¿Dónde está Emma?
Logan levantó la vista, notando el matiz inquisitivo en la voz de su padre.
—Está en su casa, descansando. Tuvo una guardia de setenta y dos horas.
William dejó la taza sobre el plato con un gesto deliberado, su expresión endureciéndose.
—¿No debería estar aquí, contigo? Al fin y al cabo, es tu prometida.
Logan apretó la mandíbula, sintiendo la presión que siempre acompañaba las palabras de su padre.
—Papá, Emma tiene derecho a descansar donde quiera. No es prisionera de esta casa. Es más, ella aún no es mi esposa...
William entrecerró los ojos, inclinándose ligeramente hacia adelante.
—Hablando de eso, ¿cuándo piensas comenzar con los preparativos para la boda? Dijiste que estaría todo listo antes de fin de año, y estamos avanzando rápido hacia la fecha límite.
El comentario cayó como una piedra en el ambiente. Logan respiró hondo antes de responder, tratando de mantener la calma.
—Todavía tenemos tiempo. No hay prisa.
William soltó una risa sarcástica.
—¿Tiempo? Las bodas no se organizan solas, Logan. Y sinceramente, aún no veo ninguna señal de que esta relación sea algo más que un simple juego.
Logan dejó la taza sobre la mesa con un golpe seco, su paciencia agotándose.
—Esto no es un juego, papá. Emma y yo sabemos lo que estamos haciendo.
William alzó una ceja, evidentemente incrédulo.
—¿De verdad? Porque, desde mi punto de vista, parece que ninguno de los dos está realmente comprometido.
Logan se inclinó hacia adelante, sosteniendo la mirada de su padre.
—Basta, papá. Esto no es asunto tuyo. Y si tienes algún problema con cómo llevo mi vida, te sugiero que te lo guardes.
El silencio que siguió fue tenso. William finalmente se recostó en su silla, observando a su hijo con una expresión calculadora.
—Espero que sepas lo que haces, Logan. Porque si no, las consecuencias podrían ser desastrosas.
Logan se levantó de la mesa sin responder, dirigiéndose hacia su habitación. A su paso, Susan lo observó con preocupación, pero no dijo nada. Cuando finalmente estuvo solo, respiró hondo, intentando calmar la frustración que hervía dentro de su interior. La conversación con su padre siempre dejaba un sabor amargo, una mezcla de presión y expectativas imposibles de cumplir.
Mientras tanto, Emma se despertaba tras un par de horas de sueño, lista para regresar a la mansión ignorando lo que allí acababa de ocurrir.
Maldito logan espero que te quedes solo.
Emma aguanta que más da ya no intentes entenderlo porque te trata peor que zapato viejo.