Diana Quintana, una mujer con el Corazón De Hielo. su historia inicia cuando descubre que su prometido le es infiel, tenían un hijo, pero el pequeño muere en un accidente, en el cual estuvo involucrado el padre del niño, y Dante Linares. hecho que la marcó y le cambió la vida.
Dante, es influenciado para que acabe con Diana. Para lograrlo, es obligado a casarse con ella, ahí comienza una lucha de poderes, con sombras del pasado que los atormenta. ¿Será qué algún día esas sombras desaparezcan?
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Esfuerzo en grupo.
A pesar de estar frente a Diana, el joven no apartaba la mirada del lugar donde los rescatistas hacían su trabajo. Sin embargo, volvió la vista hacia la chica.
—Dante, esto es un accidente, no es tu culpa. Tienes que mantener la calma para afrontar lo que viene. La prensa va a querer culparte, ellos no miden lo que dicen. Solo buscan captar la atención y hacer parecer el accidente más catastrófico de lo que es.
—Ahora, presta atención. Solamente responderás que, al igual que ellos, no sabes nada. Y es verdad. No mentirás…
Pero dirás que, sin importar los resultados, la compañía se hará cargo. Si lo encuentran sin vida, te van a querer aplastar.
Con eso das a entender que solo tus abogados darán explicaciones.
Dante por fin soltó su mano. Ella no se había dado cuenta de que él se aferraba a ella para ocultar los nervios, los cuales fueron apaciguados por las palabras de Diana.
Era inexperto, no sabía cómo afrontar el problema. Sintió miedo cuando vio la cantidad de reporteros que llegaron a cubrir la noticia.
—Dante, y por favor, por ningún motivo contestes nada más. Una sola palabra y podrías ponerte la soga al cuello.
—Ahora tendrás que permanecer aquí hasta que ese hombre aparezca o, en el peor de los casos, hasta que encuentren su cuerpo. Si te marchas, darás a entender que no te importa la vida de tus trabajadores. También te juzgarán por eso.
Diana fue tan profesional al aconsejarlo, que Dante admiró la valentía de la chica.
Si ella no hubiese estado allí, habría entrado en shock. Es primera vez que afronta un problema de esa magnitud.
—Gracias por el consejo —agradeció el joven con sinceridad. Ella le dio la impresión de haberse preocupado por él. Sin embargo, Diana malogró el momento al responder:
—Es mi deber como esposa. Tu apellido está junto a mi nombre. Lo que te afecta, también me afecta a mí… y a mi imagen.
—¿Lo hiciste por eso? —preguntó Dante.
Pero Diana no contestó. Solo volvió a tomar la mano de su esposo y dijo:
—Vamos, afronta el problema. No te dejes intimidar por nadie.
Dante estaba por comprobar que, a veces, las personas pueden ser inhumanas. Cualquier momento de fama no pasa desapercibido. Y sucedió cuando lo abordaron los periodistas.
—Señor Linares, ¿es cierto que sus trabajadores no cuentan con protección?
—¿Es cierto que no tienen seguros y que los obligan a trabajar bajo condiciones inhumanas? ¿es cierto que los obligan a realizar largas jornadas?
Los periodistas cayeron sobre él como moscas, lanzando preguntas diseñadas para dejarlo como un empresario frívolo. Comprendió entonces que cada palabra de Diana era cierta.
Culpan a la compañía… y a quien está a la cabeza de todo.
—Señores, no voy a dar explicaciones. Solo diré que los accidentes suceden en cualquier momento, incluso teniendo toda la protección posible. A veces son inevitables.
Mis abogados serán quienes hablen por el Grupo Linares. En cuanto a lo ocurrido, sé lo mismo que ustedes. Me acabo de enterar, por eso no seré yo quien hable.
Dicho esto, Reinaldo y Rosalba los protegieron de los periodistas.
Dante nunca soltó la mano de Diana. A pesar de haber seguido su consejo, no le dijo nada. Caminaron juntos hasta el lugar donde desapareció Carlos. Había sido un derrumbe que volvió a cubrir una de las fosas. Y al parecer, dejó enterrado al arquitecto.
Pero las cosas estaban por complicarse. Justo en ese momento sintieron las primeras gotas de lluvia.
—Esto no puede ser… —Dante alzó la vista al cielo y sintió pánico.
El accidente había ocurrido hacía una hora. El tiempo apremiaba y ahora… la lluvia comenzaba a caer.
—No será hoy… —dijo con un tono prepotente y con autoridad continuó—:
Si todos lo hacemos, será más rápido.
En ese momento, sujetó una pala y bajó a ayudar. No se dio cuenta de que Reinaldo lo había seguido; fue el primero de todos sus empleados que lo hizo.
Con palas y picos, intentan remover los sedimentos que habían caído. mientras que el agua y la tierra se convirtieron en barro.
Los minutos transcurrieron y, con ellos, la esperanza comenzó a desvanecerse.
Dante excavaba con fe, decidido a encontrar al joven. Desde arriba, las cámaras captaban cada movimiento de ese grupo de trabajadores.
Cuando Dante retrocedió un paso, sintió algo flácido bajo sus pies.
—No puede ser… Creo que lo encontré.
Por supuesto, se corrió de inmediato y comprobó que se trataba de Carlos. En ese momento, dejaron las palas a un lado y usaron sus manos. Lo hicieron para no terminar de maltratar el cuerpo del joven sepultado.
Fue entonces cuando Dante se percató de que una de las personas frente a él era su esposa. Las manos frágiles de Diana ayudaban a sacar al joven. por un momento se detuvo y la vio tan preocupada como él.
Pero, no había tiempo. La espalda de Carlos quedó a la vista de todos. Poco a poco escarbaron hasta comprobar que el joven había quedado en una posición inclinada. Su espalda había resistido la carga que le cayó encima y su cuerpo, dejó un espacio en su pecho. Ese pequeño hueco se mantuvo vacío… hasta que ellos lo descubrieron.
—Está con vida… —fue Diana quien se dio cuenta. Y lo hizo saber con una enorme sonrisa.
Dante se cruzó de lugar.
—Déjame ver.
Desde su ángulo no podía apreciarlo como lo hizo Diana.
—¡Bajen la camilla! Vamos a sacar a Carlos con vida. —ordenó Dante.
Uno de los rescatistas se acercó:
—Señor, dejen esto en nuestras manos. No podemos sacarlo de una vez.
Sus piernas están atrapadas, no sabemos si la tierra está ejerciendo presión. Tenemos que dejarlo así hasta que su cuerpo se libere…
Antes de terminar de hablar, ya habían liberado la cabeza y los brazos de Carlos. Por impulso, se había protegido la cabeza. Esa reacción no solo salvó su cráneo, sino también su vida.
Ese pequeño espacio que quedó le permitió tener un poco de oxígeno.