El mejor amigo y líder de la banda a la que pertenece tu hermano, ¡te besa!
¿Está bien romper los lazos de amistad por la pasión?
Areum siempre tuvo una relación envidiable con su hermano que ahora corre peligro por la lujuria y la pasión.
Acompáñame en esta historia donde la amistad, la familia y el amor están en juego.
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Capítulo 21
En medio de la noche, él empieza a acariciar mi espalda, y es cuando me doy cuenta de que sigue despierto.
—¿Aun tienes la pulsera que te regalé? — pregunta Chris rompiendo con el silencio.
Extiendo la mano, mostrandole la muñeca que tiene la pulsera y la sacudo con alegría.
Puedo escuchar su risa.
Es en ese momento donde caigo en cuenta de que yo no le he dado nada, y quisiera que tuviera algo que le recordara a mi.
—Siempre debes tenerla puesta — toma mi mano y la besa.
Yo no me puedo sentir más plena y feliz. El simple hecho de estar entre sus brazos me hace sentir paz.
Tenemos un intercambio trivial de acontecimientos, por no decir chismes, de personas cercanas y reímos un rato.
La conversación toma un giro inesperado cuando Chris menciona a mi madre. Siento un nudo en la garganta, y mi cuerpo se tensa de inmediato.
No quiero hablar de eso, pero ya es demasiado tarde; él espera una respuesta, y sus ojos me instan a abrirme.
Trago saliva, buscando las palabras adecuadas, pero lo único que consigo es un susurro ahogado.
—Ella... ya no es la misma, Chris.
Él no interrumpe, simplemente asiente, dándome el espacio que necesito. Mi voz tiembla, pero sigo adelante.
—A veces no me reconoce. Me mira con esos ojos vacíos, como si fuera una extraña en su vida. —Mi garganta se cierra un poco más, pero el calor en la mirada de Chris me impulsa a continuar—. Antes... antes era fuerte, alegre, llena de energía. Pero ahora... ahora se pierde en cosas simples, olvida conversaciones, y... yo no sé cómo ayudarla.
—Debe ser muy difícil para ti, Areum —dice él suavemente, y sus palabras, aunque simples, son como un bálsamo para mis heridas.
Siento el ardor en mis ojos y bajo la mirada para evitar las lágrimas. Me doy cuenta de que mis manos están apretadas, pero cuando Chris las cubre con las suyas, algo dentro de mí se relaja.
—No es solo eso. —Mi voz se quiebra, y sé que estoy a punto de abrir una puerta que siempre he mantenido cerrada—. Mi padre... él nunca fue un hombre fácil.
Chris me observa en silencio, pero puedo ver que está completamente presente, que cada palabra que digo importa.
—Era un hombre frío. Duro. Siempre esperando que todo se hiciera a su manera. Pero cuando no era así... —Me detengo, respirando hondo antes de continuar—. Gritaba. Por todo. Por cualquier cosa.
—¿Te gritaba a ti? —pregunta Chris, su tono cuidadoso, como si temiera mi respuesta.
—A mí, y a mi mamá. Pero con mi madre era peor. Ella intentaba calmarlo, pero nunca funcionaba.
—Los recuerdos llegan como una tormenta.
Miro a Chris, necesitando que entienda, que vea lo que fue mi realidad—. Una vez... una vez, llegó tan enojado porque la comida no estaba lista. Mi madre trató de explicarle que había tenido un mal día, que estaba cansada, pero él no quiso escuchar. Gritó tan fuerte que pensé que las paredes se iban a caer.
Me detengo, respirando entrecortadamente. Chris no aparta la mirada de mí.
—¿Y tú? ¿Dónde estabas? —pregunta, su voz apenas un susurro.
—En mi habitación. —La respuesta sale casi automática—. Siempre me escondía cuando empezaban los gritos. Agarraba mis rodillas, cerraba los ojos y esperaba que terminara. A veces funcionaba, pero otras... —Mi voz se apaga.
Chris aprieta mis manos un poco más fuerte.
—No tienes que cargar con esto sola, Areum. Si necesitas hablar con Jeongin o buscar ayuda, estoy aquí para ti.
Niego con la cabeza, apartando la mirada.
Contarle esto a alguien es un gran avance.
Siempre mi padre me sentir invalidada, que aunque le contase mis problemas a otras personas, a ellos no les interesaría, y crecí guardándome todo, sin molestar a nadie.
—No quiero que Jeongin se preocupe. Él ya tiene suficiente. Además... esto pasará. Siempre pasa.
Mis propias palabras me suenan huecas, como si no pudiera creerlas. Chris me observa, pero no insiste. Su silencio no es de juicio, sino de comprensión.
Me deja espacio, aunque sé que su apoyo está ahí, constante y sólido como un ancla.
—Areum, no importa cuánto creas que puedes manejar sola, no tienes que hacerlo. No estás sola.
Sus palabras resuenan en mi mente incluso cuando el silencio regresa entre nosotros. Por un momento, siento que tal vez tiene razón. Tal vez, solo esta vez, podría soltar un poco de este peso.
Esa noche, antes de irse a su habitación, Chris me abraza con fuerza.
—Si necesitas algo, estoy al otro lado del pasillo —dice con una sonrisa torcida.
Me invita a su cuarto, pero me niego, recordando el escándalo que causó la última vez.
A la mañana siguiente, el aroma del desayuno recién hecho llena la casa.
Bajo las escaleras y encuentro a Chris en la cocina, vistiendo un delantal que le da un aire hogareño. Ha preparado una mesa digna de revista y hasta ha arreglado la casa.
Cuando me dice que ha sacado a pasear a mi madre temprano esa mañana, siento una mezcla de gratitud y admiración.
—Voy a quedarme contigo para cuidar de tu mamá —anuncia a los chicos más tarde—. Ustedes necesitan descansar.
Incluso Moobin, que suele ser reacio a aceptar ayuda, asiente agradecido.
El silencio reina en casa cuando los chicos y Moobin se van, dejando un vacío extraño pero también un alivio.
Ahora somos solo Chris, mamá y yo. Lo miro mientras cierra la puerta tras ellos. Chris ya está acomodándose, como si supiera exactamente qué hacer.
—Areum, tú descansa un momento. Yo me encargo de mamá.
Lo observo sin decir nada. Su voz es firme pero suave, y hay algo en su presencia que me tranquiliza, como un faro en medio de una tormenta.
Mamá está en la sala, mirándonos con una mezcla de confusión y curiosidad.
—¡Chris! —dice de pronto con una sonrisa amplia—. ¿Tú también vas a cantar hoy?
Chris se acerca a ella con una sonrisa que me derrite, esa que es puro sol.
—Hoy no, señora. Pero puedo preparar algo especial si usted quiere. ¿Qué le parece?
Ella asiente entusiasmada, como una niña pequeña. Me siento en el sillón y los observo interactuar. Chris no se limita a hablarle; se agacha a su nivel, mantiene contacto visual y se asegura de que cada palabra que dice la haga sentir segura y cómoda.
Hay algo casi sagrado en la manera en que se comporta con ella.
Después de un rato, me levanto para ayudar, pero Chris me detiene con un gesto de la mano.
—En serio, descansa un poco. Tengo todo bajo control.
Luego, mientras le sirve el té, ella derrama un poco sin querer, y yo me pongo en alerta para limpiar, pero Chris ya está en acción. No hay molestia en su rostro, solo paciencia.
—No se preocupe, señora. A todos nos pasa. ¿Sabe qué? Esto significa que tenemos suerte. Derramar algo trae buena suerte, ¿lo sabía?
Ella se ríe, y yo también, incapaz de contenerme. Chris es un experto en transformar pequeños accidentes en momentos de alegría.
Cuando llega la hora de almorzar, decide cocinar algo sencillo pero delicioso. Me involucra sin que me sienta presionada.
Él corta las verduras mientras yo vigilo la sartén, y juntos logramos un plato que arranca aplausos de mamá.
—Chris, ¡te voy a contratar como chef! —dice ella entre risas.
—Solo si Areum también es mi asistente —responde él, guiñándome un ojo.
La tarde avanza entre juegos de cartas que Chris inventa para entretener a mamá y pequeños momentos en los que me roba una sonrisa.
En un momento, mamá insiste en contar una de sus historias antiguas.
Chris la escucha con atención genuina, como si fuera la primera vez que oye cada palabra. A veces interviene con preguntas que la hacen reír y revivir momentos de su juventud.
Me conmueve ver cómo se esfuerza en hacerla sentir valorada.
Cuando mamá se cansa y decide descansar un rato, Chris me invita a sentarme con él en la cocina. Prepara café para los dos y me ofrece una taza.
—Gracias por confiar en mí hoy —dice simplemente.
Sus palabras son pocas, pero su mirada dice tanto que casi me deja sin aliento.
Este hombre, que puede comandar un escenario entero, se toma el tiempo para cuidarme a mí y a mi mamá como si fuera lo más importante del mundo.
Mientras bebemos el café, se le ocurre la idea de hacer un pequeño álbum de fotos con los recuerdos de mamá.
Abre un cajón y encuentra unas fotos antiguas que mi madre guarda. Las coloca en la mesa y me invita a clasificarlas. La actividad es nostálgica, pero llena de calidez.
Chris sugiere escribir pequeñas notas junto a cada foto, para que mamá pueda recordarlas con más facilidad. Su atención al detalle y su empatía no dejan de asombrarme.
Cuando los chicos regresan, la casa vuelve a llenarse de ruido y energía.
Felix, siempre atento, nota el cansancio en mi rostro y la calma en la de Chris.
—Creo que ustedes dos necesitan un descanso. Mañana se toman el día libre, ¿eh?
Intento protestar, pero las risas y los asentimientos de todos los chicos me ganan. Chris no dice nada, pero su pequeña sonrisa lo dice todo.
Más tarde, cuando todos están en sus habitaciones, reviso mi teléfono y encuentro un mensaje de él:
"Arregláte, hermosa. Mañana es solo nuestro. Ligerita, que el día promete."
Mi corazón late tan rápido que me cuesta concentrarme. Cierro los ojos y sonrío, anticipando lo que viene.
Este chico es un huracán de emociones, pero también mi refugio más seguro.
Mañana será inolvidable.
y si no es mucho pedir no tardes mucho en subir capítulos. Mira que no me gusta leer nivelas en emision porque me he quedado a medias ya que no las concluyen. Gracias de antemano y bendiciones.