No Hay Lugar Para El Arrepentimiento

Dafne regresó a casa y suspiro, Das estuvo llorando hasta quedar dormido por agotamiento. Cuando ella se bajó del auto, lo primero que vio fue a Samael quien fumaba un cigarrillo apoyado en la puerta; Ella lo miró y siguió su camino esperando que él la ignorara, pero él la agarró del brazo y la retuvo.

-¿Estabas con Das?

Dafne lo miró con indiferencia mientras asentía.

-¿Está bien?

Ella se sintió irritada y soltó su brazo con fuerza mientras lo miraba despectivamente.

-¿Si quieres saber como está, no es mejor que vayas y veas por ti mismo? ¿o es que finalmente estás mostrando que tienes conciencia?

Samael tiró el cigarrillo y lo pisó, luego caminó hacia ella y tomó su barbilla mientras ella lo miraba directamente sin titubear. Él entrecerró los ojos como si intentara descifrar sus pensamientos y ella apartó su mano con un golpe, Samael suspiró y caminó hacia el auto que lo estaba esperando.

-Dormiré en tú habitación mientras Das está en el hospital, si quieres puedes volverte a drogar.

La piel de Dafne se erizó y sintió un frío que le recorrió el cuerpo seguido de unas náuseas que la hicieron correr rápidamente hasta su habitación mientras su cuerpo temblaba. Ella se apoyó en la puerta mientras intentaba regular su agitada respiración mientras se iba formando una laguna en sus ojos, quería desafiar a Samael, quería hacerlo sentir inferior por lo menos por unos minutos, pero él claramente lo había notado y lo había revertido en cuestión de segundos.

Cuando llegó la noche Dafne tomó la pastilla y se envolvió en las sábanas, Samael entró en la habitación y la encontró profundamente dormida, él se sentó a su lado y acarició su rostro. Él la observaba fijamente mientras sus dedos bailaban en su piel, su rostro se veía calmado y atractivo, su piel era casi tan suave como el algodón y su aroma tan dulce como la miel, él se sintió embriagado por las emociones de volver a sostener a su esposa, que incluso le pareció algo insignificante el hecho de que ella estuviera inconsciente.

-Eres hermosa, Dafne.

Samael susurró palabras dulces mientras entraba en éxtasis al poder saborear aquel fruto que estaba al  alcance de su mano pero que le había sido prohibido. Samael acarició la espalda desnuda de Dafne y besó cada marca que le había dejado la última vez, luego se puso de pie y se aseguró de limpiar cada parte del cuerpo de su esposa.

-Descansa, amor mío.

Samael salió de la habitación y luego entró en la habitación de Das, estaba ansioso por verlo, el aroma del perfume de Das aún permanecía en el ambiente, eso lo hizo sentir nostalgia por su amante,  pero estaba seguro que Das necesitaba tiempo para poder perdonarlo y volver a ser como era antes.

Dafne despertó al sentir la luz del sol que llegaba a su rostro, ella tardó en reaccionar, su mente se sentía nublada y su cuerpo sin fuerzas; después de unos minutos ella se sentó e inspeccionó su cuerpo y para su sorpresa no había señales de nada. Al no haber rastros de que algo hubiera pasado entre ella y Samael se sintió aliviada, pero su alivio fue efímero al sentir un dolor punzante en su cadera, ella quiso llorar pero en comparación a la última vez, esto definitivamente era algo que ella podía soportar.

Los días continuaron y las visitas nocturnas de Samael también, Dafne parecía ignorar los dolores lumbares con los que despertaba, ella se auto convencía de ser solo la causa de una mala postura al dormir, sin embargo había adquirido actitudes de las cuales no era consciente. Clair se preocupó por ella, pero no tenía la forma de ayudarla, así que solo la acompañó en los días en que lloraba sin razón aparente  mientras temblaba y rechazaba cualquier contacto físico de quienes intentaban calmarla; Las visitas al hospital se redujeron drásticamente, cada vez que Dafne salía apretaba con fuerza el brazo de Clair mientras se sentía observada por todos, hasta el punto de salir ocultando su rostro con lentes de sol y cubrebocas.

Das fue dado de alta y su aspecto había mejorado, Samael lo abrazó y al entrar en el auto lo llenó de besos; joven sonrió al sentir cosquillas por el toque delicado de su amado. Al llegar a casa Das fue el único que bajó del auto, Samael se marchó y los empleados se apresuraron en guiar a Das hasta el interior de la casa, pero él se negó y caminó el jardín en busca de Dafne.

Dafne estaba acostada en el invernadero, Das la miró y sonrió; Ella estaba abrazando sus rodillas y su respiración era lenta, él se sentó a su lado y vigiló su sueño con paciencia. El tiempo avanzó y Das tembló por el viento frío, Dafne se retorció en su lugar mientras gimoteaba, él la miró intrigado y notó su expresión de dolor mientras rodaban sus lágrimas por su rostro.

-Dafne ¿Estás bien?.

Das zarandeó a Dafne para hacerla despertar pero ella seguía sumida en su sueño mientras se seguía quejando.

-¡Despierta!

-¡Ah, no, no,!

Dafne despertó y Das la intentó abrazar pero ella lo  empujó con horror mientras se aferraba a su ropa como si alguien la hubiese intentado despojar de ella.

-¡Aléjate, no te acerques!

-Soy Das, mírame. No te haré daño.

Dafne miró a Das con su visión borrosa por la cantidad de lágrimas acumuladas en sus ojos, él se acercó lentamente a ella y le extendió su mano con cuidado.

-Yo no voy a lastimarte.

Dafne fue bajando la guardia y él la tomó en sus brazos, ella se aferró a él y lloró con amargura. Clair entró en el invernadero y quedó asombrada al ver la situación, Dafne no solo se había dejado tocar por Das, sino que también parecía aliviada de estar con él por la manera en que se refugiaba en su abrazo. Clair salió del invernadero en silencio y deseó con fuerza que el corazón de su jefa se aliviara después de ser reconfortada por aquel dulce joven.