EL DUCADO DEL SOL ISABELLA

Un nuevo día había llegado, pero la luz del sol se sentía más tenue. La infantería estaba lista, esperando la orden del primero al mando, el Duque de Cork.

Quienes estaban en la parte trasera de la infantería llevaban armadura de cota de malla, que llegaba hasta la cintura y era de manga corta o larga. Los que iban adelante, junto al duque y el Príncipe Miler, llevaban una armadura más pesada, con una armazón de cuero y escamas o armadura laminar, además de la cota de malla. Brazaletes y coderas les proporcionaban protección adicional, ya que su batalla era cuerpo a cuerpo.

Esta infantería se destacaba por el uso de diferentes armas, que se usaban según la necesidad de la situación, entre ellas el puñal, lanzas, arcos, hachas y mazas, pero principalmente la espada.

El duque destacaba en el dominio de cada una de ellas, siendo tildado por sus enemigos como el "caballero rojo" por la sangre que dejaba a su paso.

Los dos altos mandos estaban al frente, listos para la incursión en el bosque de Efron.

El Príncipe Miler no podía dejar de lado sus inquietudes, pero levantando su espada, dio la orden a los caballeros de avanzar, como símbolo de la confianza de la realeza en su mando superior, el Duque de Cork.

La inmersión en el bosque inició a todo galope. El duque daba órdenes a voz en grito, avisando a sus hombres de no perder de vista el objetivo y de no mirar hacia atrás ni a los lados. Así transcurrió hasta el mediodía, cuando se detuvieron un momento para que las bestias descansaran y se alimentaran.

Terminado el pequeño descanso, continuaron hasta que el espeso bosque no dejaba pasar los rayos de luz y la visibilidad era casi nula. El ritmo de trote de la tropa disminuyó y una densa niebla apareció, y con ella los murmullos de las banshees, que se acercaban poco a poco.

El Príncipe Miler, al notar el cambio drástico en el ambiente, preguntó: "¿Qué son esos lamentos?"

"Son las banshees, mi señor," respondió el Barón Joel con un tono de voz inusualmente bajo.

"¿Qué queréis decir?" interrogó de nuevo el príncipe.

El duque, sin perder de vista el camino, le respondió: "Son ninfas oscuras, corrompidas que fueron devoradas por las sombras. Anteriormente fueron divinidades menores, pero ahora son solo ninfas cadáveres que buscan almas puras."

"¿Para qué?" preguntó el príncipe nuevamente, su voz tensa por el miedo.

"Para absorber su alma, mi señor," respondió el barón, con un tono sombrío.

"¿Qué..." fue lo único que pudo expresar el príncipe.

"No se preocupe, Su Majestad, como puede ver aquí, ningún caballero posee un alma pura," el barón trató de bromear, pero no había ninguna risa en su voz.

"Pero ellas pueden hacernos desviar del camino y llevarnos a las profundidades del mismo bosque, donde se dice que moran criaturas más temibles."

"¡Por los cielos! Nunca pensé que estas cosas fueran reales," respondió el príncipe Miler.

De repente, Erik se detuvo y le dijo al barón Joel: "Pasad aviso a los caballeros que se venden sus ojos, ellas no nos dejarán pasar fácilmente." Erik se volteó a mirar al príncipe y continuó: "Al parecer, han encontrado un plato suculento."

El Barón Joel se acercó al príncipe y le aconsejó: "Príncipe Miler, creo que no lo dejarán en paz, así que es mejor que se cubra la vista también o si no padecerá de sus visiones."

Todos los caballeros empezaron a cubrir sus ojos con trozos de tela, a excepción del escuadrón cercano al duque, quienes serían los encargados de dirigir la tropa.

Las ninfas oscurecidas aumentaron sus lamentos, eran gritos sónicos que entumecían los oídos. El aleteo de los cuervos alrededor, con sus chillidos, buscaba desesperar a sus víctimas.

Los caballeros ya llevaban horas soportando la crueldad de las ninfas que buscaban de una u otra manera desesperarlos.

La noche había llegado y mentalmente parecían estar agotados, pero el príncipe era quien había sido más asediado por las banshees. Su mente, acostumbrada a la lógica y la razón, estaba totalmente debilitada, hasta que cayó sobre el lomo de su caballo, inmóvil.

El barón, al ver tal escena, pronunció: "¡Su Majestad!"

Erik disminuyó su velocidad hasta quedar a la par del príncipe y tomó las riendas de su caballo. Dando la orden a algunos miembros de su caballería cercana, les dijo: "Estén atentos. Irán detrás del príncipe. Al parecer, lo han estado atacando a través de visiones al punto de agotarlo para dejarlo inmóvil. Recordad que uno de nuestros deberes es proteger la vida del futuro rey."

Ángelo, uno de sus hombres cercanos, comentó: "Creo que el futuro rey es débil, si no despierta pronto se nos convertirá en un problema.

"¡Ángelo...!" reprendió el Barón Joel, "¡Acaso tiene él la culpa de que tu alma esté podrida... más bien ponte en guardia!"

"Como ordene, barón... lo protegeré con mi alma podrida, jajajaja," expresó en forma burlona.

Erik, sin prestar atención a sus discusiones, anunció a su caballería: "Debemos aumentar el ritmo... A este paso, nunca saldremos rápido, y estas alimañas terminarán por consumirlo. Están inquietas y notaron desde el principio que por sus venas corre sangre real, y no descansarán hasta devorarlo... Saben que les dará más fuerza espiritual... Así que avancemos."

La caballería emprendió el trote nuevamente, debían avanzar rápidamente en medio de la espesa oscuridad de la noche y sacar al príncipe de allí. No podían arriesgarse... así que soportaron horas...

Las ninfas oscuras empezaron a aparecer como espectros en medio de los caballeros; su tarea era esparcirlos.

Erik daba órdenes a gritos de no permitir que se salieran de la ruta. Las ninfas, enfurecidas, empezaron a asustar a los caballos, que aunque estaban entrenadas y con los ojos vendados, empezaron a bajar su ritmo de galope.

Un grupo de banshees fue directo a atacar al duque Erik, al punto de hacerlo caer de su caballo para que soltase las riendas del caballo del príncipe.

Sin embargo, su escuadrón cercano cercó al príncipe.

Erik se levantó molesto del suelo, expresando: "¡Malditas alimañas!" y sacó su espada, listo para atacar.

Las banshees reconocieron la espada y expresaron a todo chillido: "¡ASÍ QUE ERES EL HUMANO QUE PROFANA NUESTROS BOSQUES... DINOOOS QUIÉN TE LA OTORGÓ... HABLA HUMANO, QUIEN TE LA OTORGÓ!"

Erik sonreía con sarcasmo y solo respondió: "Si insisten en ser un estorbo, acabaré con cada una de ustedes, alimañas." Erik tomó posición de combate junto con toda la caballería y, aunque casi todos tenían sus ojos vendados, habían sido entrenados para pelear sin la visualización. Debían salir de allí rápidamente para proteger la vida del príncipe, pues no contaban con que las ninfas se obsesionarían con él.

^^autora^^

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