Katsuki es un chico que se enamoró de su mejor amigo de la infancia Izuku, para no expresar sus sentimientos hacia las personas decidió escribir en un diario íntimo. Este libro es aquel diario el cual Katsuki escribía todos sus pensamientos y sentimientos a lo largo de los días.
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Playa
Hoy… hoy fue un día en la playa. Una simple frase, pero insuficiente para capturar la complejidad, la intensidad, la… rareza del día. Fue un día que empezó como una idea absurda, una propuesta que rechacé de inmediato, y terminó siendo una experiencia que me dejó con una sensación de… desequilibrio. Un desequilibrio que, a pesar de mi resistencia innata a la vulnerabilidad, me resulta… familiar. Casi reconfortante.
La idea de ir a la playa con Izuku, Sero, El Alien rosa, El pikachu, El pelos de mierda, El mitad y mitad e Iida me pareció, inicialmente, una tortura. Arena, multitudes, sol abrasador, el ruido ensordecedor de la multitud… un escenario que, francamente, me resulta intolerable. Pero Izuku insistió, con esa sonrisa suya que siempre logra derribar mis defensas, y al final, cedí. Un error, pensé. Un error que, sin embargo, resultó ser… crucial.
El viaje en sí fue un presagio del caos que nos esperaba. El coche, un microcosmos del grupo, un crisol de personalidades vibrantes y contrastantes. Mina, el epicentro de la energía, un torbellino de risas y bromas que resonaban en el espacio confinado. Sero, El pikachu y Kirishima, un trío dinámico que competía por el título de la broma más absurda. El mitad y mitad, la silenciosa fuerza de la naturaleza, observando con su habitual serenidad. Iida, el guardián del orden, luchando contra la corriente inevitable del caos. Y Izuku, en el medio de todo, su risa una melodía que se entrelazaba con el resto, una melodía que, a pesar del ruido, lograba destacarse.
Llegamos a la playa y el caos se desató. Mina, como un huracán de energía, arrastrando a todos a su paso. Sero, Denki y Kirishima, embarcados en una épica competencia arquitectónica, construyendo castillos de arena cada vez más elaborados, más improbables, más… monumentales en su inutilidad. El mitad y mitad, como un monolito de hielo, observando desde la distancia, interviniendo con su precisión característica solo cuando era absolutamente necesario. Iida, el incansable defensor del orden, luchando contra la fuerza centrífuga del caos con una eficiencia admirable.
Y Izuku… Izuku estaba ahí, en el centro de todo. Su risa, una melodía contagiosa que se extendía por toda la playa. Su energía, aunque más contenida que la de Mina, era palpable. Pero había algo… diferente. Llevaba una camiseta. Una simple camiseta blanca, sobre su traje de baño. Una elección que me pareció extraña. Izuku no suele ponerse una camiseta sobre su traje de baño. No suele esconderse.
Le pregunté por qué. Me dijo que no le gustaba cómo se veía en traje de baño. Que se sentía… incómodo. Que no se sentía seguro. Que no le gustaba su cuerpo. Sus palabras me sorprendieron. Me dejaron… vulnerable. Le dije que estaba loco, que se veía hermoso. Que se veía… increíble. Insistió en que no, que se sentía inseguro. Pero al final, después de mucho insistir –de mi parte, claro–, se quitó la camiseta.
Y tenía razón. Se veía hermoso. Increíble. Sus hombros, su pecho, su… todo. Se veía perfecto. Esas curvas que tiene me dejan boquiabierto, sus ojos de ese color verde que tanto me encanta( de hecho se volvió mi color favorito), sus manos, absolutamente todo me encanta de él.
Y en ese momento, en medio de todo ese ruido y esa arena, me di cuenta de algo. Me di cuenta de lo mucho que me gusta. De lo mucho que me gusta verlo, sentirlo cerca, compartir estos momentos con él. Estos momentos simples, estos momentos de alegría y diversión. Momentos que, hasta hace poco, habría considerado insignificantes, pero que ahora se han convertido en algo… precioso. Algo que no quiero perder.
El resto del día fue un torbellino de actividades: voleibol de playa, construcción de castillos de arena (Kirishima y Denki crearon un monumento a la destrucción creativa), carreras en la arena, salpicaduras de agua salada. Cada momento, cada risa, cada gesto, se grabó en mi memoria. Y en medio de todo ese caos, en medio de todo ese ruido, en medio de todo ese… amor, me di cuenta de algo. Me di cuenta de que el desequilibrio, ese desasosiego que me había estado acompañando, no era algo negativo. Era una señal. Una señal de que estoy vivo. De que estoy sintiendo. De que estoy… enamorado. "Enamorado de ti, Zuzu."
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