Siempre he pensado que el hombre que nace malo, nunca en su vida vuelve a recuperar la bondad de su corazón, nadie se hace malo porque quiere, la vida, la sociedad y el mundo te obligan.
Pero que haces si a tu vida llega una persona que no te teme y que cambia el rumbo de tus pensamientos.
Soy Jarek y necesito una madre para mi hijo, no importa lo que tenga que hacer para conseguirla.
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Capítulo 20: Viaje Familiar
Días Después…
La mansión Ortega, por primera vez en mucho tiempo, parecía respirar paz.
Los pasillos que solían estar llenos de silencios tensos y discusiones apagadas ahora se llenaban con la risa de Jacob, que cada día mostraba una mejoría evidente.
Su piel tenía más color, sus ojos brillaban con ilusión, y lo más importante: había recuperado la sonrisa.
Jarek lo observaba con un orgullo silencioso.
Ver a su hijo aferrarse a la vida le devolvía fuerzas que creía perdidas.
Y ver a Victoria —esa mujer de curvas generosas y carácter dulce pero firme— despertar cada mañana a su lado, le hacía sentir que el destino le estaba dando una segunda oportunidad.
La abuela Alma, emocionada por el ambiente renovado, fue quien propuso una gran idea:
—Necesitamos un respiro. Jacob está mejor, ustedes están unidos, y yo creo que es momento de salir de estas paredes. Un viaje en familia, aunque sea por unos días.
Victoria dudó al principio, pensando en los riesgos, pero la sonrisa de su hijo fue la respuesta que necesitaba.
—¿Podemos ir, mamá? —preguntó Jacob con esa ilusión en la voz que partía corazones.
—Claro que sí, mi amor —respondió ella acariciándole el rostro—. Será nuestro primer viaje en familia.
Tanto Jacob como Paulina se emocionaron y empezaron a empacar las maletas para el viaje.
Dylan se encargó de organizar la logística, asegurando que el lugar estuviera custodiado y que nadie sospechara. Era como un hermano para Jarek, y sabía lo mucho que ese respiro significaba para todos.
El destino elegido fue una hermosa hacienda en las montañas, lejos de la ciudad y de las miradas enemigas.
Allí, entre árboles, ríos y animales, la familia encontró algo parecido a la libertad.
Jacob corría con cuidado por los jardines, mientras Jarek y Victoria lo seguían de cerca, disfrutando de verlo feliz.
Las noches eran otra historia: bajo la luz de la chimenea, Jarek abrazaba a Victoria, besándole el cuello con ternura y recordándole en susurros cuánto la amaba.
La pasión entre ellos seguía encendiéndose, pero ahora acompañada de complicidad y calma.
Sin embargo, mientras la familia encontraba paz, Dalila y Cinthya hervían de rabia.
Dalila, cada vez más impaciente, maldecía el silencio de Demetrio y odiaba no poder cruzar las puertas de la mansión. Su orgullo de madre herida la consumía, y estaba dispuesta a cualquier cosa con tal de recuperar el control.
Cinthya, por su parte, conseguía información a escondidas gracias a sus encantos.
Saber que Jarek y Victoria viajaban juntos, con Jacob, Paulina y la abuela, la llenó de celos que le quemaban el alma.
Para ella, ese viaje no era más que una oportunidad para atacar donde más doliera.
Lo que la familia no sabía era que, aunque habían encontrado un respiro, sus enemigos también estaban planeando el próximo movimiento.
Días después…
La casa de campo estaba llena de calma.
Jacob corría detrás de una cometa, mientras su risa iluminando el aire.
Victoria lo observaba con lágrimas contenidas, agradeciendo a la vida esa mejoría.
Jarek, con los brazos cruzados y una sonrisa orgullosa, se sentía pleno: por primera vez, tenía a su familia unida.
Paulina y la abuela tejían juntas mirando como Jacob mejoraba cada vez más, y Dylan los acompañaba sonriente.
Pero en la ciudad, la oscuridad se movía con sigilo.
Dalila caminaba de un lado a otro en su casa, los nervios carcomiéndole el alma.
Había intentado comunicarse sin éxito con Demetrio durante días, y su silencio se estaba volviendo insoportable.
Se sentía apartada, cegada, humillada.
Su hijo ya no la necesitaba en la mansión, la entrada a la que por muchos años fue su casa le estaba prohibida, y eso era más doloroso que cualquier herida.
Dalila golpeó la mesa con fuerza.
—Si Jarek cree que puede alejarme de Jacob y de Paulina, se equivoca. No pienso perder lo que me pertenece.
Cinthya, recostada en el sofá con su elegancia fría, observaba a Dalila con paciencia fingida.
—Tranquila, todo a su tiempo. Tengo a alguien dentro que me cuenta lo que necesito saber. Y te aseguro que ese viaje a la casa de campo… será la oportunidad perfecta para golpear a Jarek donde más le duele, su familia.
Dalila la miró con desconfianza, pero antes de poder responder, la puerta se abrió de golpe.
El sonido de unas botas pesadas retumbó en el piso.
Allí estaba él.
Demetrio había regresado.
Su presencia imponía respeto y miedo al mismo tiempo.
La mirada dura, la barba crecida, y un aire de peligro envolviéndolo. Había terminado el supuesto encargo de Jarek, pero no venía con buenas intenciones.
—¿Me extrañaron? —preguntó con una sonrisa irónica, mientras dejaba caer una bolsa llena de dinero sobre la mesa.
Dalila corrió hacia él, con una mezcla de alivio y desesperación.
—¿Dónde demonios estabas?, Demetrio. Ellos… ellos me están sacando de todo.
Demetrio la tomó del rostro con brusquedad.
—Basta de quejas. Ahora vamos a jugar en serio.
Cinthya se acercó, sus labios rojos curvándose en una sonrisa venenosa.
—Perfecto, llegaste en un buen momento, eres justo lo que necesitamos. Porque mientras ellos juegan a ser una familia feliz… nosotros vamos a prepararles el infierno.
En la hacienda, Victoria sintió un escalofrío sin motivo aparente.
Estaba en los brazos de Jarek, pero algo en su corazón le decía que la calma que tenian en ese momento no duraría por mucho tiempo.
La sombra de la traición había vuelto con Demetrio, y con él, se aproximaba una fuerte tormenta de la que la familia Ortega no podría escapar.