Roisin

Levanto la cabeza para ver de quien se trata y me alegro de que sea Peter. Tiene el cabello desordenado y luce tranquilo. Agradezco que se vea de esta manera, ayuda a mi ansiedad y a mis miedos. Ha dejado atrás los trajes a medida, ahora trae ropa informal, supongo que para mayor comodidad a sus movimientos, por si se les ocurre comenzar hoy.

—¿Puedo sentarme? — Saca del bolsillo de sus vaqueros un chocolate y me lo entrega. — Tengo todo el día de hoy para estar contigo antes de que comience el juego. Tu padre, me ha dado el día libre.

Se escucha el sonido de un motor encendido y volteo para ver quien se marcha de la mansión de piedra. William, aborda su vehículo y mi padre y su personal hacen lo mismo para después abandonar la propiedad y tomar la carretera.

Al fin se ha ido. Pero no será muy lejos, la propiedad que le ha comprado a mi padre está a un kilómetro y medio de aquí.

—Claro que puedes sentarte conmigo y me alegra que tengamos todo un día para estar juntos. ¿Qué tienes planeado para nosotros? — Se sienta detrás de mí, con sus piernas a mis costados y se acerca un poco más, para que su pecho choque con mi espalda. Volteo mi rostro para besar sus labios y cargo el peso de mi cuerpo en el suyo, me gusta esto, como nos vemos juntos. — Gracias por el chocolate.

Su mirada se pierde en el perímetro, vigilando que todos los hombres que están cerca de nosotros hagan su trabajo y no nos miren como una rareza. Aiden parece que es feliz dentro de mí, ya que el chocolate siempre lo estimula y no para de moverse. Ambas manos de Peter van hacia mi vientre y las coloca a los costados, sonríe al notar los movimientos de mi bebé.

—¿Por qué tengo la impresión de que el chocolate era para él? — Finjo que me ofendo, Peter está muy entretenido frotando cada una de las partes que Aiden patea.

Peter se ríe y pierde su nariz en mi cuello, respirando mi aroma mientras besa mi piel. Me hace cosquillas y levanto el hombro inconscientemente para evitar reírme.

—Era para los dos, pero tengo que reconocer que mi intención era despertar a nuestro pequeño fuego. No quería quedarme con las ganas de sentirlo con mis manos. Tenemos que hablar de algo importante, Roisin.

No parta sus manos de mi vientre pero tampoco abandona el hueco entre mi cuello y clavícula, la cual mima con pequeños besos. Se siente bien y extraño al mismo tiempo.

Nuestro pequeño fuego...

Hay tanto que hablar, que aclarar y no me atrevo a hacerlo ahora, quiero disfrutar de él, de este día libre sin tener que estresarme con problemas futuros. No digo nada, no lo hare hasta que todo esto termine. Tengo fe en que Peter acabara con ese idiota y no le pasará nada, que volverá a mí sin un solo rasguño.

—Sea lo que sea que tienes para decirme, puedes esperar a cuando todo esto acabe. ¿Puedes hacer eso por mí? Estoy aterrada y quiero pensar en otra cosa.

Sus brazos me rodean en un abrazo, no dice nada. Solo hace un simple movimiento de cabeza dándome a entender que está de acuerdo. Nos quedamos así, en la misma posición, en silencio, escuchando el sonido de las aves y nuestras respiraciones.

—He querido estar así contigo infinidad de veces, fantaseando que eras mía y que podía poner el mundo a tus pies. —Dice acabando con el silencio que nos rodeaba y busco sus ojos. —Lo siento, siento mucho haberte presionado. Ahora me doy cuenta de que impuse mis sentimientos como algo que debías tomar cuando no era así. Soy un idiota, que está muy enamorado de ti y lamento mucho que tengas que pasar por esta situación. Si ese estúpido niñito de papi no se hubiera fijado en ti, en la oportunidad de tener todo por lo que tu padre ha mantenido por años, lo nuestro hubiera iniciado de una manera muy diferente. Quiero que estés tranquila y confíes en que no dejare que tome lo que ahora me pertenece. Tú y Aiden, ahora son parte de mí y no los dejare por nada del mundo.

Hace una pausa y besa la comisura de mis labios. — Prometo que te cuidare, Roisin. Confía en mí, en tu padre y en que todo saldrá como lo planeamos.

El sol acariciaba suavemente nuestros rostros mientras nos refugiábamos en una parte apartada de los jardines de la mansión. Sentía la calidez reconfortante del día sobre mi piel, pero era el calor que emanaba de Peter lo que realmente me daba consuelo en medio de la tormenta que se estaba formando sobre nosotros.

Sus ojos extraños, la mezcla más hermosa de verde y ámbar bañados por la luz dorada del sol, brillaban con una intensidad que me dejaba sin aliento. Era como si pudiera ver directamente a través de mí, leyendo mis miedos con una facilidad asombrosa.

Cada rasgo de su rostro estaba tallado con una expresión feroz, como si estuviera listo para enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino. Su sonrisa sobre mi cuello, rozando mí piel poco a poco me llenaban de confianza, irradiando un aura de seguridad que me envolvía en su abrazo reconfortante, cálido, lleno de paz.

Sus manos, fuertes y seguras, encontraron las mías y con una delicadeza que me estremeció. Sentí el calor de su piel con la mía transmitiendo una sensación que no había experimentado nunca.

Y entonces, sus palabras, tan llenas de promesas y compromiso cobraron sentido. Me aseguró que confiara en él, que no dejaría que nada ni nadie interfiera en el curso natural que debía llevar mi vida, la de Aiden, la de mi padre y la de la organización criminal que mi familia mantuvo entre las más respetadas y temibles por generaciones.

Con un suspiro me dije a mi misma que si tenía temor, las pesadillas se podían hacer realidad y deje ir todo eso que me asustaba, me dejé llevar por el momento, permitiendo que sus palabras y su presencia me llenen de la tranquilidad que había estado buscando durante tanto tiempo.

—Confió en que cumplirás cada una de las palabras que acabas de decirme, que la seguridad que tienes no cambiara y que regresaras a nosotros, porque Aiden y yo te necesitamos con vida.