Volver A Amar

Daniel caminaba con la usual confianza que lo caracterizaba exudando por cada poro de su piel.

Se sentó al lado de Alba, justo en el lugar que Valery había dejado momentos atrás.

—Hola chicas —dijo mientras pasaba la mano por su cabello de manera sensual. Las profesoras a su alrededor soltaron suspiros de emoción.

Sofi volteó su rostro y en aquel momento Daniel sonrió dejando ver su reluciente sonrisa de publicidad, aquella que siempre hacia caer a todas las mujeres.

—¿Cómo te llamas preciosa?.

—Sofi —le dió un descarado vistazo de pies a cabezas —. Y tú eres Daniel ¿Verdad?

El aludido elevó ambas cejas y asintió con la cabeza.

—¿Quieres bailar?

—Claro —contestó ella.

Se levantó, y deliberadamente, frente a los ojos de él, acarició su cuello y clavícula con lentitud mientras mordía su labio.

El castaño estaba atónito, la colorina era tremendamente lujuriosa. Aquella caricia que se dió a si misma lo dejo atontado pues parecía una ninfa sacada de un cuento de hadas.

Sofi tomó su antebrazo y lo guió hasta la pista de baile.

Daniel puso sus manos sobre su diminuta cintura y la apego a su cuerpo, moviéndose al ritmo de la música.

—¿Estás soltera?

—¿Crees que estaría bailando contigo si no lo estuviera?

Él sonrió de medio lado —. Entonces puedo decirte que eres una mujer preciosa.

—Lo sé —se inclinó hacia él de puntillas, puso las manos sobre sus hombros, y susurró en su oído —. Tú eres muy guapo, tal como me lo recetó el doctor —mordió el lóbulo de su oreja suavemente, bajo por su cuello y dejo un beso húmedo.

¡Carajo!, Daniel estaba sin palabras. Cerró sus ojos dejándose llevar por la sensación que prontamente haría despertar a su más grande y fiel arma.

—No hagas eso.

—¿Porqué? —lo miró fijamente.

—No lo hagas, si no te harás cargo de las consecuencias.

—¿Quién dice que no me haré cargo?

—¿Estás dispuesta? —no podía creerlo, era él quien usaba la seducción como estrategia para hacerlas caer a sus pies, era él quien tomaba el primer paso y se lanzaba al ataque. ¿Qué estaba sucediendo ahora mismo?.

Decidido a no pensar mucho en ello, ya que definitivamente no dejaría pasar la oportunidad de tener tremenda mujer en su cama, continuó —. Si lo estas, creeme que te haré ver las estrellas.

Sofi soltó una carcajada y con la yema de su dedo le acarició los labios. Daniel cerró sus ojos y entreabrió la boca. La pelirroja se acercó hasta el punto de rozarlos, más no lo beso. Simplemente poso sus labios sobre los de él y habló —. Cariñito, soy yo, quien hará que tú veas la luna, las estrellas e incluso la galaxia.

El aludido abrió los ojos de golpe —. ¿Qué?

—Lo que escuchaste, esta noche serás mío, solo mío Daniel, de los pies a la cabeza. Caiste en mi manos y no te dejare ir hasta que quedes completamente vacío.

—¿A qué te refieres con vacío? —preguntó consternado.

—Vacío Daniel. Tómalo como tú quieras. Creeme que no olvidarás ni mi cara ni mi nombre.

Tragó el nudo de su garganta con difícultad, sus manos temblaban. Solo en sus mejores fantasías una mujer le hablaba así.

Frente a él tenía una de sus visiones echa realidad, aunque en esta ocasión, era mejor de lo que se había imaginado. Los movimientos de ella eran de ensueño, movía sus caderas como si fuera una bailarina de danza árabe, en círculo, en forma de ocho, de adelante a atrás y viceversa.

En un momento la pelirroja se dió vuelta quedando su espalda pegada a su pecho. Daniel parpadeó perplejo, tenía las medidas perfectas y todo se sentía completamente natural, tallado a mano por los mismos Dioses.

Sofi restregó su trasero contra su entrepierna osadamente.

—Me estás volviendo loco —susurró con voz ronca y entrecortada.

Sofi lo miro de reojo y sonrió —. Pone tu mano en mi cuello Daniel —este como un perro sumiso obedeció de inmediato, acarició su cuello y su nuca con suavidad. Dejo una hilera de besos húmedos y calientes.

Escalofríos mezclados con fuego recorrían sus cuerpos quedando en cierto lugar donde Daniel ya dejó a la vista su masculinidad.

—¿Me quieres apuñalar profesor?

—¿Quieres ser apuñalada preciosa?

—Mátame, pero de placer.

Daniel soltó un gemido ronco, ya no aguantaba más, el pantalón se estaba haciendo estrecho y odioso, y Sofi ya sentía como su braga negra se mojaba.

—Ven—tomó su mano y la guió fuera. Sofi volteó hacia Alba y le regaló un guiño mientras esta abría los ojos por la sorpresa.

Caminaron a paso rápido hasta las enormes puertas de la salida. Se detuvieron frente a un auto de color gris aparcado en la acera.

—Lindo auto.

—Gracias.

Daniel le abrió la puerta, para luego entrar por el lado del conductor, como todo un caballero.

Dentro del auto se miraron como lobos necesitados, hambrientos por probarse.

Se miraban intensamente, él recorría su rostro observandola con más detenimiento puesto que la luz de los faroles brindaba más claridad que las luces de múltiples colores del club.

—Eres realmente hermosa —dijo, consternado y emocionado a la misma vez.

Ella sonrió mostrando sus perfectos dientes perlados.

De pronto el estrelló sus labios contra los de ella, la tibieza de su lengua se hizo paso recorriendo, saboreando y acariciando cada punto nervioso de su boca.

Pequeños mordisquitos los hicieron estremecer y jadear de placer.

Se separaron y se observaron, no pasaron unos segundos cuando se besan nuevamente con más desespero.

Daniel desliza su mano bajo su vestido y acaricia su intimidad apartando la húmeda braga para acariciar su preciado botón.

—¿Te gusta preciosa?—murmura con voz ahogada mientras introduce un dedo en su interior.

—Si, si me gusta —contestó Sofi moviendo sus caderas y echando su cabeza hacia atrás dejando su cuello a la vista. Él no espero y dejo besos húmedos en cada espacio de piel.

—Vamos, vamos ya.

—De acuerdo —se dieron un último beso, y Daniel encendió el auto y partió a a toda velocidad hacia su casa.