No Eres Mi Verdad

Estaba algo triste, pero nada haría que cambie de opinión, no podía dejar de pasar esta oportunidad. Conocía a la perfección esa voz, sacó de en medio de mucho papeleo la agenda y me la entregó en las manos, enseguida me apresuré en buscar el contacto que me interesaba, mientras Tobías disfrazado de médico ponía los chips a los celulares, cuando encontré lo que buscaba tome el celular y marque.

—Hola—una voz masculina me contestó del otro lado.

—Hola Ezequiel, soy Ariana.

— ¡Ariana!..., me alegra escucharte, en las noticias oí que te culpan de un asesinato, dime, ¿qué necesita?

— Necesito que me consigas una nueva identificación y un pasaporte para esta noche, es urgente.

— Está noche lo tendrás, no te preocupes.

— Déjalo en el hotel de siempre, mañana en tu cuenta estará el pago— dije y colgué la llamada.

Tome otro celular y marque nuevamente, me puse en contacto con un funcionario alto de la policía, y le pedí que haga desaparecer mi expediente, que elimine por completo mi caso y que no quede ningún rastro. Podía haber hecho esto desde un principio si lo deseaba, pero las confusiones sentimentales por las que me dejé manejar se aprovecharon de mi psiquis y no me dejaron ver las cosas con más claridad.

Durante todo el tiempo que trabaje en la constructora, conocí todo tipo de personas, gente con alto nivel jerárquico a quienes les hice más poderosos y a otros volví más ricos, de algo me tenían que servir después de haber hecho algo por ellos.

Tobías con mucha prudencia me observaba como manejaba las cosas, no le asustaba estar de mi lado, lo que le asustaba era ir en contra de mi voluntad, al saber cuanto poder manejaba en mis manos.

Termine con las llamadas, Tobías estaba agotado, había pasado trabajando las dos últimas noches sin parar, pero después de está, seguro que lograría tumbarse en su cama por mucho tiempo.

—Tobías, te voy a pedir un último favor—dije tomando un vaso de agua para calmar mis ansias. Él asintió con la cabeza.

— Esta noche me tengo que fugar de este lugar, afuera hay muchos policías que me están custodiando, necesito que me saques de aquí, y para ello necesitamos de un plan.

— El plan de seguro ya lo tienes en mente, solo dime que hay que hacer—con suma tranquilidad me dijo.

Le di rápidamente las instrucciones antes de que venga el médico verdadero o alguien más, capto todo lo que le dije y se marchó, sin levantar ninguna sospecha.

Elián metió su auto en el estacionamiento de su unidad de trabajo, saludo a sus colegas y fue directamente a la oficina de su jefe a interceptar por mí, no obstante su petición fue negada, salió furioso y se fue directamente a su oficina, intentaba concentrarse en un nuevo caso, cuando alguien empujó a su puerta y entró parándose en frente de él.

— Buenos días, Elián—tendio la mano para saludar Eduar.

—¡Eduar!, ¿a qué se debe tu visita?- amablemente le recibió el saludo.

—Escuché que Ariana está en el hospital, quiero me ayudes para poder verla por favor.

—Eso no es posible, Ariana no puede recibir visitas y mucho menos de ti, tú la acusaste, iríamos en contra de las reglas.

—Esa mujer destruyó mi vida...—levantó la voz.

—Entiendo a la perfección como te sientes.

—¡No!... no... lo entiendes, Ariana aún me vuelve loco, extraño su perfume en mi cama, tal vez este loco, pero amo a esa mujer y quiero verla, saber de ella—se sentó en una silla y empezó a llorar.

Elián entendía a la perfección lo que Eduar le decía, porque él se sentía de la misma manera, los dos estaban enloqueciendo por mi culpa.

—Ariana estará bien, cuando vuelva a su celda haré que puedas verla, por ahora no hay nada que se pueda hacer— bajo la mirada para explicarle a Eduar.

Como pude me levante de la cama, caminaba de un lugar a otro mis pies sentían el frío del cerámico del piso, acaricié mi abdomen plano. "Tendrás una mamá algo loca, pero que aprenderá a amarte", le dije al pequeño bebé que crecía en mi interior.

Miraba con atención lo que había a mi alrededor, una cama con sábanas blancas, una mesita de luz en la cual no guardaba nada, un pequeño sillón para la visita, estaba en el hospital Alemán, agradecía a Elián por haberme traído aquí, porque era un buen lugar, odiaría estar es un hospital público donde la atención daba lástima, detestaba los hospitales, porque siempre olían a tristeza y a medicina.

Sentía que la hora era interminable, quería salir de este lugar de una buena vez.

Tobías tenía mucho trabajo afuera y con muy poco tiempo, pero sabía que lo haría. Se contactó con el médico de guardia de la noche y lo amenazó para qué logré llevarme a hacer un estudio en un horario acordado, contrato a otros hombres más para llevar a cabo el plan.

Estaba a punto de desmayarme cuando vi quien entraba por esa puerta, jamás olvidaría ese asqueroso rostro, viaje a través del tiempo y reviví mi pasado, sentí como mi agitación me estaba obligando a salir de la cárcel en la que me encontraba, toque mi vientre para que me ayude a controlar todo lo que sentía, calme mis ansias para no abalanzarme hacia el y matarlo lentamente, respire profundo y actúe naturalmente, ya era la hora de salir de este lugar enfermizo.

—Buenas noches, es hora del estudio—me dijo acercando una silla de ruedas el hijo de puta del médico.

Me bajé de la cama y me senté en ella, me llevó al primer piso, los policías que me custodiaban venían tras de nosotros, cuando llegamos a la sala de resonancia, los policías se quedaron afuera.

Tobías me esperaba adentro, amarro al médico en un asiento y le tapo la boca.

Mientras afuera una paciente enloquecía y tiraba todo lo que encontraba a su alrededor, para distraer a los policías, yo tome un bisturí de una mesa y le clave en la yugular a ese médico sin compasión, no me lo perdonaría jamás si no lo hubiese hecho, veía como se desangraba, sonreí por un instante.

— ¿Pero qué haces?, eso no estaba en el plan— asombrado dijo Tobías.

— Saldando cuentas—le respondí.

Me cambié de ropa, me puse una cofia en la cabeza y un barbijo en la boca y Tobías me saco por una salida trasera, afuera una ambulancia nos esperaba.

Pero antes Tobías dio instrucciones a un residente que era nuevo, se hizo pasar una vez más por médico.

—Ella es la paciente Ariana, tiene el cuerpo muy débil, llévala al tercer piso es de la habitación cinco, afuera unos policías te acompañarán, porque es una sospechosa—ordenó.

— Está bien—respondió el residente y se llevó a la falsa Ariana en la silla de ruedas.

Cuando las cosas ya estaban calmadas los policías volvieron a custodiar las puertas, pero una enfermera les dijo que ya se habían llevado a la paciente a su habitación. Los policías fueron apresurados, cuando llegaron abrieron la puerta y la vieron recostada y durmiendo, volvieron a hacer la guardia.

Una felicidad recorría por todo mi cuerpo, una paz brotaba desde lo más profundo de mi ser, no fue mi intención matar a ese médico, pero si no lo hacía toda mi vida me arrepentiría, no era un médico cualquiera, ese infeliz era el hombre que me violo cuando aún era inocente y virgen. Una carga se liberaba de mi pecho, por mucho tiempo estaba esperando este momento, me hubiese gustado hacerle sufrir más, pero no tenía mucho tiempo. Por fin había logrado quitarme esa mancha que ennegrecía mi vida. Ahora sentía que podía comenzar de nuevo, parte de mi oscuridad había pasado a otra página.