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La Santa Reencarnada Quiere El Divorcio

La Santa Reencarnada Quiere El Divorcio

Status: En proceso
Genre:Venganza / Viaje a un mundo de fantasía / Reencarnación / Mundo de fantasía / Mundo mágico / Edad media
Popularitas:99.7k
Nilai: 4.8
nombre de autor: Alfredly

En una mezcla de desesperación y determinación, Abigail, una Santa casada con el Duque Archibald, se enfrenta a un oscuro giro del destino. Luego de una confesión devastadora por parte de su esposo sobre su infidelidad con una plebeya, Abigail toma una decisión drástica: pedir el divorcio y romper con el matrimonio que la ha oprimido por años. Sin embargo, esta vez no es una simple víctima. Tras una misteriosa reencarnación, ha regresado al pasado con el conocimiento de su fatídico futuro.

NovelToon tiene autorización de Alfredly para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 19

En el Palacio Real, el salón estaba lleno de nobles charlando entre ellos.

—¿Te has enterado? —preguntó una dama mientras se acomodaba su vestido de seda.

—¿De qué hablas? —respondió otra, con curiosidad.

—Dicen que esta cena se realiza porque la Santa Abigail será condecorada por haber ayudado en la eliminación de una enfermedad mortal.

—Ah, sí. Yo también lo escuché. Ayudó a curar una grave epidemia... creo que la llamaban tuberculosis. Pero, ¿no se suponía que ese pueblo estaba en las tierras del Duque Archibald?

—Así es. Pero como están casados, quizás ella decidió intervenir. Tal vez el duque se lo pidió, después de todo, la Santa tiene el poder de la Bendición.

—¿No se supone que aún no ha despertado su Bendición?

—Exacto, pero según escuché, no usó sus poderes. Lo que hizo fue utilizar su excelente intelecto. Ideó grandes soluciones para ayudar a los médicos, y gracias a sus ideas pudieron encontrar la cura.

—Sin duda, la Santa es más que digna de este banquete.

—¡Brindemos por eso!

En ese momento, una figura conocida se acercó.

—¡Su Alteza Arthur! ¡Es un honor! —exclamaron emocionadas las damas.

—No se preocupen —dijo el príncipe con una sonrisa serena—. Sin querer, escuché su conversación y no puedo evitar estar de acuerdo: la Santa Abigail se ha ganado estos reconocimientos.

—Bueno, Su Alteza, nosotras no somos dignas de juzgar la grandeza de la Santa, pero tampoco somos ciegas para no ver lo amable que ella es.

—Es verdad. La Santa es muy amable, y me alegra que ustedes lo sepan. Pero debo seguir saludando a los invitados, así que les pido que disfruten del evento.

Las damas lo observaron alejarse, suspirando.

—Dios... ¿viste? El príncipe Arthur no es nada como los rumores decían.

—¡Ay! Casi me derrito con solo estar en su presencia.

—Sí, sí. Creo que, con tan solo respirar el mismo aire que él, mi tendinitis se curó.

—Bueno, oye, creo que ya exageraste un poco.

—Perdón.

Pasado un rato, todos los invitados habían llegado, incluidos Abigail y el Duque Archibald.

—No olvides lo que acordamos —le susurró Archibald a Abigail, apretando los dientes—. Cuando el rey te proclame, recuerda decir que fui yo quien te ayudó. Diles que te di la orden para asistir al pueblo, que incluso te entregué provisiones y recursos.

Abigail no dijo una palabra. Simplemente asintió con una sonrisa, mirando al Rey.

Uno de los vasallos se adelantó y anunció:

—¡Santa Abigail Lasmon, por favor acérquese ante la presencia del Sol del Imperio, Su Alteza el Rey!

Abigail avanzó con elegancia y se inclinó profundamente.

—Que el Dios Alkennor bendiga al Sol del Imperio. Soy Abigail, y he aquí me presento ante usted.

El Rey se levantó de su trono y dirigió unas palabras a la audiencia.

Queridos súbditos,

Amigos y amigas que hoy se congregan en esta gran ocasión,

Hoy nos encontramos reunidos no solo para celebrar la virtud de la amabilidad, sino también para rendir homenaje a una persona cuya bondad, dedicación y espíritu de servicio nos han enseñado el verdadero significado de esta cualidad.

La amabilidad no es simplemente un acto de cortesía; es la luz que guía nuestras acciones hacia el bien común, un puente que une corazones y un bálsamo que sana heridas. En tiempos de necesidad, la amabilidad puede transformar la desesperación en esperanza y el dolor en consuelo.

Hoy, en nombre de nuestro reino, reconozco y exalto a una mujer que personifica estas virtudes de manera sublime: la Santa Abigail.

Abigail no solo luchó con valentía contra la temida enfermedad de la tuberculosis, salvando incontables vidas con su conocimiento y compasión, sino que también llevó su ayuda a los rincones más necesitados de nuestro reino. En los pueblos afectados, donde otros veían dificultades, ella vio oportunidades para brindar esperanza. Con cada gesto, con cada palabra y con cada acción, Abigail ha mostrado que la verdadera grandeza radica en servir a los demás.

Por ello, con inmensa gratitud y admiración, hoy deseo otorgarle el más alto honor de nuestra corona: la Medalla de la Virtud y el Servicio. Este reconocimiento no solo simboliza nuestro aprecio por sus logros, sino también el impacto eterno que ha dejado en los corazones de nuestro pueblo.

Además, como muestra de nuestra gratitud infinita, le ofrezco la oportunidad de pedir cualquier cosa que desee, siempre que esté dentro de las capacidades de este rey. Sea lo que sea, si está en mi poder cumplirlo, lo haré con gusto, pues quienes sirven desinteresadamente al reino merecen recibir la misma bondad que entregan al mundo.

Abigail, en nombre de nuestra nación y de todos los corazones que has tocado, te damos las gracias. Que tu ejemplo inspire a cada uno de nosotros a actuar con amabilidad y a trabajar unidos por el bien de todos.

-Yo Abigail acepto humildemente este presente.-

-Por favor honramos con tus palabras Santa Abigaíl.-

-En ese caso si su alteza lo permite déjeme expresar mi gratitud, Su Majestad,-

Honorables miembros de la corte,

Querido pueblo que hoy nos acompaña,

Me encuentro profundamente conmovida y agradecida por este inmenso honor que se me ha concedido. Hoy, al recibir la Medalla de la Virtud y el Servicio, mi corazón está lleno de gratitud hacia Su Majestad y hacia este reino que siempre ha sido mi hogar y mi propósito.

Cuando comencé mi labor para combatir la tuberculosis y asistir a los pueblos más afectados, no lo hice pensando en reconocimiento alguno, sino movida por el llamado de mi corazón y el sufrimiento que vi en los ojos de quienes necesitaban ayuda. La compasión no es algo que elija una persona; es algo que la elige a una. Y en cada paso de este camino, he sentido la fuerza y el apoyo de este reino y de su gente.

Su Majestad, este reconocimiento no solo me honra a mí, sino a todas las almas valientes que lucharon a mi lado, a los curanderos que compartieron sus conocimientos, a las madres que cuidaron a sus hijos con esperanza, y a los hombres y mujeres que jamás dejaron de creer en un mañana mejor.

Cuando llegó el momento de expresar su deseo, Abigail sorprendió a todos:

—Permítame, Su Alteza, expresar mi gratitud y mi deseo. Lo que pido es que me conceda la separación y el divorcio de mi actual pareja.

Un murmullo de asombro recorrió la sala. Archibald se levantó, visiblemente enfurecido.

—¿De qué estás hablando, Abigail? Este no es el lugar adecuado para algo así. ¿Estás segura de lo que quieres?

Con voz firme, Abigail respondió:

—Esta decisión no ha sido tomada a la ligera. Nuestra relación ha cambiado de manera que no beneficia ni a mí ni al propósito que busco cumplir. Además, usted ha descuidado sus deberes como duque, delegando todas las responsabilidades en mí mientras dedica su tiempo a otras mujeres. Su Alteza, ya no puedo soportarlo más...

Con cada palabra de Abigail, la tensión en la sala aumentaba. Archibald intentó interrumpir varias veces, pero el Rey lo silenciaba con un gesto severo.

Archibald interrumpe la conversación.

-Por favor, discúlpenos, su Majestad. Esto es algo que debemos hablar entre nosotros dos como pareja. Incluso estoy dispuesto a hablarlo, pero, por favor, perdone la osadía de mi esposa; no sabe de lo que está hablando-.

Archibald toma muy fuertemente del hombro a Abigail.

-Por favor, Su Alteza, concédame el divorcio, porque el Duque no me lo quiere dar-.

-¿Es eso cierto, Duque Archibald?-.

Archibald, sudando frío, dice:

-Bueno, es cierto que no quiero entregar el divorcio, pero es porque aún la amo y no veo motivo alguno por el cual deberíamos separarnos, Su Alteza-.

-¿Es que acaso no ves que la santa Abigail quiere pedirte el divorcio porque tú no le has expresado tu amor? Más sin embargo, has tenido la osadía de engañarla y traer a tu amante a tu casa. Si de verdad ya no la amas y no quieres estar con ella, ¿por qué no le has concedido el divorcio que ella tanto desea?-

-Por favor, Su Alteza, quiero que usted me entienda. Estamos casados, pero sería algo estúpido si ella y yo nos divorciamos por algo como eso. Todos sabemos que es normal tener más de dos esposas.-

Aparece de repente el padre de Abigail.

-Puede que tú lo veas normal, pero Duque, se te ha olvidado que estabas casado y, aún así, te metiste con otra chica sin consultarlo con tu esposa. Así que esa ley no aplica. Recuerda que, para tener dos o más esposas, debes primero hablarlo con las personas involucradas y, además de eso, no debes tocar a la otra chica hasta haber cerrado el acuerdo. Por lo tanto, lo que has hecho es una infidelidad.-

El padre de Abigail intervino también, desenmascarando las infidelidades y faltas del duque.

-¿Por qué está aquí, padre?-

-¿Cómo puede un padre perderse cuando a su hija le entregan logros? Abigail, recuerda que siempre me tendrás aquí para ti.-

—Es cierto que no deseo el divorcio, Su Majestad, pero no porque no reconozca los esfuerzos y sacrificios de la Santa Abigail. Es más bien una cuestión de honor y de legado. Abigail y yo hemos sido unidos por un pacto más allá de lo que los ojos pueden ver, y romperlo sería deshonrar no solo nuestra relación, sino también a nuestros ancestros.

—¿En serio, Duque Archibald? —intervino Abigail con voz firme, casi desafiante—. ¿Es tu honor lo que te preocupa? Yo no he hecho más que tratar de salvar este matrimonio, mientras tú te comportas como si mi existencia no tuviera ningún valor. ¡A ti solo te importa tu estatus y tu posición! Tú nunca has querido ser mi compañero, solo alguien que se siente dueño de mí.

—¡Basta, Abigail! —exclamó Archibald, levantando la voz—. Te has dejado llevar por rumores y emociones. No entiendes lo que hay en juego.

El ambiente se volvió tenso. Los nobles presentes murmuraban entre ellos, algunos apoyando a Abigail, otros más cautelosos, pero todos con la sensación de que esta disputa era más grave de lo que parecía.

El rey, viendo el caos que se desataba en la sala, alzó la mano, pidiendo silencio.

—¡Silencio, por favor! —ordenó con firmeza, y el murmulló cesó de inmediato—. Duque Archibald, Santa Abigail, les pido que cesen en este momento con este intercambio. Hoy estamos aquí para rendir homenaje a la Santa Abigail por su valentía y sus esfuerzos en beneficio de nuestro pueblo. Cualquier otro asunto, por más importante que sea, debe resolverse con calma y respeto, no en medio de una celebración pública.

Archibald, aunque visiblemente molesto, asintió, y Abigail, con una expresión más serena pero decidida, hizo lo mismo.

—Dicho esto, ya que hemos tocado este tema, se hará lo que corresponde según las leyes de este reino. Santa Abigail, si usted sigue con su decisión, será respetada. Pero le pido que considere con cuidado lo que está en juego. No solo se trata de su futuro personal, sino también de la estabilidad de nuestras tierras.

Abigail asintió, sin vacilar.

—Lo he considerado, Su Majestad. Este no es un paso que dé a la ligera. Mi alma no puede seguir atrapada en una vida que no refleja mis principios ni mi verdadera vocación. Si he de enfrentarme a la incomodidad de este divorcio, lo haré, por el bien de todos.

El rey, después de unos segundos de reflexión, suspiró profundamente.

Finalmente, el Rey, tras escuchar todos los argumentos, dictaminó:

—Que así sea, entonces. El divorcio será otorgado. Duque Archibald, asegúrese de cumplir con la ley y de no obstruir la voluntad de la Santa. En este reino, la justicia debe prevalecer, y una mujer que busca ser fiel a sí misma merece ser respetada en su decisión.

Al firmar el duque, éste procede a irse del castillo.

-Ya que la Santa Abigail y el Duque Archibald han firmado, yo también firmaré, y con esto se rompe el compromiso. Ahora, todos por favor disfruten de lo que queda de la fiesta. Señorita Abigail, por favor acompáñame, quiero hablar con usted.-

-Si, su Alteza.-

El rey, Arthur, el Duque Lasmon y Abigail se encuentran en una sala.

-¿Quieres beber un poco de té, Santa Abigail?-

-Muchas gracias, mi Rey.-

-El caso del que quiero hablar con usted es sobre el invento que le mostraste a Arthur. ¿Cómo se llamaba?-

-Se llama Radiotransmisor, padre.-

-Sí, ese artefacto. Bueno, el caso es que por ahora rechazamos ese apoyo debido a que no podemos costear su creación. Todo irá para mejorar y contratar más soldados para ir a la guerra contra el Imperio de Liones. A lo mejor no lo sepas, pero ese Imperio siempre ha deseado nuestras tierras, y lo más probable es que haya pensado en debilitarnos de esa forma, me refiero a enviar esa plaga. Aprecio su interés, pero como dije, no podemos en este momento.-

-Disculpe, su Alteza, pero usted está tratando de decir que puede utilizar mi invento siempre y cuando no sea un gasto para el Reino?-

-Bueno, en cierta parte sí.-

-En ese caso, puede que haya una solución. Padre, no soy quien para pedirte esto, pero ¿podrías por favor venderme unos cuantos cristales de maná? Por favor, sin ellos no podré avanzar en mi invento y eso podría darnos una fuerte ventaja en esta guerra. Tengo bastante dinero guardado y estoy dispuesta a darlo todo, por favor.-

El Duque Lasmon suspira.

-¿Cómo puede un padre quitarle el dinero a su hija? No sé de qué invento están hablando, pero solo necesitan cristales de maná, ¿verdad? En ese caso, puedes utilizar todos los que quieras. Después de todo, te devolveré tu mina.-

-¿Estás seguro, padre?-

-Sí, después de todo, esa mina era un regalo que le di a tu madre, y ella decidió dejártela antes de morir, así que por derecho es tuya.-

Abigail abraza a su padre mientras llora.

-Padre, gracias, gracias por aún quererme a pesar de lo mala hija que he sido. Perdóname por ser una tonta.-

-No te preocupes, soy tu padre y eso nunca va a cambiar.-

Abigail empieza a llorar aún más fuerte, mientras tanto el Duque Archibald llega a su mansión.

"Hoy no estoy de un mal humor, no puedo creer que esa maldita hija de puta me haya traicionado así, todos me la van a pagar."

-Buenas noches, Duque Archibald, hay algo de lo que quiero hablar con usted, dijo Nina.-

-No estoy de humor. Si es algo sin importancia, dímelo mañana.-

-No es que... verá, el caso es que he decidido que ya no voy a trabajar más aquí y por eso quería informárselo.-

-No me estés jodiendo ahora con tus mierdas, oh espera, creo que ya lo sé. Tú siempre andabas cuidando de Abigail y de seguro sabes que ella me iba a pedir el divorcio frente al rey, lo cual me dejaría, así que ustedes lo tenían planeado desde un principio y ahora, como ella no está, vas corriendo a buscar su maldita falda como una perra sarnosa.-

Archibald abofetea a Nina fuertemente, la tumba en el suelo, la agarra del corto cabello y la arrastra.

-Por favor, Duque, suélteme, me duele mucho, me lastima.-

-¿Lastimarte? ¿De qué hablas? Solo iré a darte algo de disciplina porque parece que te has olvidado de a quién le sirves.-

-¡No, por favor, me lastima, por favor!-

El Duque Archibald arrastraba a Nina con furia por los pasillos de la mansión, su rostro contorsionado por la ira y el resentimiento hacia todos aquellos que lo habían hecho quedar en ridículo esa noche. La paliza que le había propinado a Nina solo había alimentado su rabia interna, y su mente estaba nublada por pensamientos oscuros. A medida que la arrastraba, la joven suplicaba entre sollozos, pero las palabras del Duque se volvían cada vez más crueles.

-¿Crees que tienes derecho a hablarme después de todo lo que has hecho? -gritó Archibald, su rostro rojizo y tenso de furia-. Todo esto es culpa de esa maldita Abigail. ¡Nunca debí haberme casado con ella!

Nina, aún en el suelo, miraba a Archibald con miedo y asco, pero no decía nada. Sabía que cualquier palabra que intentara decir solo empeoraría las cosas. El Duque siempre había sido impredecible, y ahora su comportamiento la aterraba más que nunca, el Duque arrastró a Nina hasta un sótano y desde ahí se escucharon gritos, como si el infierno hubiera emergido a la tierra.

Continuará...

¡Espero que el capítulo de hoy les haya gustado! 😄📖 Perdón por la demora 🙏, pero a veces me pasan cosas y, debido al trabajo u otras circunstancias, no siempre puedo subir el capítulo cuando quisiera 😅.

Aquí les dejo mi Instagram: unape.rsonita19

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📸✨, donde voy a empezar a subir contenido relacionado con la novela 📚💡. También avisaré cuándo no podré actualizar o cuándo estará disponible el próximo capítulo 🕒📢.

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Ma Luisa Albor
Muy bonito
Sacerdotisa Fenix
seee honesta... leí la introducción de este capítulo, y decidí hacer pausa a la lectura para evitar riesgos de que el almuerzo de mis hijos se quemará... así q termino de cocinar y ya vengo a leer
Sacerdotisa Fenix: y no te creas la leí aunq creo tiene una segunda parte pero no la halló
Noelle: así se habla
total 2 replies
Elizabeth Quiñonez
ya se ganó al rey 😂👑
Austin anderson Nuñez Rodriguez
pero al final lo pudo poner y dar a conocer
GenesisYD
😂😂😂😂😂😂
GenesisYD
Que hermoso vestido, quedó bellísimo, me encanta. Tienes talento para eso ❤️❤️❤️
Nyreth
Kimetsu No Yaiba ¿eres tu? 🤣
Claudia Fabiana Cobos
Excelente
Mitsuki G
jaja en verdad este Arthur le debe a su padre ya que el solito no hubiera logrado un gran progreso como ese del matrimonio aunque Abigail se quedó sin palabras jaja y este Alhacen es como un hermano o ve como una madre a Abigail por eso le dió asco ver esa escena jejeje ya quiero ver alguien tras de él para domarlo hasta me ofrezca para eso 😉 jaja bromeó autor espero que te encuentres bien saludos
La vida es bella
totalmente de acuerdo
Yaho Perez
Excelente
Guadalupe Flores
i Dios te va recompensar 77 veces 7 lo que con tanto esfuerzo te estafaron y quien obró con maldad. lo mismo le va quitar multiplicado x lo mismo que a ti. es la ley de la vida y no es algo que uno les desee
pero asi va ser
Noelle: así es
total 1 replies
Mitsuki G
Que bueno que este Alhacen logrará acabar con esa sombra aunque no completa dejo de estar ahí aunque que lastima que Luisa no sufrió mucho sigue ahí de pie desde de matar a ese demonio y la sombra de la bruja sigue ahí espero que Abigail sea más lista para acabarla y que gusto que Abigail no pudo curarlos por completo pero pudo curar lo necesario para que sigan viviendo y espero que después de esto este Alhacen haga lo correcto y los ayude contra esa Luisa y tú nueva novela también está relacionada con esta como la otra?
Noelle: no ahí de que, ten encue ta qué esa novela empezará a subir capítulos una vez que termine la novela de la Santa
Mitsuki G: A ok gracias por aclararme mi duda
total 3 replies
Mitsuki G
En verdad no me importa que esa loca de Luisa que solo está recibiendo lo que se merecía por hacer ese pacto con la bruja que bien se merece todo ese dolor solo me preocupa este Arthur que espero que resista que aguante en lo que llega está Abigail a curarlo que no se rinda para volver a verla y tener ese paseo y ahora solo le toca el turno del espadachín para acabar de ese lado
Mitsuki G
O que emoción nuevas novelas pero que se relaciona entonces me imagino que estamos llegando al final de esta para seguir tus otras novelas
Anonymus
👌
Noelle: tu eres el excelente
total 1 replies
Liseth Cordero
ella es la niña que poseyó la bruja
Natalia Rivera
Algo que me gusta es cuando los escritores tienen esa habilidad de darle vida a la novela y es algo que tu tienes espero que estes bien y recibas mucho apoyo
Noelle: awww muchas gracias
total 1 replies
Angie Acosta
Excelente
Alma Delia Morales
Luisa es una bruja???
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